Y… nadie dijo nada

Resumen: A partir de una experiencia personal, el autor cuestiona la indiferencia social ante el aumento de suicidios en menores de edad en Colombia.

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Tenía cinco años cuando una de mis hermanas mayores (Martha) me llevó al velorio de un vecino que había muerto en el barrio; recuerdo que de una casita de bahareque y roída por los años salían cánticos, responsos y, en su interior, había flores para muertos. En una pequeña sala y rodeado de cuatro cirios encendidos estaba el féretro con el cuerpo de don Nacianceno, la gente lloraba y rezaba recitando versos tristes.

Imposible olvidar que era una tarde lluviosa, la verdad yo estaba sorprendido con aquella escena, mi hermana me alzó en sus brazos para que yo pudiera ver el rostro del muerto, yo diría mejor el rostro de la muerte. En mí, quedaron grabadas muchas cosas, inclusive muchos olores, entre ellos el olor a muerto; el olor de la muerte.

Recuerdo que a mis cinco años yo jugaba y era feliz; con dos tarros de lata hacía unos zancos, con dos vasos desechables y una pita construía un teléfono, saltaba lazo, corría, brincaba y mi mente era sana, no había prejuicios ni malos pensamientos, mi inocencia era tal que creía que el niño Jesús entraba por un huequito de mi pieza. Quiero decir con esto que desde niño aprendí a vivir las dos caras de la moneda, la vida y la muerte.

Todo lo anterior, para decir que acostumbro a leer diariamente la prensa y si encuentro un artículo que me llame la atención lo recorto con las tijeras y lo guardo pensando en que algún día me servirá para algo. Pues resulta que el pasado 28 de octubre del año en curso, quedé anonadado con un artículo titulado, “12.899 menores de edad han intentado quitarse la vida”. (Periódico El Colombiano página 12).

El objetivo de guardar este artículo era hacerle seguimiento por varias semanas en diferentes noticieros, prensa, radio, televisión y redes sociales…, con el fin de conocer diferentes puntos de vista frente a un tema tan angustiante; pues resulta que busqué por todos lados, esculqué, pregunté y, ¡vaya sorpresa!, nadie dijo nada. ¡Claro, este tema no da votos! La verdad, a la clase política y dirigente de este país poco o nada le importa que niños y jóvenes estén atentando contra su propia vida; insisto este tema no da votos, por eso los políticos y politiqueros, no se toman fotos al lado de un ataúd.

“Hay noticias que deberían sacudir con más fuerza al país y el aumento en las cifras de suicidios en menores de edad es una de ellas”. (Ibid). Así empieza el artículo en mención. Leí con detenimiento y preocupación que “este año, el suicidio ha sido la causa de muerte de 183 niños, niñas y adolescentes en todo el país”, según Medicina Legal. (Ibid). Angustiado compartí el artículo con un colega, a quien le manifesté mi inconformidad al pensar que a nadie le preocupa algo tan doloroso y significativo como lo es el suicidio.

“Lo que realmente refleja la gravedad de la situación son los altísimos números de jóvenes con pensamientos o intentos de suicidio. Recientemente, el Instituto Nacional de Salud reportó que entre 2019 y 2023 se presentaron 51.273 intentos de suicidio de menores entre 5 y los 17 años. Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), 1.601 jóvenes se quitaron la vida en ese mismo periodo. Por eso, para la Defensora del Pueblo, Iris Marín, resulta escandaloso que solo en 2024 ya se hayan registrado 12.899 menores de edad que han querido acabar con su vida”. Algo curioso es que los intentos de suicidio son mayores entre niñas y adolescentes mujeres, mientras que los suicidios consumados son más frecuentes entre niños y adolescentes varones.

Mientras que a mis cinco años yo descubría cosas nuevas y jugaba hasta más no poder, yo me pregunto lo mismo que me vengo preguntando hace varios años, ¿qué puede estar pasando por el cerebro de un niño, de cinco años, para maquinar minuciosamente un acto tan fuerte como lo es quitarse la vida? Hace rato estoy escribiendo y pregonando, en diferentes espacios, que “la sociedad está enferma”, como también lo está la escuela y la familia, debemos hacer algo, para acabar con la “infelicidad”, si estos niños y jóvenes que se suicidaron hubieran sido felices, no se quitan la vida. Retomo una frase de nuestro Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, que había publicado ya en otro artículo, “no hay medicina que cure lo que no cura la felicidad”. Con toda seguridad existen detonantes que llevan a niños y jóvenes a quitarse la vida, algunos de ellos pueden ser la separación de los padres, el bajo rendimiento académico, el matoneo, la soledad, una decepción amorosa, entre otros más. Todo lo anterior lleva a la infelicidad y el sufrimiento.

Para terminar, quiero decir que como sociedad debemos hacer algo urgente, porque cada vez suceden cosas insólitas, es el caso ocurrido hace poco más de un mes cuando un adolescente se suicida en EE. UU. tras enamorarse de un personaje creado con Inteligencia Artificial (IA). La familia del menor demanda a la compañía creadora del programa y esta asegura que revisará sus protocolos de seguridad tras el suceso. No se trata de ser pesimista o de hablar solo de temas trágicos, no, lo que pasa es que como sociedad siempre creemos que todo marcha a las mil maravillas, y, creo que no, con algunos problemas estamos haciendo como el gato enterrando sus… Y, nadie dice nada.

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Redacción Minuto30

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