Volar en primera clase a precio de turista y dormir en colchones avalados con cinco estrellas por un precio ínfimo no es tan difícil como se hace ver, así que el «hacker de viajes» Craig Sowerby se ha propuesto demostrarlo narrando en un libro una aventura que de «low cost» solo tiene el nombre.
«Es un concepto genial, a mucha gente le interesa esa idea de volar gratis o volar barato y encima en primera clase», asegura Sowerby en una entrevista con Efe en Buenos Aires, la ciudad desde la que ha elegido publicar su libro y lanzarlo al mundo.
En «Travel Hacker» (Planeta), este financiero canadiense desvela las técnicas que ya son un secreto a voces en blogs y foros especializados pero que se escapa para la mayoría de la gente entre correos publicitarios desechados: el funcionamiento óptimo de los programas por puntos y las millas de viaje.
Tal y como revela en el libro, «el truco está en la palabra fidelidad». Las alianzas de aerolíneas y las compañías de hoteles buscan que los usuarios contraten de forma asidua sus servicios exclusivamente y lo consiguen mediante «regalos» que en la mayoría de los casos se traducen en millas gratuitas y habitaciones de lujo.
«A mí hace ya tiempo que se ha convertido no sé si en una obsesión, pero es algo que disfruto mucho. Es como un puzzle, una manera de investigar cuál es el punto óptimo, siempre estoy buscando el punto óptimo», dice Sowerby sobre la motivación que le llevó a descifrar los patrones de los programas de fidelidad.
Junto a su mujer Silvina, una porteña con la que ha terminado por asentarse en Barcelona, inició un año sabático en el que viajaron por Tokio, Sidney, Tahití o Camboya -entre otras ciudades- por un coste mínimo y alojándose en hoteles ostentosos para demostrar con ejemplos prácticos el manejo que hizo de sus millas acumuladas.
Así, ilustra desde simples tácticas como evitar el servicio de limpieza diario de una cadena hotel para obtener puntos por ello hasta transacciones más complejas que implican contratos con tarjetas de crédito para acceder a sus bonificaciones, por ejemplo.
Para los «mochileros» y los escépticos del funcionamiento de esta estrategia, que consideran más práctico invertir el dinero directamente en alquilar una habitación común o llegar al destino más rápido aunque sea en clase turista, también tiene respuesta.
«Yo pensaba así hasta que me di cuenta de que por el mismo dinero puedo estar en un palacio de lujo», afirma Sowerby entre risas, a la vez que admite que su cosa favorita en el mundo es un «desayuno de hotel de cinco estrellas».
No obstante, advierte que la gratuidad de los viajes no es absoluta, puesto que para conseguir una habitación en el hotel más caro de Nueva York primero necesitarás haber acumulado varias estadías en otros de peor calidad, y con los vuelos pasa lo mismo.
«Prefiero armarlo desde el punto de vista de que es para viajar mejor -por más o menos el mismo presupuesto volar en ejecutivo que en turista o estar en un hotel de cinco estrellas- o viajar más», asegura con simpleza.
De esta manera, embauca a todos los «obsesos de viajar» -que no necesariamente tienen que ser «viajeros frecuentes»- y a cientos de personas que, como él, sortean las defensas comerciales de las aerolíneas y los hoteles para conseguir la mejor oferta.
«Somos los clientes más apasionados: somos nosotros los que vamos por ahí como predicadores de una religión diciendo que con este programa o con esta tarjeta de crédito puedes sacar millas, así que también actuamos como vendedores», aseguró en relación a la manera que podrían acoger las empresas este tipo de práctica.
Sowerby encuentra gran «satisfacción» en compartir sus técnicas para viajar como un sultán con un presupuesto más que ajustado y espera que su publicación tenga un impacto favorable en la manera en la que la gente decide viajar. Con una única regla: «nunca gastes las millas en clase turista».