Rocío Otoya

Surrey Hills (Australia), 15 dic (EFE).- La isla de Tasmania, hogar de algunos de los bosques más altos y más antiguos del mundo y con una gran capacidad para almacenar carbono, pende del sutil equilibrio entre la conservación de su ecosistema y una explotación forestal sostenible que responda a la creciente demanda de madera.

El llamado pino Huon (Lagarostrobos franklinii), que puede vivir unos 2.500 años y el fresno de montaña (Eucalyptus regnans), considerada con la planta con flor más grande del mundo, entre otros árboles, forman parte de la emblemática flora de Tasmania, situada al sureste de Australia y cuyos 90.758 kilómetros cuadrados equivalen casi al territorio que ocupa Portugal.

Tasmania o Lutruwita (nombre aborigen de esta isla) también es hogar de algunos bosques con "la mayor densidad de carbono del mundo", es decir, con capacidad de absorber y almacenar este gas de efecto invernadero, dijo a EFE Tom Allen, director de campaña de la ong Wilderness Society.

Esto es "un activo increíble en plena crisis climática", precisó Allen en la ciudad de Launceston, en Tasmania.

Además, en esta isla -donde el 25 por ciento del territorio es Patrimonio de la Humanidad- viven animales endémicos únicos como el conocido demonio de Tasmania y otros centenares de animales y plantas en peligro como el águila de cola acuñada (Aquila audax fleayi) y decenas de especies de orquídeas.

Pero en esas tierras australes también hay unas 571.000 personas cuyas vidas dependen en parte de la tala de árboles, una industria que genera unos 5.700 empleos directos e indirectos y aporta anualmente alrededor de 1.200 millones de dólares australianos (787 millones de dólares estadounidenses o 7.341 millones de euros).

Si bien en Tasmania, la reducción de la tala de bosques nativos desde 2011 ha sido un factor importante para que esta jurisdicción haya logrado emisiones negativas de gases de efecto invernadero, junto con la hidroelectricidad, según el Instituto Australiano, especializado en política públicas, los ecologistas piden un veto total.

Y es que allí, la tala de bosques nativos genera emisiones contaminantes que rondan los 4,65 millones de toneladas equivalentes de CO2, lo que convierte a esta industria en la más contaminante de la isla, de acuerdo al Instituto de Australia.

Un delicado equilibrio

En la tesitura entre la protección de sus bosques nativos y el desarrollo económico, Tasmania debe buscar vías "que sean mejores, más eficientes, con menor impacto y menor riesgo para producir productos madereros, en lugar de talar los árboles", precisó Allen.

El ecologista puso como ejemplo de gestión responsable a Forico, que tienen viveros y enormes plantaciones de árboles en Tasmania, al tiempo que gestionan la conservación de zonas naturales para mantener los hábitats de animales y plantas en peligro, así como el patrimonio indígena, trabajan con las comunidades locales, incrementan el capital natural y venden créditos de carbono a terceros.

"Gestionamos toda la cadena de suministro, desde el cultivo de la semilla hasta su germinación en nuestro vivero. La plantamos en un bosque y luego gestionamos todo el ciclo de vida, con toda la rotación de la plantación forestal", explicó a EFE Simon Cook, gerente de sostenibilidad de Forico.

Sin soslayar la crisis climática

Como parte de esa licencia social, Forico cuenta desde 2015 con el certificado de forestación sostenible del Consejo de Administración Forestal (FSC, siglas en inglés), una oenegé que respalda estas actividades en Tasmania y otras regiones de Australia, así como en países como España, Brasil, Chile, Colombia, Perú, Reino Unido, Italia, Portugal, entre otros.

Estos certificados, que se apoyan en diez principios vinculados a la conservación, la gobernanza, la ecología, el bienestar de las comunidades locales y están sujetos a auditorías independientes, no soslayan el papel de los bosques en la crisis climática, según dijo a EFE la directora ejecutiva de la filial australiana de FSC, Melanie Robertson.

"Hemos desarrollado un procedimiento de servicios ecosistémicos que tienen en cuenta a la biodiversidad, la absorción y emisión de carbono, la calidad del agua", explicó la directiva de FSC, cuyo sistema de certificación en Tasmania está respaldado por la Wilderness Society.

Por otro lado, "sabemos que la madera contiene carbono y que es un recurso importante, sobre todo para la industria de la construcción. En el futuro, para reducir la generación de carbono, tenemos que ver cómo usamos nuestros bosques comercialmente y buscar un equilibrio", precisó Robertson en Surrey Hills.

Por: EFE

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