Silencio cómplice: ¿quién rompe el círculo del robo?

Resumen: Este texto denuncia el aumento de robos y la sensación de inseguridad, señalando que el problema va más allá del ladrón y la víctima. Cuestiona el papel del comprador de objetos robados como cómplice del delito y llama a la responsabilidad ciudadana para romper este ciclo, negándose a adquirir productos de dudosa procedencia."

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La indignación me consume. Cada día, los ciudadanos claman por seguridad, denuncian robos que se multiplican como plaga. Hurto de celulares, asaltos a residencias, saqueos a comercios, robo de motocicletas… la lista es interminable, un recordatorio constante de la fragilidad de nuestra seguridad.

Las cifras de Sistema de Información Estadístico, Delincuencial, Contravencional y Operativo de la Policía Nacional de Colombia – SIDECO – son un puñetazo en el estómago: un robo cada minuto y medio, más de mil al día. Un goteo incesante de violencia que corroe la confianza y el bienestar. ¿Pero quién sostiene este círculo vicioso? ¿Quiénes son los artífices de esta pesadilla cotidiana?

En nuestra ingenuidad, reducimos el delito a dos actores, el ladrón y la víctima. Pero la realidad es mucho más compleja. En la sombra, acechan otros personajes: autoridades policiales y judiciales, comerciantes sin escrúpulos y, sobre todo, el comprador de objetos robados. Ese eslabón aparentemente inocuo, pero esencial para que la cadena delictiva siga funcionando.

Podemos reforzar la seguridad, aumentar el número de policías, soportar las penas, pero mientras exista demanda, habrá oferta. Mientras haya quien compre lo robado, habrá quien robe. El ladrón, privado de su botín, se verá obligado a buscar otras formas de subsistencia, tal vez menos dañinas para la sociedad.

El poder de romper el círculo está en manos del consumidor. Cada vez que adquirimos un objeto de dudosa procedencia, nos convertimos en cómplices del delito, en financiadores de la violencia. Al negarnos a comprar lo robado, le quitamos valor al botín, desincentivamos el robo y enviamos un mensaje claro: no toleraremos la impunidad.

No se trata solo de una cuestión de legalidad, sino de ética. ¿Estamos dispuestos a beneficiarnos del sufrimiento ajeno? ¿A enriquecernos a costa de la seguridad y la tranquilidad de otros ciudadanos? La respuesta debería ser un rotundo no.

Ha llegado el momento de asumir nuestra responsabilidad como ciudadanos. De dejar de mirar hacia otro lado y de tomar conciencia de que nuestras acciones, por pequeñas que parecen, tienen un impacto en la sociedad. Rompamos el círculo del robo, neguémonos a comprar lo robado.

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Redacción Minuto30

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