Tokio, 8 jul (EFE).- Shinzo Abe, fallecido tras ser tiroteado en las calles de Nara mientras participaba en un acto político, fue el primer ministro que llevó a su país los Juegos Olímpicos de 2020 y, tras un giro inesperado de guion, quien hizo posible que la gran cita deportiva se disputase en Tokio pese a la pandemia de coronavirus y con un año de retraso.
Abe protagonizó toda la trayectoria del proyecto olímpico de Tokio: desde su victoria en 2013, al ganar la sede de los Juegos a Madrid y Estambul, hasta el aplazamiento forzado por la crisis sanitaria del COVID-19 en marzo de 2020.
A medio camino, su inolvidable aparición en la ceremonia de clausura de Río 2016 disfrazado de Super Mario para recoger el testigo de los Juegos.
No llegó sin embargo a asistir a los Juegos como primer ministro, pues dimitió en septiembre de 2020 por problemas de salud derivados de una colitis ulcerosa crónica.
Durante los primeros años de la organización de los Juegos, Abe tuvo que hacer frente a continuas polémicas protagonizadas por miembros del comité organizador. El plagio del logo, el descarte del proyecto inicial del Estadio Olímpico y el escándalo de la compra de votos para ganar los Juegos fueron algunos casos.
Frente a los cambios de dirigentes y de estrategia que implicaron estos problemas, el COI siempre halló en Abe un socio fiable, al que consideró el hilo conductor de un proyecto que debía desembocar en los mejores Juegos de la historia.
La relación se puso a prueba, y salió triunfante, durante la pandemia de covid, cuando el gobierno japonés y el COI discutieron durante semanas si los Juegos debían cancelarse.
El 24 de marzo de 2020, tras una conversación telefónica con Thomas Bach, presidente del COI, Abe compareció a las puertas de su residencia para confirmar lo que el mundo estaba esperando: «Japón, como país anfitrión, bajo las actuales circunstancias, ha propuesto que el COI estudie si se pueden aplazar cerca de un año los Juegos para que los atletas puedan tener las mejores condiciones. Thomas Bach me respondió que está de acuerdo en un ciento por ciento».
Los Juegos se pospusieron un año, con el consiguiente coste económico para Japón. Su coste final, que se reveló hace apenas dos semanas, ascendió a los 1,42 billones de yenes, unos 12.310 millones de euros, cuando el precio calculado al ser Tokio elegida sede rondaba los 6.625 millones de euros. La cantidad se disparó debido principalmente al impacto de la pandemia, pero el gobierno de Abe cumplió con sus compromisos y siguió adelante con la organización.
Abe, de 67 años, falleció tras ser tiroteado en la espalda durante un acto electoral en Nara (oeste de Japón). El Partido Liberal Democrático (PLD), al que pertenecía, confirmó su muerte.
Los servicios médicos del hospital universitario de Nara anunciaron luego en rueda de prensa que Abe falleció a las 17:03 hora local (8:03 GMT) a consecuencia de daños en las arterias y en el corazón y explicaron que se encontraba ya sin signos vitales al llegar a las instalaciones médicas.
Durante las aproximadamente cuatro horas en las que estuvo hospitalizado en el centro, al que fue trasladado en helicóptero, los médicos trataron de detener las hemorragias en el cuello y en el pecho y le realizaron transfusiones de sangre, sin lograr salvarle la vida.
Al conocer el atentado, y antes de que se confirmase su muerte, Thomas Bach, se declaró «profundamente conmocionado» por el «cobarde ataque» contra el ex primer ministro.
«Mis pensamientos están con él. Espero y rezo para que se recupere», expresó Bach en una declaración facilitada por el Comité Olímpico Internacional.
Yamagami Tetsuya, un hombre de 41 años exmiembro de las Fuerzas Marítimas de Autodefensa (Ejército nipón), fue detenido como autor de los hechos. Se encontraba «insatisfecho» con el exmandatario, por lo que «se dirigió a matarlo», según dijeron fuentes policiales a los medios locales.
El líder conservador se encontraba en un acto de campaña para las elecciones parciales a la Cámara Alta de la Dieta (Parlamento de Japón) que se celebran este domingo, en las que el PLD de Abe y del actual primer ministro, Fumio Kishida, espera revalidar su amplia mayoría.
Los mítines electorales suelen celebrarse en Japón en plena calle y con escasas medidas de seguridad, debido al bajo índice de criminalidad y de ataques con armas en el país.