Resumen: La crónica de un fracaso anunciado: el deporte colombiano sigue siendo víctima de la desidia política y la falta de inversión. Analizamos las razones detrás de los pobres resultados en los Juegos Olímpicos y proponemos soluciones para transformar el deporte en nuestro país
Lastimosamente en Colombia se habla del sector deporte únicamente cada cuatro años cuando acontecen los Juegos Olímpicos, o, a lo sumo, cuando uno de nuestros “escarabajos” se corona ganador de una importante etapa ciclística. El futbol difícilmente propicia debates sobre el tema. A este país poco le importa y le duele un sector, que, paradójicamente, es uno de los que más alegrías y sentido de pertenencia le genera a su gente. Rara vez se discute en las altas esferas políticas sobre la importancia de apostarle a su desarrollo y las valiosas trasformaciones que puede llegar a generar en nuestra sociedad.
Tras haber finalizado los Juegos Olímpicos de Paris 2024, se presenta el momento aquel en el cual los lideres políticos, dirigentes deportivos y periodistas emergen con sus análisis sobre la participación de los atletas colombianos en éstos. La gran mayoría de ellos concuerdan en que los resultados, una vez más, no fueron los esperados. Aciertan en identificar como la gran causa de ello a la insuficiente asignación presupuestal que desde el gobierno central y las administraciones locales se realiza a la promoción y desarrollo del deporte, y, como consecuencia de ello, a realidades como la precariedad y falta de idoneidad de los escenarios deportivos y el escaso apoyo a los procesos de los deportistas de alto rendimiento.
No obstante, los resultados deportivos de este país obedecen a otras causas, que pocos se han dado a la tarea de analizar. Por un lado, el recurso humano del sector suele ser, por regla general, poco calificado, cualificado y competente. Las capacidades profesionales, técnicas e, incluso, humanas de la dirigencia deportiva, de los administradores, entrenadores y demás roles involucrados en el desarrollo del sector son escasas. Esto obedece en gran parte a que, lastimosamente, los políticos en el nivel central y en las regiones durante años han incurrido en la nefasta practica de asignarle los cargos o contratos en los entes deportivos a todo aquel que no encuentra qué hacer, al poco calificado o a quien poco o nada le interesa trabajar y apostarle al progreso del sector. Son contados los entrenadores deportivos en este país con estudios profesionales, con el conocimiento y la experticia técnica para orientar unos procesos deportivos óptimos para nuestros talentosos deportistas.
Relacionado con lo anterior, se encuentra la falta de pertinencia de las personas que se encuentran al frente de los organismos que conforman el Sistema Nacional del Deporte. En el caso del sector privado, las ligas y federaciones deportivas son en muchos casos negocios de familia, los cuales se prestan para el enriquecimiento de unos presidentes que llevan afincados en dicha posición durante años. La misión y función de llevar el desarrollo deportivo a los territorios y regiones pocas veces se cumple, pues se trata de organizaciones que han limitado su accionar a las ciudades capitales donde tienen su sede.
Por su parte, en lo público, el Ministerio del Deporte, los entes deportivos departamentales y municipales se convirtieron en el escenario perfecto para ubicar a las cuotas de los políticos de turno, quienes poco o nada conocen del deporte y, por ende, están lejos de ser los dolientes de un sector que urge de servidores públicos competentes y comprometidos.
Adicionalmente, estas ultimas entidades, de manera casi que generalizada, suelen realizar la contratación del personal técnico vital para desarrollar y apoyar los procesos deportivos, como entrenadores, monitores y personal de ciencias aplicadas al deporte durante unos escasos meses al año. Permanecen éstos más meses e sin contratación, que el tiempo durante el cual prestan sus servicios en el transcurso del año. Con ese panorama, es difícil darles continuidad a los procesos deportivos, mantener motivados a los deportistas y al mismo recurso humano del sector; pero, sobre todo, alcanzar resultados de alto alcance se vuelve casi que un milagro.
Si a todo lo anterior le aunamos la reciente decisión del gobierno nacional de reducir el presupuesto del Ministerio del Deporte para 2025 de 1,3 billones de pesos a 467 mil millones, no resultan muy alentadoras las proyecciones en resultados deportivos de nuestros atletas para el próximo ciclo olímpico.
Pero, adicionalmente, lo preocupante aquí es que, sin el recurso económico necesario, y con las problemáticas antes expuestas, la captación y selección de talentos deportivos en el país cada vez será más precaria, afectándose con ello la consolidación de una reserva deportiva actualmente bastante difusa. Hoy Colombia no tiene garantizado el relevo generacional en el sector deporte, y mientras el Sistema Nacional del Deporte siga siendo un foco de corrupción, un escampadero para servidores poco calificados y un medio carente de verdaderos dolientes, los talentosos deportistas colombianos tendrán contadas las posibilidades de optar por una medalla olímpica o por un título mundial.
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