Resumen: Un análisis profundo sobre la muerte y la vida, inspirado por la pérdida de un profesor. Un llamado a apreciar cada instante y a fortalecer los lazos humanos.
Aunque soy muy mermado para esto de la tecnología, trato de navegar en las redes sociales para interactuar con las personas que hacen comentarios acerca de mis publicaciones. La semana anterior, al abrir mi Facebook, me encontré con la infausta noticia de que un colega, profesor, había fallecido, Fabio Parra Castrillón, de inmediato el estertor de la muerte rondó mi cabeza y la angustia invadió todo mi ser.
Mi propósito era usar el computador para escribir un ensayo donde el tema central sería el Quijote de la Mancha, pero, ante semejante noticia no fui capaz de escribir, entonces salí a caminar tratando de evitar pensar en el tema. Aunque hace varios años no tenía contacto con Fabio, su muerte me golpeó y me llevó a escribir estas líneas.
Inicialmente, quiero decir que nada más raro que el ser humano; se pelea con los vivos y va al cementerio a pedirle perdón a los muertos, sí, hay familias donde los hermanos no se hablan y cuando alguien muere, lloran, gritan y patalean como si el muerto los escuchara. ¡Muy raro!, casi nadie tiene tiempo para visitar un vivo, pero, cuando alguien muere se quedan todo el día en el velorio y van todos los días al novenario. Algunas despedidas en los cementerios son tan majestuosas, que tienen mariachi incluido, y, no faltan los discursos lastimeros que hacen aguar los ojos; parece que lo más valioso es la muerte y no la vida.
Siendo sincero acepto y reconozco que no me gustan las frases de autoayuda, menos los libros; lo digo porque no quiero ser malinterpretado y, que algunas personas lean este escrito creyendo que se trata de un texto de motivación personal, no, solo pretendo abordar un tema que es real y del cual no nos podemos sustraer, la muerte.
Debemos vivir bien para morir tranquilos, abracen fuerte, no sientan pena, nunca se sabe si será el último abrazo, dejemos a un lado tanto orgullo, tanto rencor, aprovechemos que estamos juntos, que tenemos algo valioso que se llama vida, porque mañana puede ser muy tarde. ¡Ah!… devolvamos las llamadas, respondamos los mensajes. No sabemos cuándo nos va a tocar partir.
Hace muchos años, me contó un sacerdote Salesiano que San Juan Bosco (Italia siglo XIX), dedicado a los niños de la calle, los recogía y los llevaba a un albergue, una noche después de cenar y recibir su mensaje espiritual, el santo dejó esta pregunta a todos ¿Y… si muero esta noche?
Desde que tengo uso de razón he escuchado decir que uno nace sin nada y no se lleva nada, yo pregunto; ¿entonces por qué el ser humano se la pasa toda la vida peleando por lo que no trajo y, almacenando lo que no se llevará? La ausencia de Fabio me puso a pensar que la muerte es un tema del que hablamos y creemos saber mucho, cuando en verdad no sabemos nada.
De mi parte, siempre he sostenido, en diferentes espacios, que el día que alguien resucite el mundo entero se transformará, nada volverá a ser como antes, pero como ninguno ha venido a contarnos que es eso de la muerte todo discurso se convierte en meras especulaciones; nadie, absolutamente nadie ha resucitado, de ahí que no se sepa que hay más allá de la vida.
Lo que sí es claro es que todos morimos, todos, sea rico, pobre, feo, bonito, grande, chiquito… Ahora, en términos científicos, las academias se la pasan investigando y buscando la verdad; escribiendo tesis y artículos indexados que nadie lee, y, se les olvida o no saben que la única verdad existente es la muerte, es lo único cierto e innegable. La única democracia existente en el mundo es la muerte, que le da participación a todos.
Sin poder explicar eso de las casualidades, quiero contar que antes de sentarme frente al computador, el día que me enteré de la muerte de Fabio, acababa de leer por segunda vez “las intermitencias de la muerte” de José Saramago, Premio Nobel de Literatura en el año de 1998. Coincidencia o no, la muerte rondaba por mi lado.
Cuenta la historia que en un país cuyo nombre no se menciona en el libro, ocurre algo bien curioso y, es que la muerte ha dejado de matar, la muerte decide suspender su trabajo a partir del 31 de diciembre a la media noche. Inicialmente la euforia era visible por todos lados, la gente estaba feliz al saber que nadie moriría, pero, muy pronto se pasó de la dicha al caos y la desesperación, la muerte se detuvo, pero, el tiempo no, es decir, la gente empezó a envejecer y envejecer hasta estorbar por todos lados, nadie moría, pero muchos nacían.
Los cementerios y las funerarias se quebraron, el sistema de salud colapsó, nadie compraba seguros de vida porque nadie se moría, en fin… No voy a contar el libro porque sé que muchos lo leerán. Termino diciendo que pensemos la muerte como algo natural, algo que nos sucederá a todos y en vez de llenarnos de mitos, miedos y especulaciones leamos sobre el tema, existe mucha literatura que nos ayudará a abordar la muerte con franqueza y sinceridad.
Pd; paz en la tumba de mi amigo y compañero de aulas, Fabio Parra Castrillón.
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