El racismo es una variedad de discriminación con argumento de pertenecer a la misma especie, pero poseer algunas diferencias accidentales, como tamaño, forma y color.

Esto significa que se comete la grave torpeza de valorar algo tangencial de sí mismo, más que a la humanidad común entre quienes tienen diferentes razas, haciéndose la violencia mental de no reconocer que un todo -la humanidad común-siempre es mayor que cualquiera de sus partes inherentes -la variedad racial.

Aplicar ese error de medida en la valoración de terceros, causa un daño, en primer lugar a sí mismo, porque lo que uno niega en otros en cuanto humanos, lo está negando en el propio ser.

En la información inmanente a nuestro código genético de cuerpos muy especializados, puesta en marcha con la actividad que denominamos vida, están las moléculas que hacen posible que, a partir de ciertas etapas del crecimiento y desarrollo, podamos ser conscientes de experimentar tendencias de aceptación y atracción, o de rechazo y aversión, a sí mismo o a otros, por variadísimos motivos.

Estas tendencias que van desde el mero impulso biológico, hasta la repulsión más o menos proporcionada, a veces sin que se les halle justificación y otras, por ser conscientes de un bien o un daño que se ha experimentado.

En nuestro cuerpo vivimos irritaciones o estimulaciones, unas internas y otras recibidas del entorno, que transformamos en información, ante la que generamos una respuesta activa, que puede ir desde un encapsulamiento autodefensivo, hasta una expresión de impulsos con los que intentamos desahogar, aprovechar u otras formas de direccionar, nuestro propio ser en el espacio y el tiempo, y más allá de éstos.

Conocemos que en nosotros surgen reacciones fisiológicas anímicas, pero también las emociones tienen que ver con los productos culturales, las actitudes, decisiones y conductas, también con las que a veces se promueve un falso derecho a no valorar con justicia, en cuanto igualmente humanos, a otros miembros de nuestra especie, por ejemplo, de diferentes resgos raciales.

De modo independiente a la argumentación con que se pretendan justificar las discriminaciones raciales, siempre son un fomento de la violencia y debemos ayudar a erradicarlas con mejores formas de vivirnos y de relacionarnos entre seres humanos.

Las emociones surgen como una variedad de pulsiones o tendencias instintivas que, si reflejan la percepción de algo desagradable, se expresan como impulsos de rechazo.

Son una clase de movimientos inmanentes que inician y terminan en el propio cuerpo y que, porque pueden llegar también a afectar nuestro desarrollo personal y el entorno familiar, social, natural y artificial, necesitamos tener buenos reflejos en cuanto somos conscientes de que están presentes en nuestro ser, y aprovechar las facultades superiores para encauzarlas, aprovechándolas para acrecentar, en nosotros y los demás, el perfeccionamiento en cuanto humanos y el cuidado del entorno.

Para que exista una emoción hace falta que el cerebro tenga una información contrastada con las propias facultades, con la que genera una percepción de satisfacción o insatisfacción, y contextualice esta experiencia con el presente y el futuro, incluso imaginando los efectos convenientes o inconvenientes, y así calmamos o estimulamos los impulsos instintivos según nuestra percepción de la oportunidad de su fomento, para solucionar necesidades propias o de los demás.

Según esto, podemos reforzar o no, los impulsos, deseos o aversiones orgánicas, pudiendo contextualzarlos con una valoración basada en su posible aporte a nuestro desarrollo personal y el de otros seres humanos, comunicándonos asertivamente con el modo de expresar nuestras emociones.

Necesitamos saber vivir y educar, en la gestión perfeccionante de nuestras emociones y de la información que recibimos de las de los demás. Esto nos libera de errores en la forma de autogestionarnos.

En la proporción de nuestro desarrollo cerebral y personal, vivimos las emociones como sentimientos o impulsos de origen orgánico que podemos valorar y expresar corporalmente de modo consciente, responsablemente libre y, por eso, perfeccionante física y espiritualmente.

Algunas disciplinas como Neurociancias, Genética y Psicología, facilitan elementos para mejorar la educación en lo referene a las emociones, por ejemplo, las relacionadas con la empatía.

En un reciente metanálisis realizado entre la Universidad Hebrea de Jerusalén, la Universidad Ben-Gurion del Negev, Beerseba, Israel y el Instituto Nacional de Salud de Italia, señalan la empatía como un concepto multifacético que incluye varios procesos interrelacionados: el de empatía emocional, en la que se comparte la emoción de otro, especialmente a través del lenguaje corporal con predominancia de la sensibilidad a la expresión facial; y la empatía cognitiva, también llamada teoría afectiva de la mente (TOM) o toma de perspectiva afectiva, en la que hay mayor reconocimiento, comprensión y mentalización, de las emociones de los demás.

Un subtema de la empatía cognitiva es “la comprensión emocional de los sentimientos informados por otra persona, después de la exposición a múltiples señales, como ocurre típicamente en la vida real” (doi: 10.1016 / j.neubiorev.2020.03.023. Epub 2020 27 de abril.)

Estimular la preocupación empática a través de la educación, facilita la preocupación social, la simpatía y la compasión, que ayudan a erradicar la discriminación.

La identidad de cuerpo vivo incluye la especie como entorno inmediato al que se pertenece y el rasgo diferenciador pero tangencial a ésta, que es la raza.

La Neurociencia aporta que todas las razas humanas tienen en común las regiones relacionadas con el espejo propio y el procesamiento afectivo -la corteza cingulada anterior, la ínsula, la corteza somatosensorial y la circunvolución frontal inferior-, y las relacionadas con la empatía cognitiva que incluye la mentalización y la proyección, para la que se activan áreas de la corteza prefrontal medial, la unión temporoparietal y el polo temporal.
Los sistemas neuronales de estas dos clases de expresión emotiva y empática, se interrelacionan y se superponen parcialmente, produciendo la reacción de conducta final.

El estudio mencionado señala que “La empatía cognitiva se desarrolla constantemente desde la primera infancia hasta la adolescencia o la adultez temprana, mientras que la empatía emocional se mantiene relativamente estable durante todo el desarrollo.”

Entre seres humanos, por ser realidades corporeoespirituales, su referente inmediato de identificación es la finalidad común para la que fueron causados, deducible de las perfecciones específicas de todo espíritu humano, sus tendencias y actos propios, algunos expresados físicamente por medio de la unidad corporeoespiritual que es cada uno, en la variedad de su genoma, que es enriquecedora y aportante a todos, para ayudarles a conocer y gozar la grandeza, tanto del espíritu, como del cuerpo humano en toda la gama de sus formas de ser.

En lo que el trato excelente a personas de todas las razas está dependiendo de la emotividad, lo que no se alcanza con la empatía emocional, se logra con una excelente educación -asequible al que tenga uso de razón-, de la empatía cognitiva.

Son cada vez más los saberes que confirman que sí se puede y se debe, ser incluyente con todo miembro de la familia humana, en cuanto ser humano.

Cultura es cultivo de lo mejor del ser humano y, para lograrla, encauzamos nuestras emociones de modo responsablemente libre, mejorando la educación personal, familiar y social, y facilitando que sea óptima la de las generaciones futuras, al contribuir a la de exclusión de toda violencia en sí mismo y en cualquier otro ser humano, en lo que depende de la gestión de nosotros mismos.

El racismo es violencia por falta de empatía cognitiva, por eso podemos y debemos evitarlo.

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Redacción Minuto30

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