Ahora sí se nos metió diciembre con toda, qué digo que se metió, prácticamente se acabó. Después del 24 eso es pico y chao, ya no queda sino pensar en el 31 y la fiesta de año nuevo. Y qué manera más implacable de llevar la cuenta de los días que faltan para navidad, que con la novena de aguinaldos, ritual que millones de colombianos hemos seguido año tras año en especial cuando somos niños, y no tanto para conmemorar y reflexionar sobre las vicisitudes que tuvieron que superar José, María y Jesús no nato en su peregrinación hasta Belén, sino para asegurarnos el regalo añorado que le estábamos pidiendo al Niño Dios, al fin y al cabo, “pide por los méritos infinitos de mi infancia y nada te será negado”.
Por estas latitudes, el monopolio para cumplir deseos navideños, tradicionalmente lo ha tenido el bebé de pañal, y así cada vez el barbón de traje rojo gane popularidad por estas tierras, aun lo que le enseñamos a nuestros hijos es que hay que escribirle la carta al Niño Dios, para poder que les llegue El Traído.
Ya uno de adulto no se detiene a escribir una carta cargada de deseos al Niño Dios con la esperanza de que se cumplan y estén junto al arbolito o debajo de la almohada a la media noche del 24 de diciembre, en parte porque creemos que es un ejercicio inútil, porque qué ser mágico nos va a dar lo que queremos, y en parte porque lo que tenemos para pedir muchas veces no se puede meter en una caja envuelta en papel de regalo. Aun así, tenemos infinidad de cosas que deseamos, pero la costumbre de los años nos ha forzado a aprender a pedir poquito o de plano, a no pedir nada.
Si tuviera que escribirle una carta al Niño Dios, con las mismas intenciones que mi yo de siete años, me olvidaría de los saludos cordiales y de los agradecimientos por su inmaculada gestión durante lo corrido del año, e iría directo al grano, a la lista de deseos, y por supuesto, no me detendría en los deseos altruistas de las participantes de los concursos de belleza, la paz mundial o que se acabe el hambre en África o en el Chocó que para sus efectos es lo mismo, esos son deseos para pedirle a otro departamento celestial, uno con más experiencia, uno en el que el jefe de división, tenga canas en la barba y no se pasee en pañal.
Querido Niño Dios, para esta navidad quiero que me traigas muchas cosas, primero quiero que me des mucha salud, que no me duelan tanto las rodillas con cualquier trotecito y que se me acabe esta tosecita que no me deja dormir toda la noche. Que me des la fuerza física necesaria para seguir cargando a mi hija por un año más, aunque cada día está más grande, y la fuerza mental para poder hacerle frente a sus ocurrencias. Quiero que me dejes envejecer un año más junto a mi esposa, y que pueda seguir disfrutando de sus conversaciones, sus trabajos, sus postres, sus abrazos, sus besos, y el calor de su regazo y el frio de sus pies a la hora de ir a dormir.
Para esta navidad, quiero que me des un año más de tardes de tinto con mis papás, para disfrutar de la sazón de los dos, de sus conversaciones y hasta de sus regaños. Que a pesar de los achaques que ya tienen por los años, les alcance la salud para seguir recibiendo sus visitas sin avisar y para seguirlos viendo alcahuetearle a la nieta. Que me des un año más de consejos para mi hermana, en el que encuentre las palabras que ella necesita para ayudarla a transitar por las dudas de la adolescencia, sin sonar como un segundo papá regañón.
Querido Niño Dios, si no es mucho pedir, te pido que pueda seguir almorzando donde mis suegros y que me siga llevando bien con ellos. Te pido que pueda ver tranquilas a mis cuñadas, aunque mis sobrinos les saquen canas, y te pido que pueda seguir siendo el tío juguetón y de confianza por un año más.
También te quiero pedir querido Niño Dios, que este año encuentre un trabajo en el que me sienta útil, y en especial, con el que me pueda ganar lo suficiente para suplir las necesidades de mi familia sin hacer malabares financieros, que pueda abonarle a las deudas, y que me sobre para comer en la calle sin tener que esperar una ocasión especial, para darle un juguete caprichoso e innecesario a mi hija, y para comprar “las cositas” de las que se antojan mi esposa y mi mamá.
Te pido por los méritos infinitos de tu infancia, que este año me vuelva a untar de playa, brisa y mar junto a las personas que quiero, y si no, por lo menos que nos podamos untar de pueblo, finca y piscina. Y para no extenderme mucho más porque sé que tienes que leer las cartas de todas las otras personas que te escriben, te pido que me hagas un espaciecito cuando tenga que incluirte en mis plegarias, por cosas que se me hayan olvidado en esta carta. Amén.
Aquí más Columnas de Opinión
La lotería de Medellín "felicita" al nuevo millonario