Opinión

¿Puedo crecer en libertad?

Entre los bienes que más valoramos está una perfección exclusiva y constituyente de la dotación natural de la especie humana, que en este mundo se manifiesta a través del cuerpo cuando tiene las condiciones necesarias: la libertad, que es no solo la capacidad de crecer como personas responsables y poseedoras de sus intenciones, decisiones y acciones, sino también el ejercicio y el consiguiente perfeccionamiento propio, y de los entornos humano, natural y artificial.

En algunos ambientes culturales se observan consensos respecto a que desarrollamos nuestra libertad en la medida en que asumimos coherentemente lo que somos, en una unidad de pensamiento, lenguaje y acción, que es condición para lograr la mayor intensidad de la realización personal y, en definitiva, de nuestra vida.

También respecto a la libertad, para asegurar los mejores logros hay que conocer los riesgos, cuidarse, saber defenderse y proteger a los demás y a las generaciones futuras.

Vale la pena estar enterados acerca de cuáles lecturas de la libertad nos dispersarían de nosotros mismos, que es una situación nociva frecuente que podría frenar o incluso paralizar nuestro desarrollo personal.

La libertad, como la comprensión, son imprescindibles para aprender a desarrollarse como persona, amando.
El ser humano es limitado y, por lo tanto, también lo es su libertad pero, al ser una perfección espiritual, no termina y por eso cada miembro de nuestra especie con uso de razón necesita desarrollar la capacidad prospectiva con la que, conociendo el pasado y el presente, logra lo necesario para proyectarse hacia el futuro con prudencia y prever el impacto infinito de cada posible uso de toda intención, decisión y acción libre; esta es una de las características de la persona sabia.

El orden, la unidad y armonía que una persona halla en su propio ser, en los demás de su especie y en su entorno, son referencias para aprender a gerenciar bien la propia libertad.

Al ser limitado el universo, ha sido causado; la libertad crece al preferir como principal referente de la misma, al libremente Originante providente, pues la continuidad de nuestro ser evidencia su constante y libre cuidado amoroso para con nosotros en lo más íntimo, lo que hace que sigamos siendo y hagamos realidad nuestra razón de ser.
La mejor gestión de sí mismo es acercarse lo más posible, a quien es más libre que el ser humano; esto hace desear, para sí mismo y los demás -en la convivencia se influye y se cambia-, la libertad y el bien mayores.

Algunos efectos de lo anterior son el conocimiento propio y el cultivo de la amistad, en la que se cuida la intimidad y la libertad de cada uno, como requisitos para que la realización personal no tenga el engaño del egoísmo.

La principal amistad es con la familia, en la que se aprende a cuidar la naturaleza propia, de los demás y el entorno, para el bien de todos; en el trabajo se pude crecer libremente en compañerismo y amistad, en el respeto a la plena libertad creativa y constructiva, para el servicio que cada uno aporta al desarrollo propio, de la familia y la sociedad, y el necesario sustento, descanso y cultura laboral, que es también cultivo libre de lo que más plenifica a un ser humano, por eso, la ruta de la libertad es conocer y asumir la realidad, referente principal para enterarse y realizar, la tarea de la propia vida.

La capacidad humana llamada libertad, genera un mayor desarrollo de la persona cuando esta elige voluntariamente, de corazón, hasta alcanzarlo, el mayor bien o perfección posible, de sí misma y los demás.

Al ser el amor la procura constante y creciente del mayor bien posible para todo ser humano, y siendo este el mejor bien del universo, se entiende que no haya mayor ejercicio de la libertad que amar, y que la familia, como primera forma de vida social y unidad funcional básica de la sociedad y de la especie, conformada libremente por amor y para amar, sea en quienes más se vuelca el afecto, el mayor tesoro de la vida de cada miembro de la familia humana, conjunto de personas que de modo natural están llamadas a tener una relación más estable a lo largo de la existencia. Si cada uno cuida más su familia, la sociedad será óptima; esta es la solución de las soluciones a la gran mayoría de las necesidades humanas.

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Nada enriquece tanto a una persona como la convivencia familiar vivida de modo responsablemente libre, porque, a semejanza de la relación con el ser Originante providente, hay vínculos familiares comunes de cocausación, con la consiguiente filiación, fraternidad y amor, que facilitan el acierto en el esfuerzo por el mayor desarrollo de cada ser humano.

Si en el entorno que vivimos preguntamos a personas de variados ambientes qué nos liberaría más, podríamos recibir respuestas como el autoconocimiento, la autoestima, amar entendiéndolo como no quedarse atrapado en lo accidental, en confusiones con las que se valore más la parte que el todo al que pertenece, ni en actos internos como la sensación, el pensamiento y el deseo, sino como actuar en función del bien que es cada ser humano entero, durante su vida completa.

Se es más libre cuando se sabe asumir lo más nuclear del bien que es el otro en cuanto persona y se le ayuda a amar y dejarse amar, a perdonar -volver a recibir en la casa del propio corazón- y a reconocerse perdonado -volver a la casa del corazón de los demás-, a no tener deudas de afecto por omisión y ser solidario. No perdonar es también una atadura, una forma de ceguera en la que se le da más importancia a la omisión o a la mala acción, que a la persona. Cada crecimiento en la virtud -y la principal es amar-, libera y protege del defecto que la contradice.

La realización de cada ser contribuye de algún modo a la de los demás, de modo que el mayor bien que podemos dejar en este mundo, es hacer realidad la plenitud de nuestro propio ser, también respecto a lo que depende del modo como ejerzamos responsablemente nuestra libertad.

Tal vez eso signifique la palabra solidaridad en cuanto tiene el toque genuino del amor, que es el para qué de ser y obrar como somos, y por eso es el acto libre más genuino y completo, con el que mejor se realiza y restaura la libertad, devolviéndole su verdad entera, la de la donación de participar el modo de ser y dar continuidad, proveyendo de lo necesario para que cada uno haga realidad su propia razón de ser y contribuya a que los demás también logren esta meta, sin servilismo, sino prestando el mejor servicio, el de quien se da del modo que solo es posible en la medida en que uno se posee a sí mismo, también cuando se deja ayudar de un modo positivo.

Esta es una forma de entender la libertad en la que hay plenas seguridades en lo que cabe en seres limitados, porque el referente que la sustenta es externo, no es un acto interno de la persona humana que, por proceder de máximo algunas entre muchas perfecciones de la misma, no la abarca entera y, por lo tanto, es insuficiente para lograr una libertad plena.

Es frecuente en las relaciones humanas que se fracase a la hora de intentar rechazar cualquier egoísmo -incompatible siempre con la plena liberad perfeccionante- que lleva a la pretensión de dar prioridad a la satisfacción producida por posesión, poder o placer, en vez de elegir a la mayor perfección de la persona, y le de los demás.

Este error contradice y siempre empobrece y dificulta, el amor sincero y desinteresado que, cada ser humano necesita y, por lo tanto, es al que se tiene mayor derecho, desde el inicio del propio automovimiento que, con el genoma, es lo que evidencia la presencia e identidad de un ser humano diferente a los demás, que pudo iniciar su vida cuatro a seis horas después de una relación sexual, siendo continuo este automovimiento con el que coordina sus propias estructuras y funciones biológicas, hasta el final de su existencia física.

El derecho a que los demás usen su libertad para amar a un ser humano desde el inicio de su vida, es también deber, porque se trata de una realidad espiritucorpórea, no subordinable a los deseos propios o de terceros, sino siempre respetable, y está por encima de otros derechos, incluso los sexuales y reproductivos, porque ser acogido con amor es necesario para que un ser humano siga viviendo, condición para que pueda ejercer sus demás derechos, por eso no puede ser excluido, ni siquiera con argumento de conductas no deseadas que realizó otro y que influyeron en el origen o las primeras etapas de crecimiento y desarrollo de su ser.

Por eso, en el ejercicio de la libertad hay que tener en cuenta que el derecho a la vida está por encima de cualquier facultad de un ser humano, y en este derecho está por encima la vida espiritual que la biológica; se entiende por qué hay gestantes con cáncer que prefieren postergar su tratamiento mientras se garantiza la integridad física y la viabilidad del hijo, y hay soldados que en la vida por defender la integridad espiritual y física de los demás y mártires como el cumpleañero más famoso de los 25 de diciembre, quedan decididamente su vida, incluso con un intensísimo sufrimiento, por el bien espiritual y material de los demás.

Esto hace pensar por ejemplo, que problemas como el aborto y la eutanasia, pueden tener sus raíces en no entender en qué consiste un ser humano, que es amar y cuáles son el sentido de la vida y del sufrimiento, ante el que también tenemos que reaccionar con la más entera libertad: del modo más perfeccionante para nosotros y los demás.
Si no se asume responsablemente lo que se es, la libertad se convierte en un falso argumento, no cumple su razón de ser, y se puede usar para hacerse y hacer daño; un ejemplo de esto son las falencias en el autocuidado en salud, tan caras para la sociedad porque acaban pagándolas otros con los impuestos al usufructo de su trabajo.

La verdadera persona libre no vive a la defensiva, ni de huida de los propios derechos y deberes, no es evasiva de responsabilidades, agresiva, tiránica, indiferente ante las necesidades de los demás, cobarde, cómplice, apocada, pasiva, manipulable, servilista, oportunista, violenta, ni esconde o difunde, pretendiendo justificar, sus errores con falsos lenguajes de equidad y poder, no se consiente dejarse llevar por imaginaciones en vez de hacer el esfuerzo de estudiar a profundidad la realidad, no se deja llevar por prejuicios, coacciones o impulsos de ánimo, sino que está siempre abierta a algo mejor sin causar daño, procurando el mayor bien posible para ella y los demás, cuidando su entorno.

Sin libertad no hay obras que lleven al mayor bien posible de sí mismo y de otro. Los bienes del que no es enteramente libre, se arriesgan fácilmente ante lo tangencial e ilusorio. Para ser totalmente feliz es necesario acrecentar la capacidad de ser más libre para amar aún mejor, porque es como la persona se desata más fácilmente de las tendencias egoístas a lo fácil y placentero, que pocas veces coincide con lo que más conviene al pleno desarrollo humano que da un profundo y perdurable gozo, y llena de paz, también cuando se sufre.

La felicidad completa tiene el precio de hacer a cabalidad el esfuerzo necesario según la dotación natural de cada uno, para acrecentar continuamente, de modo responsablemente libre, el amor en toda actitud y obra: la plenitud de la libertad es la del amor, que tiene por principal nicho la paz, sin excepciones y la unidad familiar, y por alimento la conducta virtuosa con la que se superan muchas limitaciones y se acoge a cada uno como es, ayudándole en el esfuerzo por mejorar y por asumir de modo adecuado cada reto; así el corazón está principalmente en casa, en la familia, entre los cercanos, sembrando el camino a las generaciones futuras, también a través de las buenas tradiciones.

Si el amor libre y providente fue el origen, la finalidad se logra siendo coherente con esta pista, viviendo libremente, hasta su plenitud, la donación responsable y libre de sí mismo, sin huir del sufrimiento, el esfuerzo y la renuncia que conlleve -para alcanzar lo mejor hay que prescindir de otros bienes-, sino capitalizándolo para amar aún más; a esto ayuda mucho la buena cultura, ser sencillamente sinceros, rectificar cuanto antes los errores y repararlos, cultivar amistades, aprovechar el diálogo y la experiencia de quienes llevan más kilometraje en este mundo.

Para ser lo más libre que sea posible, hay que armonizar, jerarquizando bien, el uso de todas las capacidades, el propio ser entero. La fidelidad es al amor lo que la responsabilidad a la libertad, en ambos casos una no se da sin la otra, no se oponen ni se limitan, sino que se articulan y armonizan en bien de la persona completa, con la perspectiva de su existencia entera, que por ser espiritual, no termina; esta visión de totalidad es necesaria para avanzar con cada intención, decisión y acción, sin quedarse atados a los errores propios o de los demás.
En la tarea de alta calidad educativa se enseña a ser responsablemente libre y el amor es acompañamiento en el crecimiento personal.

Una cultura de paz o tranquilidad en la posesión del mayor bien posible, que es efecto del orden en el amor, blinda a la persona, la familia y la sociedad, de relaciones basadas en falsas ideologías y en equilibrios de poder egoísta, que no son libertad, sino la violencia de pretender normalizar la ignorancia, la arbitrariedad y el capricho ciego, hasta el punto en que las personas pierden el horizonte de lo que son y de lo que es su libertad, por eso hay que liberar la libertad, también de las falsas interpretaciones y de argumentos de derechos predicados por minorías y por mayorías, que pretenden que se dé categoría de conocimiento y de justicia, incluso de norma jurídica, a lo que es efecto de la ignorancia, la miseria y el egoísmo, porque esto es un atraso antropológico, personal, familiar, social y de la humanidad y a nadie hace feliz. Cuando se está infeliz, también hay menos interés por cuidar el medio ambiente.

Como afirma Carlos Cardona Pescador en su obra “Metafísica del bien y del mal”, la persona causada, en cuanto libre, tiene una “mutabilidad propia” por elección. Esto es coherente con que puedo crecer en libertad a condición de que el estímulo sea un amor más grande, sustentado en el conocimiento del bien que es cada persona, su historia y su entorno, y la previsión de su posible desarrollo pleno.

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