Hoy conmemoramos el día de internacional de la clase trabajadora. Fecha histórica que se recuerda con los luctuosos hechos acaecidos sobre los Martires de Chicago, ejecutados por participar en las huelgas por el derecho al trabajo digno, que cuyo objetivos prioritarios era hacer valer la máxima de: ocho horas de trabajo, ocho horas de ocio y ocho horas de descanso. Por acuerdo del Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional, celebrado en París en 1889, esta jornada de lucha reivindicativa y de homenaje a los Mártires de Chicago, se realiza en todo el mundo, caracterizado como una iniciativa de movilización por los derechos de la clase trabajadora en procura de mejores condiciones para su vida y la de sus familias.
En 1919 se efectuó, por primera vez en Colombia, la celebración del primero de mayo. Esta jornada fue difundida a través de la actividad de las organizaciones mutualistas, a mediados del siglo XIX, la cuales constituyen la prehistoria del movimiento de la clase trabajadora en el país, especialmente de sus organizaciones sindicales. Para 1910, había comenzado el auge de la prensa obrera. En dicho año se fundaron los periódicos El Obrero (Barranquilla), El Comunista (Cartagena) y El Camarada (Tumaco). A pesar de la violencia y de la represión estatal contra las primeras huelgas, las primeras organizaciones de trabajadores, en las décadas de 1920 y 1930, logran producir el quiebre al autoritarismo conservador dominante en el gobierno de la época.
Hace cerca de cien años los trabajadores y trabajadoras, entre lo que se destacan hombres y mujeres nombres como los de: Betsabé Espinal, María Cano, Rafael Eduardo Mahecha, Ignacio Torres Giraldo, entre otros, hicieron parte de la época convulsa de luchas que dieron posibilidades a la fase democrática de la República liberal. Paradójicamente, como ahora, el mundo salía de la Primera Guerra Mundial que empezó en el este de Europa y se preparaba el escenario para lo que sería el cruento desenlace de la Segunda Guerra, se advertía de una profunda crisis económica mundial y una pandemia (la gripe española).
Colombia también como hace cien años, repite un cambio de gobierno democrático y popular producto del quiebre en la hegemonía política de un proyecto autoritario: ayer la regeneración conservadora, hoy el uribismo. El renacimiento democrático actual, se sincroniza con los objetivos que el nuevo gobierno nacional retoma de una agenda aplazada desde el proyecto de la Revolución en Marcha de los años treinta del siglo XX: ley de tierras, infraestructura de industrialización, redistribución social y económica, modernización del Estado, Paz social.
Lo novedoso de este momento histórico, es el gran compromiso para saldar de una vez por todas las guerra heredada desde finales de los años treinta y comienzos de los cuarenta, colosal desafío que se propone con el proyecto de la Paz Total y que se instala en el marco de un ambicioso pero realista proceso de maduración de solución política, que pretende abarcar un modelo resolutivo integral del conflicto con todos los actores armados en los territorios del orden nacional.
Es significativo que todo este cambio surge del acumulado de la lucha popular y basado en esa alianza social es que se ha podido integrar un gobierno con el concurso de la clase trabajadora para sus asuntos ministeriales. También reúne la experiencia y la renovación del liderazgo político de fuerzas alternativas que prometen un ejercicio de lo político fuera de las lógicas represivas y autoritarias de los últimos treinta años.
Sin duda, resolver en cuatro años deudas centenarias exige de un alto compromiso institucional, social y político de todo el país que no serán posible garantizar, sino se preparan las condiciones para lograr continuidad del liderazgo colectivo de las fuerzas del cambio dentro y fuera del gobierno. El pacto con la sociedad es la clave de no repetir los errores del pasado, escuchar a la población y estar en los territorios resolviendo sus necesidades es la garantía de la confianza popular.
Colombia puede ser un nuevo actor propositivo de liderazgo mundial y quizás esa sería una ruptura con el actual marco de relacionamiento con los gobiernos a escala planetaria: discutir una política de lucha contra las drogas fuera del marco bélico que ha creado guerras sin solución alguna al problema real. Pensar la crisis ambiental con compromisos reales y efectivos para evitar el hambre y la devastación, entre otros. Hablarle al mundo sin subordinación ni marginamientos sino creando conciencia de los que implica vivir en una comunidad internacional en crisis.
El ayer y del hoy se conectan por una posibilidad de futuro que está en manos de una inmensa mayoría que decidió cambiar el destino de injusticia, barbarie y desolación, al que hemos sido sometido durante décadas de violencia por grupos poderosos que han gobernado a sangre y fuego para mantener sus intereses y privilegios. Como hace cien años, Colombia vuelve a tener una posibilidad de cerrar el largo ciclo de guerra, aún existente, también de concretar las reformas aplazadas y la posibilidad de una nueva versión de país que aún está por construirse.
La esperanza ha sido y es un principio y un factor histórico de los desposeídos, es la impronta que heredamos de las luchas del pasado, entre ellas, las de la clase trabajadora, que un día como hoy, recordamos entre la marea de roja de sus banderas, pancartas y coros de libertad y justicia, en miles de gentes que desean un buen vivir en paz y bienestar. Sea esta una oportunidad para volver pensar en la posibilidad de un mundo sin explotación y opresión del hombre por el hombre, como lo pensaron hoy, hace 137 años, los precursores del movimiento internacional de la clase trabajadora.
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