Protestas en Senegal

Protestas en Senegal

«Por llegar a casa a las tres de la mañana recibe una paliza de su marido y le fractura un dedo». Titulares como este se leen a menudo en la prensa de Senegal, un país donde la reciente violación y asesinato de varias mujeres ha generado una ola de indignación contra la violencia de género.

El pasado 18 de mayo, Binta Camara, una joven senegalesa de 23 años, fue violada y asesinada por su vecino, de 33 años, y hallada muerta en su casa en Tabacounda, la ciudad más grande del este de Senegal.
Pocos días antes, Coumba Yade, de 16 años, también murió a manos de su novio estrangulada tras violarla en Thiès, a 60 kilómetros al este de Dakar, la capital de este país de África Occidental.

Ese mismo mes, se encontró en un mercado de Dakar el cuerpo desnudo de una mujer de unos treinta años en avanzado estado de descomposición que presentaba señales de posibles abusos. Más tarde se supo que se trataba de Amy Diouf.

En redes sociales como Facebook, plataformas constituidas tanto por mujeres como por hombres reaccionaron ante esos crímenes, decidieron organizarse y salir a la calle para mostrar su indignación y dar visibilidad a la gravedad de los hechos.

Eran distintas plataformas, pero todo el mundo se conocía.

«Visto que el combate era el mismo, decidimos fusionar nuestras fuerzas y organizar una actividad común. Así surgió el colectivo Dafadoy», término proveniente del idioma wolof y que quiere decir «basta ya», explica Marina Kabou, coordinadora de este colectivo.

El 25 de mayo, unas dos mil personas -según los organizadores- se reunieron en la plaza del Obelisco en Dakar con el objetivo de sensibilizar sobre la violencia contra mujeres y niños, reclamar más justicia y que el Estado tome medidas urgentes.

Tras esa manifestación y otras en varios puntos del país, Dafadoy entregó un memorándum a las mujeres parlamentarias de Senegal (el 41,8 % de la Asamblea Nacional) en el que exigían la aplicación «firme y rigurosa» de la ley con el máximo de la pena prevista, y que la violación, «simple delito en Senegal, sea criminalizada».

Pocos días después, el presidente de Senegal, Macky Sall, respondía anunciando que se presentará en la Asamblea Nacional una ley para criminalizar la violación y la pederastia antes de octubre.

PENA MÁXIMA DE 10 AÑOS de CÁRCEL

En Senegal, la violación es un delito cuya pena oscila entre 5 y 10 años de cárcel.

Sin embargo, la pena máxima se aplica cuando la víctima de la violación es menor de 13 años, tiene alguna discapacidad, está casada, es una persona mayor o se produce incesto.

«Ahora lo que pedimos es que se aumente al menos a 10 años para todos los casos de violación», explica a Efe la coordinadora de Dafadoy.

Senegal ha firmado la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Contra la Mujer (CEDAW, en sus siglas inglesas); el Protocolo de Maputo, que garantiza derechos a las mujeres; varias leyes y un Plan de Acción Nacional para la erradicación de las Violencias Basadas en el Género (VBG).

«A pesar de todo este arsenal jurídico, a veces las penas no son aplicadas con todo su rigor. No sirve para nada firmar convenciones y crear leyes si en la práctica no ponemos las disposiciones necesarias para aplicarlas», advierte Kabou.

VIOLENCIA Y VIOLACIONES EN EL SENO DE LA FAMILIA

«En Senegal, tenemos nuestra realidad sociocultural y en muchos casos la violencia ocurre en el seno de la familia y la gente prefiere solucionarlo de manera amigable, dejándolo en familia», explica Kabou.

Sin embargo, «nosotras pensamos que casos como la violación o el incesto hay que remitirlos a la Justicia para que haga su trabajo y los culpables sean castigados. Es necesario sensibilizar a la población para que denuncie».

En este sentido, el presidente Sall señaló que el proyecto de ley para erradicar esa lacra será una «medida fuerte» con «sanciones ejemplares» que «ayudará, pero requiere una movilización nacional porque estas violaciones y la violencia ocurren en las familias».

Según Kabou, se dan casos en los que el tío viola a su sobrina, el padre a su hija o el hermano a su hermana, pero no se revelan. «Quizás la madre se dice ‘yo no voy a hablar porque si hablo mi marido podría separarse de mí o repudiarme», esgrime.

UNA BUENA MUJER NUNCA DEBE DECIR NO

De acuerdo con un estudio realizado por la Agencia Nacional de Estadística de Senegal, publicado en 2017, existe una aprobación de la violencia conyugal en un 43 % en las zonas urbanas de Senegal, frente a un 69 % en las rurales.

El 57 % de las senegalesas, según ese estudio, considera que al menos hay un motivo para justificar que un marido golpee a su mujer.

Entre esos motivos destacan el rechazo a tener relaciones sexuales con él (43,6 %), descuidar a los hijos (43,9 %), salir sin avisarle (42,6 %), discutir sus opiniones (45,1 %) o quemar la comida (22,6 %).

«La educación que la mujer recibe hace que tengamos tendencia a legitimar ciertas formas de violencia que se interiorizan. El analfabetismo y la pobreza refuerzan la vulnerabilidad. Cuando somos vulnerables, somos fácilmente víctimas de violencia», explica a Efe Mariama Dieng, encargada del programa sobre violencias basadas en el género (VBG) en el Ministerio de la Mujer de Senegal.

«La sociedad senegalesa es fuertemente patriarcal. Los hombres dominan y las mujeres deben asumir esa dominación», añade Dieng.

Para El Hadji Elias Ndoye, coordinador de la ONG Hombres por la Defensa de los Derechos de las Mujeres y las Niñas, es un problema de «mala interpretación de la religión musulmana que los religiosos hacen, y un problema cultural».

«Pero para cambiarlo, hay que sensibilizar en las zonas más remotas y rurales, discutir con la población y convencerles», matiza.

Por su parte, Kabou alude a la educación que reciben las mujeres: deben ser sumisas, cocinar para su marido, lavar su ropa, obedecer y decir siempre sí, «nunca deben decir no».

«A la mujer se le dice que tiene que someterse a su marido, que es el jefe de familia y todo lo que dice tienes que hacerlo. Un divorcio es una vergüenza para una mujer. A ojos de la sociedad se va a decir que la mujer no ha tenido éxito», dice la coordinadora.

UNA NUEVA OCASIÓN PARA PEDIR QUE PAREN

No es la primera vez que Senegal vive con indignación la violencia contra las mujeres.

En 1999, el caso de Docky Niasse, asesinada por su marido, dio lugar a la modificación de algunas disposiciones del Código Penal, que agravaron las penas previstas en casos de violencia conyugal.

Aunque no hay estadísticas oficiales sobre las violencias basadas en el género en Senegal, la tasa de prevalencia de las violencias en el espacio doméstico en Senegal son de un 55,3%, según un estudio de 2015 del Grupo de Estudios e Investigaciones de Género y Sociedades (GESTES) de la Universidad Gaston Berger de Saint-Louis.

No obstante, Dieng advierte que la violencia contra las mujeres existe también en otras esferas, como la profesional o la escolar, pero admite la necesidad de un estudio global para tener indicadores con que evaluar la eficacia de las políticas que ponen en marcha.

«Si no se hace nada, será muy difícil para las mujeres contribuir eficazmente al desarrollo de la sociedad. Una sociedad no puede desarrollarse si una parte de ella es víctima de violencias», alerta Kabou.

A juicio de Ndoye, las distintas violaciones seguidas de asesinato ocurridas en mayo suponen una «coincidencia», pero también «es la ocasión para decir a la gente que hay que pararlo».
María Rodríguez

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Redacción Minuto30

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