
En el discurso por el acto de posesión del magistrado de la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia, Jorge Hernán Díaz Soto, el Presidente Gustavo Petro planteó que la sociedad puede escoger entre el regreso del crimen al poder o la posibilidad de profundizar la democracia.
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Discurso completo del Jefe de Estado
En esta posesión quiero hablar algo más alrededor del Poder Judicial, de la Justicia, desde la posición que me corresponde.
Hoy en las redes aparece una noticia desapercibida en Colombia, pero que tiene un significado muy importante en la historia latinoamericana contemporánea.
Jueces de la República de Chile decidieron condenar a los militares que asesinaron al cantor Víctor Jara en los días del golpe de Estado contra el presidente Salvador Allende, del que conmemora, este mes, exactamente 50 años el 11 de septiembre.
Iré a Santiago, al Palacio de la Moneda, a conmemorar con muchos presidentes y dirigentes democráticos del mundo, —conmemorar no sino lamentar— lo que nunca debió haber sucedido.
A partir de ese golpe, prácticamente, toda América Latina, se bañó de sangre, no solo Chile, donde miles de personas fueron desaparecidas, torturadas y asesinadas.
Se extendió por Argentina, se extendió por el Uruguay, se extendió por el Paraguay, se extendió por Brasil antes, se extendió por Centroamérica.
Repetimos una historia dantesca que ya había ocurrido en Europa, España, Portugal, Grecia, y que arranca sus raíces realmente en otra época que no debió haber sucedido nunca. Mussolini, Hitler, Franco, el fascismo. Se ha dado por llamar al fascismo o al nazismo, en sus diferentes expresiones, una forma de pensamiento. Nunca fue una forma de pensamiento.
Decir que un cuerpo étnico de la humanidad es inferior a otro no tiene nada de pensamiento, es una brutalidad.
A partir de allí, pensar que los seres humanos, por su manera de pensar, de ser, de sentir, o por su color de piel, o por su origen étnico, deben morir en masa, por millones, no tiene base ni ideológica ni se puede considerar un sistema de ideas.
Son criminales quienes piensan así, simplemente. Ese crimen desde el poder político, que termina ocasionando el genocidio, tiene raíces históricas, indudablemente, en los autoritarismos, en el poder mismo, pero nuestra historia contemporánea nace en esas épocas aciagas allá en Europa y se extiende en América Latina.
Hoy, en cierta forma, conmemoramos que esté llegando a su final, ojalá, que no se pueda expandir, ojalá, como una nueva forma de gobernar en un mundo que está en crisis, en crisis económica profunda, en crisis del hambre, en crisis climática, en la crisis de la pobreza.
Contrario a lo que cierto sueño hace unas décadas pregonaba como un mundo de prosperidad y de paz armónico, como si ya hubiera pasado la historia, como si hubiéramos entrado a una fase definitiva, décadas después, nos encontramos con que nos hemos sumido en una crisis civilizatoria, como dice el Papa. Una crisis integral que pone en cuestionamiento la existencia misma del ser humano en el planeta.
Eso hace que las posibilidades de que vuelva a ascender el crimen al poder sean cercanas o sean contingentes, sean inmanentes hoy.
La toma del Capitolio en Brasilia y la toma del Capitolio en Washington son dos hechos que no pueden ser considerados como anecdóticos, como pasajeros, son el síntoma de los nuevos tiempos.
Y por eso este hecho alrededor de Víctor Jara y de lo que eso significa, me lleva a reflexionar, a pensar. Claro que la humanidad hoy tiene dos caminos: o el regreso del crimen al poder, o la posibilidad de profundizar la democracia, una democracia en movimiento.
Las raíces del genocidio de mediados del siglo XX
Otra vez estamos en la encrucijada de antaño.
En Colombia hemos visto cómo se acerca el crimen al poder. Hemos visto episodios de nuestra historia contemporánea que así lo demuestran, no somos ajenos a esa historia que contamos desde los libros o desde los relatos.
Indudablemente el genocidio de mediados del siglo XX es similar al genocidio que ocurrió en Europa y tiene raíces allí. Pensamiento usando tesis conservadoras terminó siendo la corriente fascista que desencadenó un crimen contra colombianos simplemente por ser liberales, por ejemplo.
Poco tenía que pensar alguien que un liberal tendría que ser objeto de la pena de muerte por ser liberal, pero así fue en Colombia. Comenzó, quizás, con Jorge Eliécer Gaitán, pero venía de antes.
Y terminamos en un genocidio muy parecido al que se desarrollaba en tierras europeas. Y posteriormente tuvimos ante nosotros la extinción de todo un partido político sólo por ser socialista, la Unión Patriótica, miles y miles de muertos, asesinados según las investigaciones judiciales, nacionales e internacionales, por una articulación entre el Estado o sectores del Estado y narcotraficantes, es decir, el acercamiento del crimen al poder político.
Y, posteriormente, incluso ya por investigaciones incluso mías, siendo parlamentario, senador, nosotros denunciamos cómo ese narcotráfico se estaba tomando sectores enteros del Estado colombiano y cómo, repitiendo una tesis que se encuentra analizada en la experiencia del genocidio europeo, el crimen cuando se toma el poder político potencia el crimen y el homicidio pasa al genocidio.
Por eso tuvimos 200.000 campesinos muertos en la década de los noventa. Por eso buena parte de la clase política, y gracias a la Corte Suprema de Justicia del entonces, pasó a la cárcel porque estaban las nóminas o eran los dirigentes del paramilitarismo.
A mí me tocó ver cómo, el 35% del Senado de la República, mis colegas, iban a la cárcel por haber consentido, auspiciado, organizado el paramilitarismo, muchas veces cómo senadores de la República por la mañana hacían leyes y por la noche hacían la lista de los asesinados. Era el crimen en el poder.
Y ahora estamos quizás en un momento de transición, quizás esa misma coyuntura que bifurca los dos caminos, el de aceptar el crimen en el poder, solo hay que no hacer justicia, o el de profundizar la democracia, pues es lo que se nos coloca al frente. Esas son las decisiones que quizás históricamente se están tomando en este momento.
Proteger el poder judicial
Por eso, en mi opinión, el poder proteger un poder judicial, el poder volverlo poder, disculpe la redundancia, es decir, empoderar la justicia, el lograr que la justicia colombiana pueda ser una barrera real contra el crimen en un espacio institucional que sea tomado por el crimen, como algunos hechos recientes, lamentablemente, nos pusieron este tema en la discusión pública.
Lograr que los cuerpos de investigación del Estado, la Fiscalía General, las instancias que la Constitución ha creado y colocado para ese tema, puedan en realidad ser barreras contra el crimen, me parece fundamental.
Lograr que el electorado colombiano no se supedite al crimen a partir de la compra de votos o que estos organismos del Ejecutivo o del Legislativo no sean simple apéndices de organizaciones criminales, creo que es fundamental si queremos evitar que la guerra perpetua en Colombia se mantenga y que el genocidio aparezca.
En esas tareas, al Poder Judicial le corresponde una enorme responsabilidad, y como Presidente de la República es mi deber fortalecer esa posibilidad, evitar el camino que nos llevaría indefectiblemente a la disolución de la Nación, a la posibilidad de una profundización de la violencia.
Es la democracia lo que queremos, una democracia multicolor y el movimiento, como le hemos afirmado. La democracia, al final, no es una estatua como estas cesáreas completamente estáticas de piedra.
La democracia no es un recetario que inicialmente conocimos a partir de los primeros pensadores liberales y democráticos del mundo, que se instalaron precisamente a través de revoluciones, la Revolución Francesa, la inglesa, la norteamericana y la latinoamericana, porque fuimos parte de esa vanguardia.
La democracia es un fluido, se profundiza, va enriqueciéndose, la profundización de la democracia es quizás la misión de la humanidad si quiere unirse, si quiere vivir en paz, si quiere vivir en este planeta e incluso, como decía ayer, extender la vida más allá de la tierra.
Profundizar la democracia, por tanto, es nuestro camino, y la convocatoria que yo hago es que una de las piedras angulares para fortalecer la democracia es precisamente fortalecer la justicia. No permitir, por nada del mundo, que el crimen entre en la justicia. Como dijera la Biblia, si la sal se corroe, no hay nada más que hacer.
Espero de usted, magistrado, y de todos los magistrados presentes y los que habrá en el futuro, y de los anteriores, que mucha gente valiente ha defendido estas mismas tesis desde las instituciones judiciales, la mayor de las ayudas en ese sentido.
Colombia va hacia una democracia profunda, hacia aplicar a cabalidad la Constitución del 91, que es su bandera fundamental, hacia lograr la paz por ese camino, y hacia ser una nación grande.
Colombia será una nación grande con una justicia grande, limpia, decente, profunda, concienzuda, y creo que ustedes son voceros y exponentes de esa posibilidad, así que felicito a usted, a su familia, que tengan las mejores decisiones en lo que acarrea en su trabajo cotidiano, y que sea usted uno de los baluartes de esta justicia poderosa que queremos generar en Colombia.
Gracias y felicitaciones.
El acto de posesión del magistrado de la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia, se realizó en el Salón Gobelinos de la Casa de Nariño, asistieron Iván Leónidas Name Vásquez, presidente del Congreso de la República; el magistrado Gerson Chaverra Castro, vicepresidente de la Corte Suprema de Justicia; magistrado Aurelio Enrique Rodríguez Guzmán, presidente del Consejo Superior de la Judicatura; ministros y funcionarios del gobierno nacional; magistrados de las diferentes salas de Casación de la Corte Suprema de Justicia, y medios de comunicación.
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