Pekín ha anunciado que en 2016 bajará la persiana de la única central térmica de carbón que le queda, tras el cierre de las otras tres que tenía, con lo que este combustible, la principal fuente de energía de China, se jubila en la capital.
En un intento de limpiar unos cielos habitualmente cubiertos por una capa de gases contaminantes y partículas de polvo conocida como «smog», la ciudad ha retirado de la vida útil unas instalaciones que ya habían dado mucho de sí.
Durante la friolera de 93 años había estado funcionando la más veterana de las tres plantas clausuradas, operada por el Grupo de Inversión en Energía de Pekín, cuando cerró la semana pasada.
A las otras dos, propiedad de las compañías estatales Guohua y Datang, la jubilación les llegó a los 66 y los 50 años.
Más joven es la cuarta y última central térmica pequinesa, que pertenece al Grupo Huaneng (fue inaugurada en 1999), pero sucumbirá igualmente al cambio energético chino el próximo año, según anunciaron esta semana las autoridades locales.
«Esto no es el fin del viaje, es sólo una etapa de transición», explicó a Efe Li Yan, jefa de la campaña sobre clima y energía de la organización ecologista Greenpeace en China.
Las plantas de carbón que ahora van cerrando -no sólo en Pekín, también en otras ciudades del país- son sustituidas o lo serán por otras alimentadas con gas natural, que proporcionan tanto electricidad como calefacción.
El gas, un combustible que contamina, pero menos, y es más eficiente, está llamado a ser uno de los pilares en el abastecimiento energético de la segunda economía mundial en el medio y largo plazo.
El carbón, en cambio, va a la baja: el año pasado su consumo descendió por primera vez en lo que va de siglo, al reducirse un 2,9 % respecto al año anterior hasta 3.510 millones de toneladas, según los datos de la Oficina Nacional de Estadísticas.
China ha basado su desarrollo económico en el carbón porque tiene abundantes reservas -es el principal productor del planeta, según la Agencia Internacional de la Energía-, aunque no tanto de gas.
Sin embargo, está revirtiendo ese déficit a través de sus esfuerzos diplomáticos.
Rusia y China sellaron en mayo del año pasado un acuerdo por el que el gigante gasístico ruso, Gazprom, exportará al país vecino 38.000 millones de metros cúbicos anuales de gas natural en las próximas tres décadas, al precio de 400.000 millones de dólares.
Además, el Gobierno de Xi Jinping abandera la construcción de la llamada Nueva Ruta de la Seda, una iniciativa para la construcción de infraestructuras en Asia Central que, entre otras cosas, le brindará acceso a las inmensas reservas de gas de la región.
Los planes de las autoridades chinas pasan por incrementar el peso del gas en el suministro energético desde el 4 % actual hasta el 10 % en 2020, siempre con el carbón como primera fuente.
«En China, el carbón es aún la piedra angular del desarrollo económico y social y en el futuro predecible la demanda no va a caer significativamente», declaró Zhang Yuzhuo, el presidente de la mayor carbonera china, la estatal Shenhua, en un foro económico en Pekín la semana pasada.
Zhang pronosticó que el carbón todavía abastecerá la mitad de la demanda del gigante asiático en 2030, aunque también advirtió: «necesitamos tener un sistema inteligente que combine las fuentes de energía tradicionales con las renovables».
Que alguien con tan poco interés personal en el fin de la era china del carbón abogue por energías más limpias sólo se explica por un motivo: la contaminación.
«La población está realmente preocupada por la polución y demanda respirar un aire más puro», insistió a Efe Li, de Greenpeace.
Un estudio elaborado por la organización ecologista en colaboración con la Universidad de Pekín estimó que la contaminación atmosférica provocó 275.000 muertes prematuras en las 31 principales ciudades de China en 2013, unas 10.000 sólo en la capital.
Por ello, Li cree que podrían darse «pasos más valientes», pero aplaude la sustitución de las plantas de carbón por las de gas en Pekín, con la esperanza de que sirva de «estímulo» a otras grandes urbes.
«Por su determinación y por sus objetivos, Pekín se está mostrando como un ejemplo a seguir por parte de otras ciudades chinas. Y tiene la capacidad, la tecnología, el dinero y la atención política para erigirse aún más como pionera», aseguró la activista.
Así, pese a que los pequineses seguirán sufriendo «el smog» con toda probabilidad también con las nuevas plantas, les queda la tranquilidad de que la última central térmica alimentada con el combustible más contaminante, el carbón, ya tiene fecha de jubilación. EFE