
Resumen: Resurge la literatura juvenil: La saga del Empíreo de Rebecca Yarros conquista las listas de ventas. Dragones, fantasía y acción en una historia que recuerda a clásicos como Harry Potter y Los Juegos del Hambre.
Tras la gran apoteosis que vivió el planeta a principios del milenio alrededor de la literatura juvenil, la cual finalizó en 2010 con la publicación de “Sinsajo”, la entrega final de Los Juegos del Hambre, tuvimos una década en la que el trono de la categoría estuvo vacante y no precisamente por falta de aspirantes. Sagas como “Cazadores de Sombras” de Cassandra Clare, “Hush, Hush” de Becca Fitzpatrick o “Percy Jackson y los Dioses del Olimpo” de Rick Riordan intentaron sin éxito ocupar el vacío que Harry Potter dejó en las estanterías. Hoy, tres lustros después, parece que estamos viviendo el resurgir del género, ahora más adulto que adolescente, de la mano de una de las criaturas mitológicas que más ha fascinado a la humanidad: otra vez, dragones.
Con tres libros en dos años, la saga del Empíreo de Rebecca Yarros ha conseguido en tiempo récord abrirse paso en el escalafón de lo más vendido de The New York Times y arrebatarles la punta a consolidados títulos superventas como “La Chica Salvaje” de Delia Owens, “Romper el Círculo” de Colleen Hoover o “Una Corte de Rosas y Espinas” de Sarah Maas. Así, un verdadero éxito ha resultado ser “Alas de Sangre”, primer tomo que nos introduce la historia de la cadete Violet Sorrengail y su paso por el Colegio de Guerra Basgiath del Reino de Navarre, donde sufrirá lo indecible en su camino por convertirse en jinete de dragón, teniendo para ello que doblegar sus miedos y su propia fragilidad física mientras lidia con sus enredados sentimientos y la presión de ser la hija de la General Sorrengail, comandante de la institución.
Si bien “Alas de Sangre”, y sus secuelas “Alas de Hierro” y “Alas de Ónix”, no nos presenta nada que no hayamos visto antes, ya que bien podríamos resumir la saga como un batido medieval de Harry Potter, Los Juegos del Hambre y Juego de Tronos, su autora ha conseguido dar vida a un relato dinámico que hace ligera la lectura de sus más de 500 páginas (arañando las 900 en los ejemplares limitados de pasta dura). Los componentes del folclore tradicional inglés y la marcada influencia de la cultura vikinga en su obra, como la mística que rodea a los distintos tipos de dragones o la utilización de artefactos antiguos como las runas, insertan el relato en un todo fantástico mucho más amplio que potencia las interacciones de sus personajes.
Aunque las aventuras de Violet son altamente disfrutables y llenas de acción, así como válidas son las preguntas que se hace sobre el abuso del poder mientras trata de no morir a manos de algunos de sus compañeros de clase, no podemos dejar de mencionar algunos giros de guion predecibles a leguas (aunque el del final de “Alas de Sangre” está muy bien trabajado) y un uso no tan descarado, si bien demasiado evidente cuando dice presente, del deus ex machina. Ambos fallos que bajan un poco la nota media pero no descarrilan un universo que se nota construido con mucho mimo y cariño por sus dragones.
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