Los asesores de la Casa Blanca han desarrollado nuevas y creativas técnicas para atraer la atención de Donald Trump, un presidente que es incapaz de procesar densas discusiones sobre política internacional o inteligencia y cuyos deslices en asuntos de Estado siguen sorprendiendo.
En el Consejo Nacional de Seguridad de la Casa Blanca, las explicaciones se mantienen de manera muy visual, con mapas, gráficos y contrastes claros en los conceptos, según han revelado fuentes gubernamentales a los medios.
Además, se intenta añadir el nombre de Trump todo lo posible para que el mandatario lea documentos de más de un página.
Pese a todo, en ocasiones el presidente parece no entender asuntos como la historia de Corea del Norte, principios de macroeconomía o la razón por la que algunos gastos en defensa son, a la larga, ahorros tecnológicos.
Los mandatarios que se han reunido con Trump han comprobado que, para tratar al nuevo presidente del país más poderoso del mundo, hay que dedicar tiempo a hablar de historia.
Eso hizo el presidente chino, Xi Jinping, en su encuentro con Trump en abril, cuando llegó la hora de explicar los claroscuros del problema norcoreano.
«Tras escucharle durante diez minutos me di cuenta que no es tan fácil», confesó el mandatario estadounidense al diario The Wall Street Journal.
Con el tiempo, Trump parece haber perdido esas trazas de humildad y recientemente llegó a presumir ante el semanario The Economist de haber inventado un término sobre estimulo macroeconómico que lleva casi un siglo en los libros.
«¿Has oído antes esa expresión? Porque yo no la había oído. Quiero decir que se me ocurrió a mí hace un par de días y pensé que era muy buena», indicó el presidente sobre el término «pump priming», expresión acuñada para explicar cuándo el gasto público puede reactivar la generación de riqueza.
En el área de defensa, el presidente ha dejado perlas como en una reciente entrevista con la revista Time, en la que explicaba cómo en la visita de un portaaviones de última generación en construcción desechó la idea de invertir en una nueva catapulta para lanzar aviones de manera más eficiente y barata.
«Tienen un sistema de catapulta digital (…). No usan la catapulta de vapor (la versión antigua). Me sonaba mal. ¿Digital? Es muy complicado, tienes que ser Albert Einstein para entenderlo», narró el presidente, quien instó a los marineros a olvidarse de la «catapulta digital», que en realidad se llama electromagnética y usa algo similar a un motor lineal, algo sencillo en rasgos generales.
La inexperiencia de Trump es más problemática cuando afecta a asuntos de seguridad nacional, algo que ha llevado, como dejó entrever esta semana el asesor de seguridad nacional H.R. McMaster, a mantener al presidente al margen de algunos asuntos delicados.
«El presidente ni siquiera sabía el origen de la información», zanjó el martes McMaster en una rueda de prensa en la que los periodistas buscaban respuestas sobre las filtraciones acerca de que Trump reveló información altamente clasificada al ministro ruso de Exteriores, Serguéi Lavrov, y su embajador, Serguéi Kislyak.
«Trump invita a dos declarados adversarios al Despacho Oval -algo ya poco habitual- y les comenta que EE.UU. tiene cierto infiltrado dentro del Estado Islámico a dos observadores rusos muy bien entrenados y posiblemente a un agente ruso que se hace pasar por periodista», explicó Jeff Stein, analista de Newsweek y experto en intrigas de espionaje en Washington.
David Brooks, columnista del diario The New York Times, reflexionaba esta semana que probablemente las motivaciones de Trump para hacer estas observaciones se deben más a sus meteduras de pata y sus ganas de presumir que a un elaborado complot.
Brooks recomendaba no dedicar «el vasto poder analítico» de aquellos que buscan explicar a Trump, para «entender a un hombre cuyos pensamientos son a menudo simplemente seis luciérnagas zumbando al azar en un jarrón».
Stein considera que lo que ocurrirá es que el equipo de Trump y el llamado «gobierno permanente» (funcionarios diplomáticos de inteligencia de carrera) seguirán trabajando con los socios de Washington manteniendo al presidente a cierta distancia.
«De alguna manera -cree Stein-, esas personas conspirarán con otros socios de EE.UU. para mantener cierta información de inteligencia fuera del alcance del presidente y de algunos miembros de su equipo para que no quede expuesta».
Jairo Mejía para EFE.