El número de víctimas de desplazamiento forzado volvió a batir un triste récord en 2018 al alcanzar los 70,8 millones entre refugiados, solicitantes de asilo y desplazados internos, un fenómeno en el que la crisis de Venezuela ha tenido una notable influencia a pesar de no estar reflejada en toda su magnitud.
Esto se debe a que de más de cuatro millones de venezolanos que han abandonado su país desde 2015, menos de medio millón han solicitado la condición de refugiados, cerca de la mitad de ellos en Perú.
De manera global, la cifra de personas que se han visto forzadas a desplazarse se ha duplicado en cuestión de veinte años y en 2018 fueron 2,3 millones de personas más que el año anterior, explicó el alto comisionado de la ONU para los refugiados, Filippo Grandi.
Según los datos más recientes, 37.000 personas fueron obligadas cada día por conflicto, violencia o violaciones de sus derechos humanos a abandonar sus hogares.
La crisis en Venezuela acaparó en gran medida la conferencia de prensa que Grandi ofreció con motivo de la publicación del informe anual de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), que detalla las últimas tendencias del desplazamiento forzado en el mundo, en la víspera del Día Mundial de los Refugiados, el 20 de junio.
A ese respecto precisó que, si bien una minoría de venezolanos que han abandonado su país ha pedido asilo, la mayoría necesita protección internacional ya que su éxodo se debe a la inseguridad, el miedo a ser blanco de represalias por sus opiniones políticas, a la escasez de alimentos, de medicinas y servicios públicos, o a la imposibilidad de mantenerse a sí mismos y sus familias.
De todas las personas del mundo que han sufrido desplazamiento forzado, la mayoría (41,3 millones) se ha quedado en su propio país.
Por su parte, los refugiados (aquellos que han cruzado una frontera internacional) totalizaron 25,9 millones en 2018 (500.000 más con respecto a un año antes), mientras que hay 3,5 millones de solicitantes de asilo.
Un dato dramático que emerge del informe es que la mitad de los refugiados son niños, lo que desmiente el discurso antimigración que intenta confundir a los refugiados con migrantes con fines económicos.
«Los niños no huyen para buscar mejores oportunidades, huyen simplemente en busca de seguridad», sostuvo el italiano Grandi.
La proporción de la humanidad que son refugiados, solicitantes de asilo y desplazados internos es ahora de 1 de cada 108 personas, mientras que hace diez años era de 1 de cada 160 personas.
La tendencia al aumento de los desplazamientos forzados se explica por la incapacidad para resolver conflictos armados o situaciones de violencia, para lo cual la condición mínima -enfatizó Grandi- es la cooperación política entre las principales potencias.
Sobre la problemática de la migración hacia Europa por el Mediterráneo, una ruta donde los naufragios de embarcaciones de migrantes son frecuentes, Grandi consideró incomprensible que los países europeos sigan sin ponerse de acuerdo en un sistema de repartición de refugiados e inmigrantes cuando éstos son rescatados.
«No entiendo porqué no hay acuerdos más previsibles y se evitan negociaciones inútiles. Los ministros pasan horas al teléfono para negociar que tres migrantes vayan a un país y cinco a otro, que en general son Italia y Malta», lamentó.
La razón -explicó- es que el debate sobre la migración está totalmente politizado porque se considera que «repartición» equivale a «compromiso» y a los gobiernos «les aterroriza que esto sea utilizado políticamente».
En este punto, el alto comisionado rindió tributo al coraje que mostró en 2015 la canciller alemana, Angela Merkel, cuando decidió abrir las fronteras de su país a los refugiados que en ese momento huían en su mayoría de la guerra en Siria.
El alto comisionado sostuvo que aunque ese haya sido el pretexto que utilizó la clase política alemana para atacar a Merkel, la historia valorará su figura y recordará aquella decisión como la correcta. Ginebra/Berlín, 19 jun (EFE) – Isabel Saco