Imaginemos un paciente al borde del colapso, con órganos vitales fallando y médicos desesperados por encontrar una solución. Ese paciente es Colombia, y su órgano vital es el sistema de salud. Hoy, más que nunca, este sistema se encuentra al borde del abismo, víctima de una gestión política que prioriza intereses particulares sobre el bienestar de millones.
El gobierno actual, en su afán por imponer una reforma ideológica, ha convertido el sistema de salud en un campo de batalla política. Con un chantaje descarado, amenaza con desfinanciar las EPS y colapsar el sistema si no se aprueba su propuesta a toda costa. Esta estrategia no solo pone en riesgo la salud de millones de colombianos, sino que evidencia una falta de compromiso con el bienestar de los ciudadanos.
Las consecuencias de un colapso del sistema de salud son inimaginables. Listas de esperas interminables, escasez de medicamentos, cierre de hospitales y un deterioro generalizado de la atención médica son solo algunas de las calamidades que acechan a los colombianos. El aumento exponencial de las quejas de los pacientes es una clara señal de alarma que no puede ser ignorada.
La situación es tan grave que incluso las EPS y las IPS están sufriendo las consecuencias. La Nueva EPS, la más grande del país, enfrenta una siniestralidad alarmante y la incapacidad de atender adecuadamente a sus pacientes. Las quejas de los pacientes han aumentado en un 40% en solo seis meses, lo que evidencia una crisis que no se puede ignorar.
La reforma propuesta por el gobierno, lejos de ser una solución, se perfila como un problema aún mayor. Elaborada sin el consenso de los expertos y sin considerar las necesidades reales de los colombianos, esta reforma amenaza con profundizar la crisis y generar aún más incertidumbre.
A todo lo anterior, se le suma la escasez de personal médico en todos los niveles, se suma el agotamiento físico y mental acumulado durante los últimos cuatro años, sumado a la irregularidad en los salarios y, lo que es aún más grave, las amenazas y la violencia física contra médicos y enfermeras en las salas de urgencia.
Los colombianos debemos protestar y exigir un sistema de salud digno y eficiente. No podemos permitir que nuestros seres queridos sigan sufriendo por la negligencia de quienes nos gobiernan. La salud es un derecho fundamental, no un privilegio. No permitamos que nuestros políticos jueguen con nuestras vidas.
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