Carolina Sanín lo tiene claro, «la literatura en español vive un momento feliz», una opinión que, sin embargo, rehúsa ilustrar con nombres y apellidos, si bien hay quien incluye el de esta escritora colombiana en la lista de aquellos que han hecho posible que eso sea así.
«Es así desde hace poco tiempo. Antes, durante unos años, han coincidido grandes nombres, pero no mucha variedad» en la literatura en español, asegura Sanín en una entrevista.
«Hay autores interesantes en España, en México, Argentina y también algunos en Chile», subraya, al tiempo que vuelve a eludir citar nombres concretos.
Carolina Sanín (Bogotá, 1973) ha cruzado el Atlántico y se ha presentado en España con su segunda novela bajo el brazo, «Los niños», un texto inquietante, editado por Siruela, que antes ha sido muy bien acogido por crítica y público en su Colombia natal, donde se publicó hace ahora exactamente un año.
«Los niños» supone el debut literario en España de esta colombiana que compagina la escritura con la docencia, ya que es profesora en la Universidad de Los Andes, en Bogotá, en cuyas aulas imparte clases de literatura medieval, del Renacimiento y del Barroco, además de creación literaria y traducción.
«No soy -asegura- de esos escritores que sólo quieren vivir de la escritura. Me gusta mucho dar clase. Cuando estoy delante de los estudiantes, en diálogo con ellos, surgen muchísimas ideas que alimentan lo que escribo».
Profesora, pues, ensayista, articulista, actividad ésta que reconoce tiene un poco olvidada últimamente, novelista y hasta autora de textos de humor y para niños, Sanín vive con ilusión su «debut» literario en España.
«Tengo más curiosidad (por conocer la reacción del lector español) que expectativas», dice quien confía que «a alguien le diga algo» esta historia tan original como inquietante que es «Los niños».
La historia de Laura, una mujer ya madura, antigua locutora de comerciales, que vive con su perro Brus, lee «Moby Dick» y es asidua de los centros comerciales, a cuya puerta llama un día un niño de la calle que dice llamarse Elvis Fider, y a quien ella prefiere llamar Fidel.
«Laura -escribe Sanín- pensó que podía ser bueno vivir y caminar con un niño al lado para decirle, a veces, hacia dónde mirar».
«Aunque sea un libro -continúa- sobre la relación de una mujer adulta y un niño pequeño, es en realidad un encuentro entre dos niños solos. Y son inquietantes porque, de alguna manera, no son personajes».
Una historia, en definitiva, en la que hay «mucho de personal. La experiencia que nos vincula a todos y la más radical, la de ser hijo de una madre», afirma quien se acuerda de la niña fantasiosa que fue.
Esa fantasía «desbordante» ahora le permite ser escritora. «No sé -y ríe a carcajadas- si no me ha llevado a ser una mujer adulta paranoica. Era una sensación (tanta fantasía) de vivir en dos mundos y no saber si el mundo cambiaba de repente o a cada instante, de un día para otro».
En un segundo plano de esta novela «compacta, sin disgresiones», de poco más de 150 páginas, «más un cuento o una fábula», reconoce quien la ha escrito, puede intuirse el conflicto violento que vive Colombia, si bien la tendencia de Carolina Sanín es a eludir «una literatura de coyuntura».
«La violencia -explica- entra en la novela de una manera tangencial, casi, casi secundaria. Se asoma a través de grietas, pero cuando lo hace es de una manera muy agresiva».
Una violencia que cree no desaparecerá aunque haya acuerdo en las conversaciones de paz que el gobierno colombiano celebra desde hace meses con la guerrilla. «Espero que el proceso de paz se lleve a cabo y concluya satisfactoriamente. Es necesario que se firme con todos los grupos guerrilleros, no solo con las FARC».
Ahora bien, la autora afirma que no cree que ello suponga el fin definitivo de la violencia. «Es el final -dice- de una guerra, pero no el de la violencia. Hay muchas personas -recalca- en mi país que viven de la guerra».
Madrid, 6 may (EFE) | Carlos Mínguez