James Dean, que el lunes cumpliría 90 años, pasó a formar parte de la historia del cine protagonizando únicamente tres películas, «Al este del edén» (1954), «Rebelde sin causa» (1955) y «Gigante» (1955).
Estas cintas le convirtieron en una estrella, tristemente fugaz, cuando encontró la muerte con tan solo 24 años.
James Byron Dean vino al mundo un 8 de febrero de 1931 en la ciudad de Marion (Indiana, EEUU), un lugar inmerso en la convulsión tras el linchamiento meses antes de dos hombres afroamericanos por una horda de furiosos ciudadanos blancos.
La familia decidió trasladarse a Santa Mónica (California), escenario en el que el pequeño sufriría la pérdida de su madre cuando apenas tenía 9 años.
Un trágico suceso que le marcaría para siempre a James Dean
Al ser únicamente su madre la que compartía con él su amor por la interpretación, y que le separaría casi definitivamente de su padre, tras mandarle este a vivir con sus tíos en una granja de Indiana.
Volvió a la costa oeste y comenzó a estudiar Derecho en la Universidad de California, al tiempo que probaba suerte en «castings» para pequeños papeles televisivos.
Hasta que un buen día, fruto del azar y de su amistad con el actor James Whitmore, encontraría su primer papel en el drama televisivo «Hill Number One».
Dean, no obstante, tomó la decisión de mudarse a Nueva York y entrar en el Actors Studio dirigido por Lee Strasberg.
Esa resolución fue fundamental para su carrera porque le propiciaría un papel en el montaje teatral de «See the jaguar” y una participación clave en la adaptación teatral del libro de André Gide «El inmoralista» (1954).
Dos trabajos muy reseñables, especialmente el último en el que se metía en la piel de un extorsionador homosexual, que no pasaron desapercibidos para el director Elia Kazan, uno de los fundadores del Actors Studio.
Kazan pretendía llevar a la gran pantalla una versión libre de la novela de John Steinbeck «Al este del edén», y dice la leyenda que tras presenciar una visita de Dean a su padre, en la que se ponía de manifiesto la total ausencia de relación entre ellos, el reputado director vio en el joven actor a la persona ideal para el personaje de Cal Trask.
Una historia que reproduce el mito de Caín y Abel, en la que James Dean recibió grandes alabanzas gracias a su interpretación al borde de la exageración, repleta de un sinfín de gestos y cambios tonales que, junto a su complicidad con Raymond Massey, el padre en la cinta, le encumbrarían para siempre en el firmamento cinematográfico.
El estrellado de James Dean
“Al este del edén» le proporcionó a Dean unos incipientes ingresos con los que pudo comenzar a dar rienda suelta a su amor por la velocidad, con la compra de un Porsche Super Speedster blanco con el que se inició en las carreras en ruta.
Todo al tiempo que se embarcaba en otro proyecto titulado «Rebelde sin causa» (1955), a las órdenes de Nicholas Ray, una cinta que reunía a tres talentos jóvenes: el mencionado Dean, Natalie Wood y Sal Mineo, todos ellos fallecidos en circunstancias trágicas antes de alcanzar los 45 años.
Una cinta profundamente generacional, con un Dean encarnando, de nuevo, a un personaje al margen de la norma que busca su sitio en un entorno problemático, con unos padres que han dejado de quererse y unos compañeros de instituto deseosos de castigar a todo aquel que se salga de lo establecido.
Drama juvenil que antecedería a la última película de James Dean: la colosal «Gigante» (George Stevens, 1956), historia sobre la familia de terratenientes Benedict, con Rock Hudson en el papel de Jordan Benedict y Elizabeth Taylor encarnando a la diferente y atractiva señora Leslie, mujer de Jordan y amor platónico de Jett, un empleado de la familia interpretado por James Dean.
Nada más terminar el rodaje, Dean, al que le habían prohibido por contrato correr, cogió su nuevo Porsche 550 Spyder, al que apodó «pequeño bastardo», y junto a su mecánico Rolf Wuetherich, participaron en una carrera en Salinas (California).
Alertado por el aparente exceso de velocidad, un policía paró al deportivo plateado, multándolo por ir a 65 millas por hora en una zona de 55 millas por hora. Desgraciadamente solo dos horas después Dean y su mecánico fueron embestidos en el cruce de Highway 46 y Highway 41, a unas 80 millas de Bakersfield, por un sedán Ford Tudor.
Como consecuencia del accidente, Dean se rompió el cuello y sufrió graves lesiones internas que le hicieron llegar muerto al hospital. El mecánico, en cambio, salió con vida.
El 8 de octubre de 1955, James Dean era enterrado en Fairmount (Indiana), ante más de tres mil personas. Dos días después se produjo el estreno en Nueva York de «Gigante», última cinta de Dean y el principio de su eterno estrellato entre los «elegidos» de la meca del cine.
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Laura Tabuyo