El rostro visible de las FARC en la negociación de paz con el Gobierno colombiano, Luciano Marín Arango, alias «Iván Márquez», se convirtió este jueves en la imagen del regreso a las armas de un grupo de líderes de la antigua guerrilla que dice estar disconforme con la «traición» a lo pactado.
La vida de Márquez, de 64 años, ha sido un ir y venir entre la guerrilla y la política, como quiera que tras el primer intento de negociar la paz, durante el Gobierno del presidente Belisario Betancur (1982-1986) fue elegido miembro de la Cámara de Representantes por el partido Unión Patriótica pero el genocidio de que fueron víctimas sus militantes lo devolvió a las armas.
Márquez, uno de los líderes más conocidos y radicales de las FARC. Nació el 16 de junio de 1955 en Florencia, capital del departamento del Caquetá, en el selvático sur del país, donde las FARC construyeron uno de sus fortines a partir de los años 80.
Como muchos otros miembros de las FARC, hizo parte de la Juventud Comunista Colombiana (JUCO), partido en el que comenzó a apoyar a esa guerrilla llevando provisiones a las zonas rurales.
Luciano Marín Arango comenzó ganándose la vida como profesor de primaria y poco después entró a la guerrilla donde después de más de 30 años, ya con el alias de «Iván Márquez», y pese a sus posturas radicales, terminó convertido en uno de los artífices del acuerdo de fin del conflicto que hoy abandonó oficialmente.
Llegó a ser profesor de biología entre 1977 y 1979 en el Colegio Corazón Inmaculado de María, en la localidad de El Doncello (Caquetá), periodo en el que afianzó sus ideas de extrema izquierda y acabó dejando la tiza y las aulas para empuñar el fusil en el monte.
Márquez escaló desde la base posiciones en la jerarquía de las FARC, ascenso que comenzó como comandante de frente en los departamentos de Caquetá, Huila y Putumayo, desde donde luego pasó al Bloque Sur y posteriormente al Caribe. Estuvo también entre los mandos que impusieron su ley en la región agroindustrial de Urabá, en el noroeste del país.
A comienzos de la década del 90 participó como negociador en los fallidos diálogos de paz de Caracas y Tlaxcala (México), que tuvieron lugar durante el Gobierno de César Gaviria, pero su gran salto en la organización guerrillera lo dio con el cambio de siglo.
La experiencia negociadora la repitió en los también frustrados diálogos con el Gobierno de Andrés Pastrana (1998-2002) en la zona desmilitarizada de más de 42.000 kilómetros cuadrados que se creó en el Caquetá y parte del vecino departamento del Meta, donde se hizo uno de los rostros más conocidos de la guerrilla.
En 2008, tras la muerte de Luis Edgar Devia, alias «Raúl Reyes» en un bombardeo de las Fuerzas Armadas colombianas a su campamento en el lado ecuatoriano de la frontera, Márquez asumió un papel más notorio como portavoz internacional y fue llamado a hacer parte del «secretariado», máximo órgano de dirección colectiva de las FARC.
El salto definitivo lo dio en los años siguientes cuando la muerte natural del fundador de las FARC, Pedro Antonio Marín, alias «Manuel Marulanda» o «Tirofijo», también en 2008, y la de su sucesor, Guillermo León Sáenz, alias «Alfonso Cano», en una operación militar en 2011, forzó un cambio generacional en las filas rebeldes.
Esa bajas auparon a la jefatura de las FARC a Rodrigo Londoño, alias «Timochenko», y Márquez, con la negociación de paz en ciernes, se convirtió en el número dos y jefe del equipo de la guerrilla en los diálogos de La Habana durante los 44 meses del proceso.
«En los diálogos siempre fue uno de los huesos más duros de roer, junto con Jesús Santrich», dijo a Efe una fuente cercana a las negociaciones en la capital cubana.
En 2006, Márquez estaba en la lista de guerrilleros de las FARC contra los que Estados Unidos presentó cargos por enviar cocaína a ese país, además de tener más de 130 órdenes de captura por diversos atentados y delitos como secuestro, extorsión y asesinato.
Con la firma del acuerdo de paz, en noviembre de 2016, se convirtió en pieza clave de la implementación y viajó por todo el país con miembros del Gobierno visitando las zonas rurales donde los guerrilleros hacían el tránsito a la vida en sociedad.
Su papel fue tan decisivo que las FARC lo designaron como primero en la lista para ocupar uno de los cinco escaños del Senado que por dos legislaturas les concedió el acuerdo de paz.
Su nueva carrera política dio sin embargo un giro el 9 de abril de 2018 cuando su compañero Seuxis Paucias Hernández, alias «Jesús Santrich», fue detenido en Bogotá con base en un pedido de extradición de Estados Unidos, que lo acusó de conspirar para enviar diez toneladas de cocaína a ese país después de la firma de la paz.
Junto con Santrich fue detenido Marlon Marín, sobrino de Márquez, quien enseguida fue trasladado a EE.UU. en calidad de testigo protegido.
Diez días después Márquez anunció que volvía al Caquetá para juntarse a otros exguerrilleros en una zona de desmovilización porque no tenía garantías de seguridad y el 20 de julio no apareció para asumir su escaño como senador.
En el Caquetá se le perdió el rastro y aunque en algunas ocasiones se pronunció en contra de la dejación de armas, lo que consideró un «error» de las FARC antes de la implementación total del acuerdo, el país volvió a verlo este jueves ya como jefe de las disidencias de la guerrilla.
Jaime Ortega Carrascal
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