Se trata de Eduardo Ramírez Villamizar, el artista constructivo que con su propuesta de arte precolombino expresado en figuras geométricas minimalistas lo catapultó a la fama mundial como el precursor del arte abstracto colombiano.
Nació el 27 de agosto de 1923 en Pamplona, Norte de Santander. Hijo de un joyero en bancarrota y el menor de once hermanos tuvo que trasladarse con toda su familia a Cúcuta para subsistir. Más temprano que tarde Eduardo logra salir adelante y llega a Bogotá para estudiar arquitectura en la Universidad Nacional, pero pronto se enfocó en la pintura y luego en la decoración de espacios, labrando su camino como artista.
Con 22 años pudo exponer por primera vez sus acuarelas y años después estaba en París y Madrid viendo las obras de Picasso y Víctor Vasarely, siendo este último su mayor influencia. «Me enseño que no había que representar nada para expresar lo maravilloso de la creación; color, formas y geometría sumados son suficientes», afirmó, tal como publica el diario El País.
Cuando volvió al país se consolidó con escultor integrando el arte precolombino con la abstracción de su interpretación, manteniendo siempre la esencia ancestral de sus obras orfebres. Décadas más tarde trabajaría con otros materiales como caracoles y madera y se inspiraría de culturas como la Inca, con viajes a Machu Pichu y otros lugares arqueológicos de Latinoamérica.
El 23 de agosto de 2004 el maestro falleció en Bogotá a los 80 años. Sus cenizas reposan en una vasija de barro de la artista Beatriz Daza al pie de un magnolio centenario, en el patio central del museo de arte moderno que lleva su nombre en su ciudad natal, Pamplona, como así lo pidió.