Este domingo 11 de septiembre, en el marco de la Fiesta del Libro y la Cultura, el escritor Francisco Pulgarín lanzará su nuevo libro «232 días» en el Jardín Botánico de Medellín, acompañado con la presentación del director y guionista Víctor Gaviria.
Atravesar esta experiencia de la muerte de la madre, su madre, Edilma, fue para Francisco una vivencia de muerte, una abrumadora consciencia «de tener como ella los días contados».
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El sufrimiento de ella le había revelado su propia fragilidad. Como lo escribió con sus propias palabras en el prólogo, vivir el duelo fue vivir la muerte, «fue hacer un largo viaje al final de la noche, en el que la oscuridad se extiende y no termina nunca».
Francisco se levantaba durante este triste duelo de siete meses, a escribir en la noche como un autómata, estos poemas que semejan un diario, y era como si ella le dictara el largo martirio compartido. Entonces ocurría, en medio del dolor, el milagro: las palabras alumbraban la desolación. Y era una larga carta de despedida, sorprendentemente una carta que parecía escrita por los dos, o para los dos.
Decide escribir estos poemas «sin distancia, sin eufemismos», y como una liberación decide escribir todas las palabras que había evitado durante meses. Al fin fueron pronunciadas: «el cáncer era cáncer, la muerte era muerte, el dolor era dolor».
Como lo descubrió, estaba escribiendo un recuento de la angustia compartida, y especialmente, una crónica de su relación con la madre y de esta manera abrazarla, “crear otro vínculo, decirle que la amaba, y admirarla profundamente desde otra perspectiva”.
Y este libro que el lector tiene en sus manos, fue escrito en dos momentos: durante los siete meses de la travesía en el martirio, en cada noche uno o dos poemas, contenidos, dolorosos, pero vigilantes y alertas, y luego, un año después, siguió un segundo texto paralelo, que surgía como un comentario a cada uno de los poemas.
Con el primero, titulado “El día del padre”, Francisco, recuerda que en aquellos días Edilma le entregó una tarjeta, dándole a entender que él, que había sido el hijo, era ya el padre que la había llevado de la mano durante esos meses de dolor, igual a como ella lo había llevado de niño hasta el colegio. Y Francisco recordaba con precisión que había sido él quien de niño le había escrito muchas veces, señalándole que ella era también su padre. Es un breve poema que mezcla los tiempos, los junta unos con otros, y produce esa pequeña clarividencia, a pesar del dolor.
En el comentario a este primer poema, Francisco se ve obligado a recordar circunstancias que completan la crónica. Son esos detalles prosaicos en que la muerte despliega y muestra, como sin querer, escuetamente sus peldaños. Cuenta que el 15 de febrero le diagnosticaron el cáncer, y que cuatro meses después el dolor se había apoderado de todo. Y que allí ella escribió la nota en donde lo nombró su nuevo padre, el padre de los dolores.
Francisco Pulgarín presentará su libro en el marco de la Fiesta del Libro y la Cultura
En el segundo poema, “Copito”, Francisco se devuelve en el tiempo, hasta antes del dolor, y recuerda la imagen del gato a quien la madre miraba cazar lagartijas. Era un gato que vivía ajeno a su propio silencio. Saltaba al lado de la madre y le impedía, jugando, arreglar la casa. Era un gato que vivía en su propio tiempo lento. Y allí surge la idea que provoca el poema: espiando sus dolores al pie de la cama, el gato, sospecha Francisco, gracias al tiempo extendido y lento de los gatos, había compartido más tiempo con la madre que él mismo. Son las pequeñas verdades luminosas que la poesía logra encontrar.
Luego, en el tercer poema, “Ciclos”, primero, los veintiún día, el intervalo entre cada tratamiento que le hacían a la madre, es la cifra de la esperanza que, después de muerta, ya no significaba nada. Y el hijo, después de la muerte de la madre, trata de buscar dentro de sí mismo, sin lograrlo, otros ciclos de esperanza.
Para terminar, quiero hacer referencia a otro poema que está a la mitad del libro, y que se titula “Fe”. Francisco, recuerda que cuando niño no quería aprender a leer, pero su madre le insistió y se impuso. Y le dio las palabras para defenderse del mundo. Y hay aquí, en el comentario, unos momentos entrañables: la madre le hacía repetir, mientras barría y arreglaba la casa, las conjunciones de las letras que se convertían en palabras. Y de esta manera ella le concedió el don de escribir, el don de tener la fe en las palabras que lo defendían del mundo. De tal manera que estos comentarios, escritos un año después, son también poemas, segundos poemas que expanden y completan los primeros.
Para el lector la experiencia minuciosa de acompañar en este libro los últimos días de Edilma, la madre de Francisco, es la experiencia de ir encontrando los propios dolores, los que todavía no han ocurrido, o tal vez ocurrieron ya. Uno tras otro, estos poemas construyen un corazón de cristal, hecho de tiempo y de pequeños episodios, a través del cual la madre enseñó al hijo todas las letras del amor, que son en el fondo los lenguajes de la espera, de la vida, de los días. Los momentos de la madre, recordados por su hijo, que son, a pesar del dolor, pozos de amor.
«232 días», de Francisco Pulgarín, estará disponible en las principales librerías a partir del domingo 11 de septiembre.
Vea la entrevista completa con Francisco Pulgarín y Víctor Gaviria.
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