Cada ser humano cuenta con la propia dotación natural para crecer y desarrollarse, autodirigiéndose a su plenitud corporeoespiritual.

Madurar le supone el esfuerzo proporcionado a todas las capacidades, y su acierto en procurarse y aprovechar, las mejores oportunidades a través del justo esfuerzo que demandan, que incluye la educación que necesita para autogerenciarse de modo responsablemente libre.

A medida que perfeccionamos nuestras capacidades, nos damos cuenta de unos bienes que captamos de modo físico y estimulan nuestros deseos e impulsos, por ejemplo, ciertas comidas.

De la tendencia a ser atraídos por lo que tiene cierta perfección, deducimos la apasionante tarea de aprender a gerenciarnos para superar el riesgo de dispersarnos del mayor bien, que lleva a su plenitud la armonía de todas las perfecciones, tendencias y actos correspondientes a estas, en nuestra dotación natural.

Una de nuestras percepciones consiste en desear lo mejor, pero no es suficiente: es necesario conocerlo, reconocerlo, desprendernos de todo lo que suponga una dispersión u otra clase de estorbo para alcanzarlo, y transitar la ruta desde lo que somos, hasta llegar a la meta del nivel más alto que podamos alcanzar.

No basta tener la capacidad de ser interpelados por el bien o perfección de alguien o algo, hace falta que lo que busquemos o se presente ante nosotros, tenga la perfección que hace posible que optemos por su posesión y, si es persona, por darnos, de algún modo dejarnos poseer, que es la unió o mutua donación y posesión por amor, por ejemplo, en la vida conyugal.

Podemos acertar (verdad real) o no (verdad aparente), en nuestra conclusión con la que estimularemos nuestra voluntad.

Pero si nuestra opción es reconocer el justo valor -la realidad- y en función de ella hacemos el esfuerzo de rectificar las veces que nos equivoquemos en el uso de nuestras perfecciones, capacidades, tendencias y actos, transitaremos al mejor ritmo la ruta completa hacia nuestro pleno desarrollo.

De todo error necesitamos rectificar cuanto antes, replantearnos cómo mejorar en la virtud de la estudiosidad y las demás que necesitemos, y allanar solidariamente a otros, este itinerario hacia el pleno desarrollo.

Se suelen usar diferentes términos para reconocer la atracción física (tendencia física,) y la espiritual (tendencia espiritual), generadas por ciertos estímulos, por ejemplo, el impulso de sonreir y acoger a un niño que nos pide sinceramente disculpas.

Esas tendencias son reacciones de las perfecciones que nos constituyen, ante realidades externas a nuestro ser. Aprender a conocerlas y valorarlas nos permiten desarrollarnos plenamente, y que nuestra sociedad sea, en todo, promotora del mayor desarrollo humano.

La unidad estructural social básica, a la que cada uno de todos los seres humanos, sin excepción, tiene derecho, por ser la óptima para su acogida y crecimiento personal, es la familia.

Que haya quienes no cumplan el deber de que sea así, requiere una solución que redunde en el mayor beneficio de cada integrante de la este grupo humano.

Vale la pena lo que fomente un altísimo nivel de coherencia con esto, que puede servir también de referente para elegir novio, esposo, trabajo, instituciones educativas y gobernantes.

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Redacción Minuto30

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