A Mircea Cărtărescu se le está poniendo cara de Nobel de Literatura. El flamante ganador del Premio Formentor 2018 se ha dejado ver por Madrid esta semana, tras su exitoso curso sobre literatura rumana en la Universidad de Columbia, para acudir al lanzamiento de su nueva novela “Theodoros” en la Librería Rafael Alberti de la calle Tutor, templo de las letras que se ha convertido en su segundo hogar y donde ya acumula cuatro visitas con lleno total y filas kilométricas que le dan la vuelta a la manzana. A las afueras, un retrato suyo autografiado en una vitrina que sirve de altar para su obra da testimonio sobre la fe que en este lugar le tienen al talento del escritor rumano.
Dentro, un Cărtărescu haciendo frente al jet lag como un campeón deleita a sus lectores con una explicación sincera sobre cómo “Theodoros” no se parece en absoluto a “Solenoide”, su gran éxito editorial que se ha posicionado como el parangón de todos sus trabajos posteriores, pero que no por ello es una obra ajena a su estilo pues “si Solenoide es el cerebro, Theodoros es el corazón” sentencia entre una lluvia de aplausos. Aunque su nuevo texto tiene un tono diferente al que nos tiene acostumbrados, más cercano a la novela histórica por las apariciones del Rey Salomón o la Reina de Saba, su magia se percibe intacta y, de paso, nos permite explorar otras facetas estilísticas de la misma pluma.
Finalmente, como no podía faltar, Cărtărescu se despide haciendo una defensa a ultranza de los géneros literarios mal llamados “secundarios” por su profundo arraigo popular, como la novela negra o la autoficción, sosteniendo que no importa tanto el terreno donde se mueva la historia como la pericia del narrador a la hora de contarla. Así es como, para demostrar su punto, trae a colación como ejemplo a “El Amor en los Tiempos del Cólera”, un libro que “esencialmente es una telenovela” según él, pero que gracias a la habilidad de García Márquez es un relato que consiguió trascender a la esfera de referencia universal.
Tras varios días más en la ciudad con ocasión de su participación en el Festival Eñe, las trincheras culturales comienzan a hervir con el debate sobre sus probabilidades reales de ganar el Nobel en el futuro cercano. En su contra juega no sólo competir en la misma nacionalidad contra un titán de la poesía como lo es Ana Blandiana, quien pocos días atrás recibió el Princesa de Asturias en Oviedo de las manos del Rey de España, sino también el recuerdo aún vívido de la consagración de Herta Müller (Nobel 2009), compatriota contemporánea con Cărtărescu y quien, aunque prácticamente retirada, sigue todavía demasiado viva para poder abrir el debate sobre su sucesión sin que se enarquen algunas cejas.
Lo cierto es que Cărtărescu está en el sonajero por Europa del Este, uno altamente competitivo por incluir a plumas como Gueorgui Gospodinov, Andréi Kurkov, Liudmila Ulítskaya o Lászlo Krasznahorkai, y ese es el primer paso para, si quiera, tener una oportunidad de llevárselo.
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