Redacción Ciencia, 27 abr (EFE).- Enviar una misión tripulada a Marte sigue siendo uno de los principales retos científicos actuales, un desafío en el que todavía no está claro con qué tipo de energía se abastecerá la primera expedición humana al planeta rojo.
Hoy, un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Berkeley (California) cierra el debate y afirma que es muy probable que esa primera expedición utilice energía solar en vez de energía nuclear.
El concepto no es nuevo, de hecho, la mayor parte de los rovers de la NASA se impulsan con energía solar pero, en la última década, la mayoría de los científicos se han inclinado a favor de la energía nuclear que -piensan- será la opción más factible para las misiones humanas.
Sin embargo, el estudio publicado este miércoles en ‘Frontiers in Astronomy and Space Sciences’, defiende que la mejor opción es la solar.
Para determinarlo, los autores compararon varias formas de generar energía para una misión de seis personas a Marte: con un sistema de propulsión nuclear y con dispositivos fotovoltaicos e incluso fotoelectroquímicos.
Tras las pruebas determinaron que el ‘ganador’ es el sistema fotovoltaico que utiliza hidrógeno comprimido para almacenar energía.
Este sistema puede emplear la electricidad para dividir las moléculas de agua y producir hidrógeno, que puede almacenarse en recipientes presurizados y luego reelectrificarse en pilas de combustible para obtener energía.
Otras tecnologías, como la electrólisis del agua para producir hidrógeno y las pilas de combustible de hidrógeno, son menos comunes en la Tierra, en gran parte debido a los costes, pero podrían servir en la ocupación humana de Marte.
«El almacenamiento de energía de hidrógeno comprimido también entra en esta categoría y aunque no se utiliza habitualmente, se prevé que eso cambie en la próxima década», explica Anthony Abel, estudiante de doctorado de ingeniería química y biomolecular en la UC Berkeley y coautor del estudio.
Los autores del trabajo son miembros del Centro para la Utilización de la Ingeniería Biológica en el Espacio (CUBES), un proyecto que desarrolla biotecnologías para apoyar la exploración espacial.
CUBES se centra en la ingeniería de microbios para fabricar plásticos a partir de dióxido de carbono (CO2) e hidrógeno o productos farmacéuticos a partir de CO2 y luz.
No obstante, más allá de la ciencia y la tecnología, los autores recuerdan que es importante considerar el elemento humano de la exploración espacial.
«Citando a Chanda Prescod-Weinstein, ‘nuestros problemas viajan al espacio con nosotros’. Así que, cuando pensamos en ir a Marte, también tenemos que pensar en cómo abordar problemas como el racismo, el sexismo y el colonialismo, para asegurarnos de que vamos a Marte de la manera correcta», concluye Abel.
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