En esta época de catástrofe mundial sí que nos hemos dado cuenta de la importancia de cuidarnos. En cada acción que realizamos, cada momento que vivimos, sentimos la necesidad de cuidarnos unos a otros. De no hacerlo sabemos que nos ponemos en riesgo a nosotros mismos y a los demás.
Y lo hemos experimentado con la muerte de millones de personas en el mundo y con la pérdida de seres queridos que, a veces, por un simple descuido no pudieron superar la implacable fuerza del virus que hoy tiene en jaque a toda la humanidad.
Sin embargo, el tema del cuidado ha sido un asunto poco significativo para la sociedad en general. Insignificante ha sido la importancia que le hemos dado a esta tarea de proteger al otro. Desde siempre, y como si fuera una tarea asignada por la naturaleza, le hemos otorgado a las mujeres el papel de cuidadoras. Además, de ocupar un lugar invisible, tanto en la sociedad como en la familia, esta labor no ha sido reconocida y por el contrario subvalorada y en muchos casos despreciada.
Ayudar al otro es un asunto inherente al ser humano, las personas desarrollan desde pequeñas el sentido de la justicia, desde la empatía y la disposición de satisfacer una necesidad que el otro tiene. Pero el tema del cuidado va más allá de la esfera personal y familiar, es un asunto que toca la esfera de lo público, lo político y lo económico. Y hace un poco más de medio siglo se puso en el ojo de la discusión.
Este tema, tan importante para el ser humano en momentos de crisis como el que vivimos, las guerras, las pandemias, trasciende el sentido de la caridad y se ubica en el de los Derechos Humanos, sociales y económicos. El cuidado ocupa un espacio fundamental en el desarrollo de toda sociedad, porque implica los niños y las niñas, los enfermos, la maternidad, las personas mayores, las personas con discapacidad física o mental.
Este es un tema que además ha creado una brecha de género entre hombres y mujeres, que las ha dejado a ellas bajo condiciones económicas de desventaja, pese a que en Colombia se calcula que la economía del cuidado puede representar el 20 por ciento del Producto Interno Bruto del país, es decir, cerca de 186 mil millones de pesos. Su fuerza de trabajo no es recompensada monetariamente.
Es por esto que tenemos que apuntar a lo que ya se viene haciendo en los países europeos, donde se destina el 1 por ciento del PIB a las tareas del cuidado. La población está envejeciendo cada día más, y por lo tanto demanda mayor atención, y en los próximos años, la situación será más apremiante. La pandemia, que tanto dolor nos ha representado, también nos ha enseñado que necesitamos del otro, que no somos seres solitarios y que por el contrario nos necesitamos.
Es por esta razón que es necesario asumir el cuidado desde una perspectiva diferente, desde generar empleo bajo adecuadas condiciones laborales, profesionalizar la labor, ofrecer los servicios requeridos tanto para la persona a la que se le brinda el servicio como para el cuidador. Crear lugares de atención y capacitar a quienes desde el entorno familiar asumen esta tarea, por voluntad propia, sin olvidar que el cuidador necesita un reconocimiento económico porque eso también va en beneficio de quien es cuidado.
La filósofa española Victoria Camps, asegura que el cuidado también tiene que ser un objetivo político para introducir mayor bienestar para la sociedad, para hacer ver que una sociedad cuidadora, como se empieza a decir, es algo absolutamente fundamental en estos tiempos. La soledad, por ejemplo, es un fenómeno cada vez más amplio, que afecta a más gente, que se ha ignorado y que necesita una atención, una asistencia, un cuidado”. Y es ahí donde se necesita del sentido de la empatía de la amabilidad y de la humanidad.
El aumento de la población mayor, de los niños y las niñas, en el mundo será proporcional a la demanda de cuidados, al igual que obligará a crear mayores posibilidades de nuevos empleos. Se espera que para 2050, el 21,7% de la población mundial, es decir, cerca de 2.000 millones de personas, tengan más de 60 años.
Es por esto que en el mundo, y en especial en países en vías de desarrollo, donde este tema aún no es parte de las políticas públicas nacionales del cuidado, se requiere de soluciones encaminadas a crear políticas y servicios de cuidado; condiciones para la prestación de los servicios, profesionalización, y creación de entidades colaborativas.
En estos tiempos de pandemia el cuidado adquiere una mayor relevancia, en la medida que la situación exige de una dedicación extrema al cuidado, que sobrepasa el ámbito familiar, donde se concentran hoy todas las actividades, educativas, laborales, domésticas y por supuesto las del cuidado, y se extienden a los hospitales y los sitios de refugio para las personas mayores.
Todos necesitaremos en algun momento de la empatía del cuidado.
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