Resumen: El texto explora la metáfora de "sembrar una estrella", desde la escultura de la UdeA que representa al ingeniero, hasta el deseo de un padre de que su hija se convierta en una estrella que guíe a otros.
El Sembrador de Estrellas, esta escultura del Maestro Alonso Ríos, se ha convertido en el símbolo de la Facultad de Ingeniería de la UdeA, y es tenida como la representación del ingeniero que por medio de su trabajo logra plasmar estrellas nuevas en el firmamento que sirvan para guiar el desarrollo de la humanidad, es un símbolo de esperanza y de fé en un futuro mejor el cual ayudamos a construir con nuestro trabajo. Yo no estoy seguro de si algún día como ingeniero sea merecedor de decir que coloqué una estrella en el cielo, pero sí quiero hacer todo lo que esté a mi alcance para poder decirlo como papá.
Hace unas semanas, mi hija inició su vida escolar, y además de verme sorprendido por cómo ha crecido sin darme cuenta, también fue un recordatorio de la promesa hecha hace años, la oportunidad perfecta para volverle a decir que en ella tengo mi propia estrella germinada, y en la vida mi principal tarea será cuidarla y encargarme de entregarle todo lo mejor, hasta que sea una estrella que dé sus propios frutos y dé luz al mundo.
Muchas veces creemos que “sembrar una estrella”, es una gesta reservada solo para algunas almas extraordinarias, para personas famosas en el ámbito social, las artes, las ciencias, o hasta en la política, que con su trabajo pueden impactar las vidas de miles o millones de personas. Tal vez por eso sea que a los artistas famosos los llamamos estrellas del espectáculo.
Pero olvidamos que al igual que el campesino que al plantar, labra el campo, y deposita con amor una semilla de la cual brotará vida de la tierra, sembrar cualquier cosa, incluso una estrella, es un acto de fé y un símbolo de esperanza; no basta el trabajo duro y la dedicación en su obra, para garantizar que la semilla germine y crezca, a veces no es suficiente ni siquiera toda la vida para poder contemplar al árbol adulto, y por eso es que sembrar, es un símbolo inequívoco de esperanza, de que el mañana siempre llega, y de que nuestros actos, en especial los de amor, podrán ser compartidos en el futuro.
La mamá que despierta mucho antes del amanecer para alistar lo necesario para su familia antes de ella misma irse a trabajar, o ese papá que ve crecer a sus hijos dormidos porque por sus obligaciones se va de casa cada día antes de que despierten, y regresa después de que se acuestan, lo hacen porque confían en que su esfuerzo para con su familia, dará frutos en sus hijos.
Por eso vivo firmemente con el compromiso de entregar con todo el amor, aquello que juzgue bueno y lo que esté a mi alcance, para que mi hija crezca y se convierta en una mujer fuerte, inteligente, valiosa, feliz, bondadosa, hermosa, llena de amor propio, y en especial, que sea una mujer que pueda brillar y volverse una estrella, que sirva de guía para la vida de otros.
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