La elección de Han Kang como Nobel de Literatura no es otra cosa que la consagración internacional que le faltaba a la revolución “hallyu” iniciada por Corea del Sur hace más de tres décadas y que, además, puede presumir en su haber del Booker Internacional, también de Han Kang, por “La Vegetariana”; el Óscar a mejor película por “Parásitos”; el trono de “El Juego del Calamar” como la serie más vista de Netflix; y la coronación de BTS como la boy-band más importante del planeta. Si Colombia hubiese conseguido tantos logros, de tal magnitud y en tan poco tiempo, sin duda alguna estaríamos ante la era dorada de nuestra cultura criolla.
Pero hubo un hombre que marcó un punto de quiebre decisivo en este camino, un hito con el que la ola coreana cambió de marcha y tomó velocidad de crucero en su epopeya por la conquista global del entretenimiento: Psy y la apoteósica viralización de su “Gangnam Style”. Y aunque para la gran mayoría de Occidente su aparición en el panorama musical no pasa de otro one-hit wonder como “La Macarena”, “La Bomba” o el “Aserejé”, los que tras amainar el fenómeno mediático continuamos explorando su música gracias a Spotify descubrimos un artista exótico incluso en su mismo país, pues está lejísimos de la estética pulcra del K-Pop que impera en la actualidad.
Eso sí, a cartas destapadas Psy es en esencia un artista nacido en una familia acomodada de Seúl que a través de la apropiación de la estética gánster busca cumplir su sueño de ser rapero. Y esta dualidad justamente se ve reflejada en sus discos, en los que en cualquier momento te suelta tanto un beat frenético con tintes callejeros como en el siguiente te canta una balada romántica acompañada sólo con piano. La colisión de estos dos universos hace de su discografía algo impredecible y de su sonido un ecléctico popurrí de tendencias, como la misma cultura coreana lo es (no en vano Han Kang brilla por sus novelas sobre la sensibilidad sentimental y en “El Juego del Calamar” todos se matan por dinero).
Pero nosotros, su público, hemos emitido sentencia y consideramos que el mejor Psy es el que funge como el Pitbull de Asia, el tío de la familia que a los 50 años quiere seguir parrandeando como si tuviera 20. Ahí es donde más cómodo se le ve y, por ello, su séptimo disco, el que sacó justo después del “Gangnam Style”, es el mejor de todos. Se le siente inspirado y feliz, con la certeza de poder comerse el mundo de nuevo y esa energía se transmite a través de canciones como “Daddy”, “ROCKnROLLbaby”, “Dance Jockey” o “Ahjussi Swag” con las que es imposible mantener quietos los pies. Sin hablar de “Napal Baji”, mi favorita personal de todo su catálogo y la cual tuve como alarma durante varios años (pero es un secreto, no le digan a nadie).
Psy no volverá a ser la superestrella que fue, pero siempre será el pionero que puso a Corea del Sur en el mapa cultural.
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