Países Bajos cede, tras semanas de récord diarios de contagios, y se somete a un «confinamiento parcial», con cierres de la hostelería y la prohibición de la venta nocturna de alcohol y drogas, renunciando a su estrategia de dejar en manos del sentido común social la gestión de la pandemia con lo que llamaba «confinamiento inteligente».
Perplejos al ver que son ya el tercer peor país de la Unión Europea en contagios acumulados, algunos holandeses se han apresurado este miércoles a las terrazas, bares y restaurantes para tomarse su última copa, compartir una comida con amigos o disfrutar de su restaurante favorito antes de que la hostelería cierre sus puertas a las 22.00 horas hasta dentro de un mes.
Otros, como se ha visto en las calles comerciales de Ámsterdam o La Haya, han acudido a hacerse con un abrigo de invierno, o a pasar una tarde de compras, con total normalidad, sin mascarillas ni distancia de seguridad, despreocupados a pesar de las alertas del Ejecutivo.
El primer ministro, Mark Rutte, reconoció que los holandeses «no lo habían hecho lo suficientemente bien juntos» con el enfoque actual, por el que apelaba a la madurez individual que «caracteriza» a los holandeses para controlar los contagios por responsabilidad individual, sin necesidad de un confinamiento vigilado, mascarillas obligatorias, ni una prohibición estricta de contactos sociales.
Había definido esta estrategia de confianza plena en la sociedad como un «confinamiento inteligente», pero este término copó portadas internacionales, entre preguntas sobre cómo Países Bajos pretendía controlar un virus desconocido sin aplicar medidas de aislamiento social como las decretadas desde China, hasta Italia o España.
Uno de los episodios más sonados fue el encontronazo entre el ministro español de Sanidad, Salvador Illa, y un periodista neerlandés, que le planteó en una rueda de prensa si no veía posible aplicar ese mismo modelo de «confinamiento inteligente» en España.
«En materia de ejemplaridad, responsabilidad, civismo y conciencia» ante la pandemia, los españoles no pueden recibir lecciones de «nadie», replicó el ministro el pasado mayo.
DE CONFINAMIENTO «INTELIGENTE» A «PARCIAL»
Aunque las nuevas medidas se asemejan a las aplicadas durante la primera ola, esta vez fueron anunciadas con un tono más estricto e imperativo de lo habitual, renunciando a los intentos de persuasión y las apelaciones a la madurez nacional, para dar un ultimátum.
«No hay un solo culpable de todo esto, se trata de la suma de demasiadas personas que no se han adherido a las reglas. No hemos logrado transmitir ese mensaje», reconoció el liberal.
Además de la hostelería, las tiendas y los coffeeshops tendrán que dejar de vender alcohol y drogas a partir de las 20.00 horas. «Se acabaron los días de la falta de compromisos», sentenció Rutte.
Y, tras meses negando que las mascarillas tuvieran un valor añadido para frenar contagios, el Gobierno apostó ayer por otro cambio de discurso: buscará un esquema legal para hacer que el uso de mascarillas sea «obligatorio» en los lugares cerrados de acceso al público. Ahora, esta medida es solo una «recomendación urgente».
«Esta vez el martillo tiene que ser bastante grande para poder derriba el virus», dijo, después de que su ministro de Sanidad, Hugo de Jonge, considerara que lo más seguro es que haya que ampliar otras cuatro semanas más el «confinamiento parcial» y, si este tampoco funciona, «un confinamiento total será inevitable».
El tamaño de grupos en interiores y exteriores también se controlarán más activa y estrictamente. No puede exceder las cuatro personas, y «¡Cuatro son cuatro, sin más discusión!», añadió. En teatros, museos y centros de conferencias el aforo máximo es de 30 personas, y los invitados a una casa se limitan a tres por día.
Pero, al final, Rutte y De Jonge volvieron a subrayar que el control del virus sigue siendo cuestión del comportamiento individual. «Depende de nosotros, de todos. No seas la típica persona que empuja los límites, sé ese holandés responsable», concluyó el primer ministro.
CRÍTICAS INTERNAS A RUTTE
Los análisis en los medios locales este miércoles también tildaban de «fracaso» la estrategia «inteligente» de Rutte, sobre todo porque las medidas tardaron en llegar. El Ejecutivo tuvo que interrumpir sus vacaciones ya en agosto, cuando los contagios empezaron a dispararse, pero no fue hasta ayer cuando tomó cartas en el asunto.
«Con el nuevo confinamiento parcial, el Gobierno debe reconocer su fracaso. Rutte y su equipo han creído durante mucho tiempo que el virus puede controlarse apelando a la responsabilidad de todos», rezaba el diario holandés AD.
«Las medidas de hoy son necesarias, pero lamentamos haber llegado hasta aquí. Esto tiene mucho que ver con la actitud de laissez-faire del gabinete, la política de ensayo y error, y la falta de una estrategia central», enfatizó el líder de los verdes, Jesse Klaver.
Para la socialista Lilian Marijnissen, el Gobierno «ha chocado a toda velocidad con su propia indecisión, su enfoque ha fallado, y ahora las medidas estrictas son inevitables», y el socialdemócrata Lodewijk Asscher (PvdA) consideró que la segunda ola se ha vuelto «incontrolable» y lamentó que se haya «perdido un tiempo precioso». La Haya, 14 oct (EFE) | Imane Rachidi