Por estos días de finales, e incluso de balances de fin de año y de tantos otros balances, una imagen se ha repetido en el mundo futbolero: en ella está Radamel Falcao y al frente, Dairo Moreno.
Los dos son protagonistas de nuestro fútbol. Por estos meses andan de regreso en los equipos de sus amores haciendo goles y cabriolas y jugadas importantes, y entonces… hay tantos que tratan de comparar a estos dos grandes gladiadores de nuestro deporte. Y con algo de sorna algunos intrépidos dicen que mientras el delantero del Once Caldas con sus fiestas a todo dar lleva más de 340 goles y sigue en racha, nuestro Falcao García con cualquier toquecito se lesiona y no ha sido tan rendidor como se esperaba en el fútbol colombiano. Eso dicen.
Sus carreras comenzaron arrancando este siglo y han ido un tanto paralelas. Frente a frente, los dos son grandes goleadores y resulta un poco injusto que a Radamel Falcao se le quiera comparar con Dairo Moreno. No porque este no haya sido un eximio goleador en los equipos donde ha pasado, pero su presencia ha sido más local, mientras Falcao, ha sido representante de nuestro fútbol a nivel internacional y siempre ha estado entre los mejores en las ligas más grandes de Europa.
El comparativo sin embargo sirve para otra mirada. Una quizá sociológica. Cultural. Dairo es, en cierta medida, representante de una Colombia bullanguera, fiestera, esa que quiere mirar todo desde el folclor, que a todo le encuentra su alegría y a veces, muy a veces, recuerda que también hay responsabilidades. Falcao refleja un poco la Colombia más reposada, más conservadora, si se quiere. Así que digamos que los dos son cara y cruz de las dos colombias: una que a pesar de todo se levanta y deja gestas a posterioridad y la otra una parrandera. Podríamos decir que el uno es el día y el otro es la noche. Pero son un complemento. Dos lados de la misma moneda.
Ahora, si tocara una decisión frente a los dos, inicialmente actuaría un tanto Salomón. Así que, salomónico, diría que ambos son complemento en este cuerpo que es nuestro fútbol. Y me quedo con la mitad del cuerpo hacia arriba de Falcao por su cerebro, por su raciocinio, por su tranquilidad. Y de Dairo tomo las piernas, su tren inferior, por sus gambetas –que reflejan su vida-, su alegría, su disposición. El resultado es un pequeño Frankestein del fútbol: armaría algo así como un Dairo Falcao.
Ahora en cuál espejo yo quisiera mirarme y quisiera que se mirara el país: en Falcao por supuesto. Porque además de que es rendidor indiscutible es ejemplar como ser humano. Y si bien los futbolistas no necesariamente deban de ser ejemplo, pues “la pelota no se mancha”, decía el D10S Maradona, sí podrían serlo y Falcao encaja perfectamente. Es el espejo en el que ojalá todos los chicos se miraran.
Seguramente esto que planteo no importa. Lo que sí es importante es que el fútbol colombiano los tiene a los dos, y puede disfrutarlos. Lástima que por ahora, sus goles y jugadas viven un entretiempo. Esperemos que en enero próximo, ambos sean de la partida, y que su lucha por el record del goleador histórico, nos brinde muchos goles y jugadas aún.
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