Corría abril de 1948 cuando un joven Gabriel García Márquez escapó del «Bogotazo» y regresó a su Caribe natal donde comenzó a forjar su leyenda con relatos que en ocasiones pasaron inadvertidos y que hoy son tan codiciados como los cuatro inéditos que han visto a la luz gracias en Bogotá al Banco de la República.
En total, son 66 folios escritos por el Nobel colombiano poco después de huir de Bogotá y que contienen cuatro textos originales publicados y cuatro inéditos: dos relatos y dos cuentos.
El primero de los escritos forma parte de una colección que García Márquez publicó en el diario El Heraldo, denominado «Los relatos de un viajero imaginario» y que no vio la luz en su momento pero que supone «su primer esfuerzo por construir una serie, una narración más extensa», según explica a Efe el investigador del Banco de la República Sergio Sarmiento.
Los otros son dos cuentos y un último relato que «parece que es parte de una serie más larga o de un cuento» pero del que solo ha sobrevivido «el fragmento final», todos ellos escritos poco después de la llegada de Gabo al Caribe, impresionado por el horror del «Bogotazo», la asonada que siguió al asesinato del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de 1948.
«Mi hermano y yo salimos a la calle después de tres días de encierro. Fue una visión terrorífica. La ciudad estaba en escombros, nublada y turbia por la lluvia constante que había moderado los incendios pero había retrasado la recuperación», escribió Gabo en su libro de memorias, «Vivir para contarla».
Los incendios eran apenas los rescoldos de la violencia desatada en la capital colombiana tras el asesinato de Gaitán, un crimen que marcó la historia de Colombia en el siglo XX y la vida de un García Márquez que ya había tenido en Bogotá sus primeros escarceos con la literatura.
Ya más calmado, comenzó a trabajar como periodista y lanzó su carrera literaria en el Caribe pero todavía con el recuerdo fresco del fuego que se extendía por Colombia.
«Este periodo es interesante porque para esta época Gabo ya había publicado tres cuentos en El Espectador que fueron escritos en la capital, pero de ahí en adelante las primeras publicaciones de sus cuentos se van a dar en la costa (atlántica) y es cuando se vincula como periodista por primera vez», agrega Sarmiento.
Estos textos que ahora han adquirido «son de la época de periodista, también son posiblemente de lo más antiguos que se conservan y dan una muestra de ese primer periodo de Gabo tanto en la cuentística como en el periodismo», añade.
Todos ellos fueron adquiridos por un investigador de la obra de García Márquez que trataba de conocer más ese primer impulso creador del escritor y que, a su muerte, pasaron a manos de su familia que finalmente se los ofreció al Banco de la República (emisor), que tiene una red de bibliotecas y museos en el país.
Esta entidad los ha restaurado y los pondrá a disposición de los colombianos en la Biblioteca Luis Ángel Arango de Bogotá.
Cómo llegaron desde la máquina de escribir de García Márquez hasta las manos del investigador constituyen un auténtica hoja en blanco difícil de rellenar.
Entre los relatos inéditos está uno de los cuentos que ha recibido el nombre de «El ahogado que nos traía caracoles», no está completo y aparece un personaje de nombre «Úrsula» que recuerda a la Úrsula Iguarán de «Cien años de soledad», lo que prueba que ya entonces comenzaba a tener esa novela en la cabeza.
El otro cuento, al que los investigadores del Banco de la República han llamado «Olor antiguo», constituye para Sarmiento un experimento «con la influencia de (Ernest) Hemingway» que comenzó a filtrarse en su obra y subir a su altar personal.
El que forma parte de la saga mayor ha recibido el nombre de «Las barritas de menta» y permite al lector acercarse a su natal Aracataca con «una visión muy juvenil» construido a partir de la visita de un viajero.
El cuarto, que hasta el momento no tiene nombre y es el que hasta ahora más desapercibido ha pasado, narra lo que sucede en un pueblo durante un eclipse.
Todos estos documentos suponen «una mirada excepcional a los comienzos de Gabo», además de permitir a los lectores conocer «el periodo de aprendizaje de sus primeros años» del escritor colombiano, según explica Sarmiento.
Y todo, después de haber llegado a Cartagena para abandonar su carrera de abogado y ver las murallas de la ciudad desde un vehículo cuyo «conductor saltó del pescante y anunció con un grito mordaz: ¡La Heroica!».
«La llovizna y la niebla que persistían en Bogotá (…) tenían un tufo de pólvora y cuerpos podridos», recuerda el nobel acerca de su marcha en «Vivir para contarla».
EFE