Resumen: Este texto reflexiona sobre cómo la vida está formada por momentos cotidianos y pequeños detalles, más allá de los grandes titulares. A través de la columna de opinión, se exploran diferentes enfoques: desde tratar temas de actualidad política hasta compartir pasiones personales, construyendo un estilo único que resuene con los lectores.
La vida misma no está compuesta sólo por aquellos sucesos que se roban los reflectores y que llenan titulares, por el contrario, son todos esos sucesos cotidianos, mundanos si se quiere, los que llenan la mayoría de las páginas de nuestra existencia, y es desde ahí, desde esa suma de cotidianidades, que vamos encontrando motivos para ir caminando por la vida.
Hay quienes ven en el ejercicio de la columna de opinión, el espacio para tratar solo temas coyunturales, de la actualidad política del país, dejar su opinión sobre temas trascendentes e importantes, de esos sobre los que recaen los reflectores y los titulares. Ven en este espacio de opinión la forma de hacer resonar su voz sobre un tema mediático, y tal vez servir desde su no tan humilde opinión, como un faro para orientar la opinión personal de alguno –o muchos- de sus lectores.
Otras voces, se enfocan en mantener en sus columnas un enfoque temático que vaya en sincronía con sus pasiones, el equipo de fútbol de sus amores, los indicadores macroeconómicos, la escena de los escritores, la música, tirarle al gobierno de turno porque sí y porque no, en fin. Y se labran un estilo propio, y por persistencia y enfoque, se convierten en “voces autorizadas” para sus lectores, con respecto a sus temáticas.
Hace días leía en una columna de Rafael Nieto, refiriéndose a su propio espacio de opinión, que “…Tratar asuntos personales me parece falto de pudor y un abuso con los lectores que, además, no tienen interés alguno en las cuitas de los columnistas…”. Entiendo el punto, me parece válido, pero creo que se queda corto.
Como mero aprendiz de este oficio, he querido aprovechar este espacio que se me ha brindado, para hablar sobre temas cotidianos que se me van atravesando, porque en su mayoría, de las cosas ordinarias es que está compuesta la vida, y es en ellas donde está nuestra esencia como personas, por eso, si algún día me llegan a preguntar sobre qué me hace feliz, o cuándo fue la última vez que lloré, no voy a contestar “qué son esas preguntas tan chimbas”.
Sería relativamente fácil encontrar sobre qué escribir si solo me enfocara en el tema de turno, las botas botadas, el ministro caído en desgracia, impuestos y facturación, pero para eso están los expertos; o buscar un temario relacionado con mi profesión y escribir sobre ingeniería, pero para eso está mi ejercicio laboral y esto lo hago en mi tiempo libre. Como opinólogo en formación he preferido buscar temas “livianos” e intrascendentes, pero con la seguridad de que son temas familiares para mis lectores, con los que se sentirán identificados y tal vez controvertidos en sus propios valores, al plantearles mi opinión al respecto.
Es en esas cotidianidades, quizá, el único espacio en el que miles de personas se sentirán representadas y tenidas en cuenta en sus vivencias, porque si bien hay temas trascendentes que en el fondo nos afectan a todos, muchas veces se sienten tan distantes, tan ajenos, pero, quién no ha pasado por una entrevista laboral infructuosa, o renegado de una tarea escolar, o quién no ha tenido que pasar por la muerte de un ser querido. Es sobre este tipo de cosas, en las que cualquiera de nosotros tiene una voz qué ofrecerle al que lo necesite, y es por medio de este contacto “superfluo” que podemos denotar humanidad y tejer comunidad.
No pretendo ser un faro intelectual ni mucho menos de sabiduría, a fuerza de lidias, solo un detonador de conversaciones. Por eso, muchas gracias por valorar y seguir nuestras Cotidianidades.
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