Resumen: La COP 16 en Cali es una oportunidad para mostrar la riqueza natural y cultural de Colombia. No obstante, los desafíos de la financiación ambiental y las divergencias en la visión global sobre la gobernanza ambiental podrían limitar los avances en la conservación de la biodiversidad.
Siempre es una victoria que distinguidos invitados internacionales vengan al país. Esta vez, el gobierno nacional escogió mostrar al pacífico. Cali como ciudad anfitriona, promete brillar con el calor de su gente y riqueza cultural. Eso sí, está por verse qué tanto le va a servir a Colombia la conferencia para promover sus intereses.
Aunque se esperan importantes anuncios alineados con esta, la postura hostil de Colombia frente a soluciones ambientales con financiación privada limita los logros. Las ideas de reemplazar la institucionalidad internacional por una nueva liderada por el “Sur,” es probable que no arranque. Es muy importante que de la COP 16 queden más que lindos recuerdos.
El sistema de Conference of the Parties (COP), liderado por Naciones Unidas, puede resultar confuso porque hay 14 diferentes tipos. En materia ambiental, la COP “famosa” es la de cambio climático, cuya edición 29 será realizada en Bakú, Azerbajan en noviembre. Además, hay otras COP sobre temas ambientales como desertificación y humedales. En Cali se llevará a cabo la COP 16 de la Convención sobre Diversidad Biológica (CBD).
Es natural que se escoja a Colombia para ser sede, pero no por razones históricas ni por emisiones actuales somos protagonistas del cambio climático, sino por ser una superpotencia en biodiversidad, al ocupar el segundo lugar después de Brasil.
Después del gran éxito en Montreal de la COP 15, donde se lograron 23 metas específicas para preservar la biodiversidad, en Cali se espera lograr dos grandes acuerdos: un mecanismo justo para acceder a la riqueza genética de zonas biodiversas y un mecanismo de seguimiento a los US$200 mil millones previstos para causas de conservación hasta 2030. El movimiento por la protección la biodiversidad está entre 10 y 15 años de madurez de lo que se ha logrado en cambio climático, lo que podría significar que, con el adecuado incentivo regulatorio, proteger la biodiversidad no solo sea un ejercicio en caridad sino de desarrollo económico para Colombia.
Para efectos de cambio climático, la conversación es más sencilla ya que hay un propósito objetivo sobre calentamiento global y un modelo científico robusto sobre gases efecto invernadero. Es fácil, por ejemplo, saber, que una tonelada de metano es treinta veces más contaminante que de dióxido de carbono. En cambio, en biodiversidad es más subjetivo determinar si la existencia de una mariposa es más o menos valiosa que el micelio.
Y aunque hay estimaciones sobre los servicios ecosistémicos, no es tan claro si vale más un km de Amazonas o de la Gran Barrera de Coral. Aun con estos desafíos están surgiendo los primeros créditos de biodiversidad, donde se estructuran proyectos y se paga por resultados en conservación. Entendiendo el escepticismo contra los instrumentos de mercado que tiene el gobierno Petro, este mecanismo no solo fortalecería la conservación, sino que sería una oportunidad de desarrollo.
Los mecanismos de canje de deuda por conservación no son aplicables para países de renta media como Colombia. La idea de mendigar caridad para lograr conservación tiene límites. Con buen seguimiento, transparencia financiera, prosperidad compartida con comunidades, se podría salvar la biodiversidad del planeta y en el proceso traer desarrollo económico para muchos.
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