Más o menos solemos percibir y expresar algo sobre la libertad, la realidad que es su propietario y sus características, modos de ser percibida, ejercida, reflexionada y manifestada. Más difícil es señalar qué es.
De modo independiente a esto, es razonable concluir que algunos actos de la persona en los que compromete su libertad, como el de pedir perdón de todo corazón y desagraviar del modo más completo a su alcance, o el de centrar su atención, más poniendo los medios para alcanzar el mayor bien posible, en vez de quedarse ponderando el sufrimiento que esto conlleva.
Ambas son manifestaciones contundentes de la existencia de su espíritu, que no es energía aunque se expresa a tevés del cuerpo con el que constituye un ser humano que mantiene el ADN de su exclusiva identidad biológica de esta especie hasta su muerte. Las características físicas contextualizan el desarrollo de la libertad humana.
Como el cuerpo es más limitado que el espíritu, mientras vivimos la etapa física de nuestra vida, el conocimiento que tenemos de nuestro espíritu es inevitablemente limitado, no es razonable absolutizar conclusiones, pero sí lo es aprovechar lo que alcancemos a conocer.
Es frecuente reconocer que la perfección real de cada ser se valora mejor al descubrir de qué modo es uno, verdadero, bueno y bello.
A esto se añade en los seres espirituales, que cada uno es también libre. Las cuatro anteriores propiedades, comunes a todos los seres, facilitan la asertividad en el ejercicio de la libertad responsablemente vivida, para la que se requiere el sano amor a sí mismo que lleva a hacer libremente bien -consciente, voluntariamente y en coherencia con quien se es-, cada acto de la tarea de la propia vida, ejecutar el motivo por el que se es causado con unas características de las que es deducible que el impacto de cada decisión libre sucede no solo en el cuerpo caduco, sino, con mayor resonancia y duración, en el propio espíritu infinito del que cada uno está principalmente constituido. Esto explica la alegría y la paz que solo es posible alcanzar cuando se aprovecha bien la libertad para gozar la posesión de esta finalidad que, por ser personas, solo tiene sentido en la entrega personal libremente elegida y vivida.
Reconocer en sí mismo estas cinco características facilita que, la autoconciencia de la perfección que cada uno es, haga posible el autocuidado necesario para el pleno desarrollo personal, familiar, social y de las generaciones futuras, ámbitos en los que se nota la diferencia entre ser coherente con estos referentes y serlo con otros de menos alcance antropológico.
Una libertad interpretada solo con referentes internos de la persona, al ser estos parte de los actos de algunas de sus perfecciones, es demasiado pobre para que satisfaga las aspiraciones más profundas de un ser humano.
Solo encontrándose en lo más íntimo de su ser y conversando con su Autor, es posible aprender de quien se recibe libertad, a vivirla a plenitud. Otra alternativa puede llevar a la tiranía de no hacerse el bien posible y de no aportarlo a otros, con sus respectivos efectos infinitos, por ser espirituales.
De esta autoexclusión pueden surgir toda clase de abusos y privaciones, tantas veces evidenciados no solo en la propia vida, sino en la de los demás y a lo largo de la historia de la especie humana. Un ejemplo actual, entre muchos, es la invasión de Rusia a Ucrania.
A esta clase de libertad, abierta y nutrida en la del propio causante, la denomina el filósofo Leonardo Polo “[…] inclusión atópica en la máxima amplitud” o “Libertad trascendental”. (http://www.arvo.net/includes/documento.php?IdDoc=4095&IdSec=969)
La libertad no es solo capacidad de aceptar o rechazar el pasado y el presente, ni de elegir y poner los medios para que algo que en su inicio veíamos como futuro, se haga presente y luego pasado. Polo afirma: “una relación con el futuro que no lo desfuturice…, eso es la libertad”. En cuanto realidades espirituales, no nos desfuturizamos y tampoco se desfuturizan las perfecciones espirituales que conservamos y acrecentamos, con cada decisión libre en la que intentamos avanzar lo máximo en la tarea de hacer realidad el sentido de nuestra vida. Se entiende por qué, quienes saben amarse, suelen decirse “para siempre” sincera y coherentemente seguros de que es así.
Toda partícula de energía está sujeta a las leyes de la física y la química; de esa trayectoria no se sale. Al ser la libertad, a la vez que infinita, una propiedad limitada por ser causada y constituyente en los seres humanos y por manifestarse de un modo dependiente del desarrollo biológico y cultural, y del ambiente, se entiende que Polo diga que la libertad es “[…] el discontinuo de comienzos”.
De hecho, la vida de un ser humano que desea desarrollar al máximo su libertad, es un continuo comenzar y recomenzar sus mejores empeños, como corresponde a que su actividad biológica es cíclica y a sus imperfecciones naturales o procuradas.
También hace falta una definición de libertad para señalar el efecto ontológico de sus mayores logros, la plenitud de su acto de ser.
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