¿Cómo voy en mis relaciones interpersonales?

Resumen: Explora la profundidad de C.S. Lewis en "Cartas del diablo a su sobrino", donde analiza los defectos en las relaciones y la importancia de la belleza en nuestras interacciones.

Este resumen se realiza automáticamente. Si encuentra errores por favor lea el artículo completo.

El escritor irlandés Clive Staples Lewis, que fue profesor de Literatura medieval y renacentista en Cambridge, reconoció sobre su magistral obra Cartas del diablo a su sobrino: “Pero, aunque era fácil adoptar la actitud mental de un diablo, no resultaba divertido, o no por mucho tiempo. El esfuerzo me producía una especie de calambre espiritual: mientras hablaba por Escrutopo [el diablo tío de Orugario], tenía que proyectarme a un trabajo que no era sino polvo, arena, sed y picor; cualquier atisbo de belleza, frescor y cordialidad tenía que ser excluido. Casi me ahogo antes de acabar el libro; hubiera ahogado a mis lectores si lo hubiese prolongado.”

Algo de eso se siente al escribir sobre defectos en las relaciones interpersonales, hay que referirse a pocos, pero a veces nos puede servir porque también lo que hace daño debe ser distinguible y definido, para facilitar que se evite y resaltar aún más el mayor bien.

La valoración y el trato que necesitamos los seres humanos, requieren más que la espontaneidad de expresarse de modo natural y siguiendo el impulso superficial o la mera costumbre.

Mejorar la realidad implica reconocerla; esto se dificulta si se trata de uno mismo y de otras personas; es más fácil cuando el tema es el entorno natural y artificial, aunque se trate de la galaxia más antigua, de un descubrimiento en partículas subatómicas o cómo se hace una aplicación para celular.

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Conocernos y gerenciarnos bien nos ahorra inconvenientes en el modo como nos relacionamos con los demás y nos abre las mejores oportunidades de crecimiento propio, familiar y social.

Esa autogestión hacia el pleno desarrollo de sí mismo y de otros, requiere tener en cuenta en qué consisten algunos errores, cómo prevenirlos y solucionarlos.

Respecto a en qué ponemos la propia complacencia, cuando priorizamos fantasías placenteras sobre perfecciones que no coinciden con lo que en realidad somos o son los demás, podemos caer en errores como la adulación, que es exagerar en expresar a otro lo que prefiere escuchar sobre él.

Si la falsedad es sobre uno mismo y además, pretendiendo tener una conducta acorde con esa fantasía, en la que se hace énfasis en el habla o en la actitud, faltando la sencillez y la naturalidad, se cae en la presunción.

Si se trata de hipocresía, no solo se engaña con la adulación y la presunción, sino también de múltiples formas, incluyendo que se aparenta tener cualidades y sentimientos que no son reales: el hipócrita suele centrar su seguridad en una actitud positiva de otros para con él, incluso a costa de faltar a la verdad.

Cuando la persona se cree mejor de lo que es, puede volverse presumida, tratando a los demás de modo frío, distante e incluso indiferente. También puede encorvarse más aún en sí misma, aislándose de su realidad al punto de jactarse o alabarse de modo exagerado, sin darse cuenta del impacto de vacío y desagrado que esto causa.

En caso del juicio temerario -desacierto en el modo de pensar sobre los otros-, se trata de una falta de enfoque asertivo del pensamiento, a causa de la torpeza, superficialidad y precipitación, en el modo de usar las propias facultades.

En otras ocasiones hay una contradicción mental en la jerarquización de valores y se hace violencia a la propia inteligencia y a la de los demás, mintiendo o haciendo desconocer, consciente y voluntariamente, lo que se identifica como real, acerca de lo que se sabe, cree o piensa.

Otro error menos directo es la ambigüedad, disimulo o expresión, de modo impreciso, de las actitudes, intenciones y conductas, para generar duda, confusión e incertidumbre.

También puede suceder que hay inquietud y desasosiego de ánimo, porque la duda no se confronta con el conocimiento coherente con la conducta, debido a escrúpulos; no se trata de fantasías ni de que no sepan la realidad algunas personas más expertas a quienes se consulta o estudia, sino de una dificultad obsesiva que impide salir de la duda.
Otra falla es que lo que se desee sea usar las relaciones interpersonales para atacar a otros, por ejemplo, con la calumnia, haciendo falsas afirmaciones que causen que una o varias personas, institucionalizadas o no, sean desestimadas y minusvaloradas, afectando así negativamente su derecho a que otros las reconozcan por el bien que son y hacen. Por la fragilidad humana nos equivocamos y la gente incluso olvida a quiénes les retransmitió la calumnia, por eso es uno de los errores más difíciles de reparar de modo completo.

También se hace daño usando la ironía, que hiere porque es una forma de burla elaborada intelectualmente para dar a entender lo contrario de lo que se dice. La burlada no es la facultad con que se cometió el error, si es que lo hubo, sino la persona entera, porque el espíritu es simple y su unidad con el cuerpo, que es la unidad del ser humano, es muy completa.

La alabanza propia y la recibida, si no se contrastan previamente con la realidad de que tenemos cualidades pero también defectos, puede llevar a errores como la jactancia o exageración en la alabanza propia, la presunción o sobrevaloración de lo que se es, se posee o se hace, el engolamiento o énfasis en las actitudes, palabras y gestos, y la afectación, que es salirse del modo común de manifestarse haciéndose notar de modo exagerado o incluso extravagante.

Otra posible dificultad en la relaciones con los demás, se refiere a las habilidades para lograr fines e incluye un término tiene significados contradictorios, por lo que, cuando se usa, hay que hacer la respectiva precisión. Se suele utilizar la misma palabra astucia, tanto para referirse al dominio de los artificios relacionados con faltar a la verdad en lo que la persona siente, piensa, cree, dice y hace, como para señalar el ingenio, habilidad y destreza con que, de modo prudente y constructivo, se supera el riesgo del mal y se logra el mayor bien posible.

La sagacidad o habilidad para plantearse correlaciones y expresar opiniones, que no son fruto de un proceso lógico riguroso, complejo o profundo, es una cualidad de poder prever alternativas y tantearlas de un modo intelectual e intuitivo, más sencillo y funcional.

Vale la pena, en las relaciones con los demás, desarrollar el ingenio que permite establecer comparaciones y hallar lo similar entre lo diverso, para lograr la unidad, que hace posible que se nos ocurra lo que nos lleva a identificar la coherencia entre pensamiento, realidad, estética, gozo y contemplación, necesarios para el pleno desarrollo humano en las relaciones con los demás, especialmente las familiares, de amistad, compañerismo, solidaridad, laborales y patrióticas.

Otro talento intelectual que aporta a estas relaciones, consiste en el genio con que se alcanza lo original.
Estas capacidades son muy importantes para comunicarse con los demás y conocerlos a profundidad.

La oficiosidad es otro término que se usa con significados contradictorios: en sentido positivo, es diligencia y aplicación cuidadosa al trabajo, pero su significado negativo es inoportunidad o intromisión, en un oficio o negocio que no incumbe.

Evitar los errores en las relaciones con los demás, facilita la confianza o seguridad acerca de la fidelidad o coherencia completa con el bien que es un ser personal, que es quien más necesita y merece nuestros esfuerzos.

Respecto a las promesas, en la mayoría de los casos no hacen falta porque basta la confianza. Ante la incertidumbre que caracteriza el futuro, frecuentemente es mejor dar sorpresas que incumplir promesas, pero a veces son necesarias y convenientes para formalizar compromisos mayores, como el matrimonio, una de las relaciones interpersonales más profundas, que no es un contrato de probabilidades o de entrega provisional, sino de donación completa y esto incluye todo el tiempo de vida que falte a uno de los cónyuges.

Como el ser humano es un misterio para sí mismo y los demás, la tarea de adquirir conocimientos y cualidades, necesarios para saber dar la altura en el modo de comprendernos y cuidarnos mutuamente, solo cesa cuando no tenemos uso de razón. El desarrollo humano es mayor intensidad de vida, que significa optimización del empeño por ser coherente con quien se es y con los demás.

Es ético vivir unas relaciones interpersonales llanas, sin doblez, artificio o engaño, sencillas, transparentes, diligentes en procurar en cada momento el mayor bien y en rectificar las veces que haga falta, con el consiguiente perdón, desagravio y la reparación más completa posible.

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Redacción Minuto30

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