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¿Cómo aplicar principios éticos durante una Pandemia de Coronavirus?

Para algunos la Ética es como un trípode en el que cada parte es codependiente de las demás: unos “valores” que son perfecciones o bienes reconocidos, de los que se concluyen referentes conceptuales para acertar en las actitudes y la conducta, a los que se llama “principios”; y unas “normas” -derechos y deberes-, que deben aplicarse teniendo en cuenta los principios para garantizar el pleno desarrollo de cada ser humano durante su ciclo vital completo, en todas las perfecciones que lo constituyen, según la guía de la lógica interna de éstas, porque, siendo el todo mayor que sus partes, la razón de ser de cada una de éstas es su aporte máximo al ser humano que conforman.

Pero el buen gobierno del propio ser y el cuidado de los otros, depende del acierto acerca de la razón de ser o sentido de la vida en que consisten cada uno y los demás miembros de la familia humana.

¿en qué se apoya la acción ética según el trípode? En un cuerpo vivo que procede de seres humanos, con todas sus perfecciones constituyentes y cada una de sus limitaciones, y en su existencia como parte de la totalidad que es un ser humano.

Como la sociedad no es un ser humano, sino el entorno en el que se es originado y una forma de relacionarse, no es ético destruir a un ser humano con argumento de procurar un bien social. La sociedad está al servicio de cada ser humano, que por su dignidad es inenajenable sin excepciones: ninguno se originó a sí mismo.

La Ética contribuye a la acertada gestión del deseo, que no vale más que el que le dio origen o que un tercero. La contradicción de esto se suele denominar “violencia”, que es no reconocer en el trato, el bien o perfección corporeoespiritual constituyente de un ser humano que necesita coexistir con otros para desarrollarse, cada uno con la ayuda de los demás, y mientras se tiene uso de razón, haciendo el mayor aporte a otros, de la generación actual y las futuras.

La antítesis de la violencia es la acogida respetuosa con la que se promueve el desarrollo armónico de cada ser humano, en toda circunstancia, sin excepciones porque, al ser el espíritu una realidad simple, no se deja de ser humano.

Tal vez la primera evidencia de que, además de cuerpo, se es una realidad simple, es la percepción que se tiene de que uno es un sí mismo diferente de los otros.

Esa vivencia de “encorvarse” sobre sí mismo y percatarse de la propia intimidad e individualidad, es un acto que expresa en qué consiste quien se vive y desarrolla, y hace entrever cómo es quien lo causó.

El universo constituido por energía de la que el cuerpo humano es una de sus manifestaciones, no da razón de la exisencia del espíritu humano que se conoce que es simple porque rompe los límites del universo y se pantea la “nada” o ausencia de ser, y esto solo es posible si no tiene partes, aunque el cuerpo obre como uno de los recursos eficientes de la acción personal.

Al estar el cuerpo constituído por partes, se descompone, pero esto no le sucede al espíritu, que no termina aunque por un tiempo constituye una unidad con un cuerpo biológico y en esto consiste cada miembro de la familia humana desde que tiene por cuerpo una célula hasta el final de su ciclo vital. El espíritu constituyente de un ser humano, es superior a la totalidad del universo.

¿A qué edad se dice por primera vez ¿”yo”? ¿Cuál es la perfección que se tiene, que hace posible que cuando se ha desarrollado suficientemente el cerebro, éste sea un medio eficiente para que se pueda percibir el “yo” y reconocer a otros que se autoperciben como un “yo” diferente a los demás?

Una de las perfecciones de la persona es su personalidad, pero cuando no se manifiesta, la persona no deja de serlo y sigue mereciendo ser muy bien acogida y cuidada. La perfección que hace posible decir “yo” no deja de serlo cuando aún no se ha desarrollado o se daña su cauce biológico, porque causa esa acción o expresión con la que evidencia uno de los modos de ser, del ser en cuanto totalidad al que perenece.

El valor de un ser humano es muy superior al de su “funcionalidad”, y no disminuye en la proporción del tiempo que le queda de vida biológica -que es como un punto en la línea infinita de la vida humana, que no es un “producto” de esos que saben hacer los seres humanos.

Afirmar por ejemplo, que un ser humano es un “producto de la concepción” sería la negación de la evidencia de que la acción no produce, sino que la obra quien actúa libremente, que todo causante es más perfecto que lo que causa y que, en la naturaleza, los padres solo aportan cada uno una célula reproductora, de las que es imposible explicar la existencia del espíritu, que es simple y, por tanto, solo puede ser causado por creación.

La respuesta al valor de un ser humano es el sentido de su existencia y, como es causado, debe poner los medios para ser interlocutor de su autor, para que se lo cuente. A la ejecución de ese “para qué” de su propio ser, contribuye la Ética.

La vida espiritual es más perfecta y por eso acoge y enriquece la vida biológica, la ordena hacia un bien que es la mayor perfección posible de un ser humano real, que mientras vive la etapa biológica de su existencia infinita, se perfecciona con ocasión del cuerpo y su gozo, al morir éste, es proporcionado a lo alcanzado con ocasión de éste y a lo que ha logrado con su propio espíritu.

Es una falacia pretender justificar la destrucción de seres humanos, por ejemplo con la práctica del aborto y la eutanasia, con argumento del libre desarrollo de la personalidad, porque al destruir el cuerpo, se termina la ocasión de que éste sea causa eficiente del perfeccionamiento espiritual y el biológico que hace posible que la víctima ejerza su perfección de realidad corporeoespiritual hasta el final natural del ciclo vital.

Lo que los victimarios y sus cómplices activos y pasivos, niegan en la víctima al causarle la mayor violencia que es adelantar su muerte, lo niegan en sí mismos en cuanto realidades no solo biológicas, sino también espirituales, que por ser limitadas, no se dan el sentido de su vida y todo lo que sucede en ella, hasta la muerte, sino que solo puden descubrirlo y ejecutarlo. La ignorancia no da derecho a hacer daño.

Quien solicita la eutanasia o el suicidio asistido, o se suicida siendo conciente de lo que está causándose, anula su libertad necesaria para que su cuerpo siga siendo ocasión de que la persona se haga mejor espiritualmente, que es de lo que depende el mayor desarrollo de la personalidad, según lo que puede hacer alguien por sí mismo y por los demás con el trato que les da.

Que un principio sea el primero, significa que es evidente a la sana racionalidad humana, los demás son principios derivados de los evidentes, que hay que saber jerarquizar para acertar en las actitudes y acciones internas y externas.

Son evidentes, por ejemplo, el reconocimiento de la diferencia entre el todo y la parte, lo igual y lo desigual, lo mismo y lo diferente. Con referentes como éstos se identifica la lógica interna de las perfecciones constituyentes de un ser humano, lo que hace posible que la Ética se apoye en la Antropología y se saquen conclusiones transtemporales y transculturales, comunes a todo ser humano respecto a valores, principios y normas, entre los que hay una gran organicidad, porque se armonizan según la unidad corporeoespiritual del ser humano mismo.

Así, el valor de la vida biológica es relativo al de la vida espiritual que la perfecciona y a la que está ordenada, por eso tiene que respetarse siempre. Por eso hay un valor espiritual y no solo biológico, en la conducta física.

Por ser así los principios de la inteligencia, cuya actividad en un ser humano es cognoscible por la causa eficiente del cuerpo que es parte del universo, son universales para el conocimiento de sí mismo, de otros seres personales y del entorno natural y artificial, y para la toma de decisiones éticas y bioéticas.

Ante los modos de reaccionar en una pandemia, como la de la variedad de Coronavirus denominada SARS-CoV-2, que causa la enfermedad COVID-19, la reacción ha de ser la de siempre: partir del reconocimiento del bien o perfección en que consiste quien sea humano, en cuanto realidad constitutivamente corporeoespiritual, como punto de apoyo para jerarquizar los bienes reconocidos.

Identificar cuáles principios deben aplicarse en cada momento y circunstancia, y qué derechos y deberes deben ir ejerciéndose, incluido el deber de aprovechar la experiencia para depurar lo que haya injusto en contenidos normativos y jurisprudenciales, y acrecentar, al mejor ritmo posible, la incorporación de lo más justo. Podemos hacernos mejores personas con ocasión de la pandemia y siempre.

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