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Colombia va mal


Y no es porque la tendencia del fin de semana en las redes sociales así lo diga, sino porque es la realidad, es el día a día de los colombianos que vemos como un gobierno con un discurso confuso y distractor, ha permitido que la economía se vaya a pique y que el estallido social, por él antes promovido, se agudice.

Y la crisis es de consideración. Hoy, las familias colombianas son más pobres y hacen maromas para subsistir gracias a una canasta familiar muy costosa. La inflación, cercana al 14% (la más alta desde 1999) tiene reventados a los trabajadores más humildes y el coletazo de la pandemia, el desempleo acumulado, la situación de la economía a nivel mundial y el cambio de gobierno (esto último tiene mucho que ver) nos tienen hoy en un límite en el cual, si no se adoptan medidas, pasaremos a un punto de no retorno y la debacle será monumental.

No obstante, este gobierno que todo quiere disfrazarlo, a través del Ministro de Hacienda, indicó hace unos días que la inflación ya tocó techo (igual que en pocos meses su popularidad) y que irá disminuyendo a medida que avance el año. Bastante gaseosa la declaración de Ocampo, pues anuncia algo que no da certezas y que si no llega a suceder, da pie a echarle la culpa a cualquier cosa que en su momento esté pasando.

Hay que ser claros, porque la situación no permite otra cosa: hoy Colombia es más pobre, aumenta su desigualdad, las familias aguantan hambre, se presenta reducción en las ventas y aumento del desempleo.

Y preocupa la falta de acción y de políticas claras del gobierno Petro. Rápidamente se olvidaron de aquellos por quienes tanto dijeron que lucharían y hoy se muestran distantes y prepotentes. El mejor ejemplo, son las desafortunadas, pero contundentes, respuestas de la vicepresidenta Francia Márquez a la revista Semana, para quien los colombianos que estamos en desacuerdo con que gaste millones de pesos al día viajando en helicóptero “podemos llorar”.

No padecen los que gobiernan los altos precios de los alimentos ni la disyuntiva de elegir qué comer para hacer rendir el salario. Tampoco se preocupan por lo costoso que es hoy divertirse, viajar o comprar ropa. Mucho menos les importa el valor del recibo de la luz, el agua y el gas. No, ellos en su pedestal no sufren y lo peor de todo es que se hacen los ciegos con la situación real del país, esa que no se refleja en Twitter, el lugar favorito del presidente.

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