Cincuenta años después del asesinato del presidente de Estados Unidos John F. Kennedy, en un populoso barrio que lleva su apellido en Bogotá los beneficiarios de la Alianza para el Progreso, el programa de cooperación internacional de su Gobierno, recuerdan al gobernante que les cambió la vida.
Uno de ellos es Argelín Plazas García, un anciano que hoy tiene 96 años y que, a mediados del siglo pasado, tuvo que trasladarse con su esposa y doce hijos a Bogotá para huir de la violencia en el departamento del Tolima y que fue uno de los primeros habitantes del nuevo barrio.
«La familia venía de Santa Isabel (Tolima), desplazados por la violencia, y mi padre decidió venirse para Bogotá a buscar mejor vida y huir de las amenazas que por esa época tenían los campesinos», dijo a Efe John Francisco, uno de los cuatro hijos que la familia Plazas tuvo en el barrio Kennedy y que fue bautizado así en honor al fallecido presidente estadounidense.
El «John F.» colombiano, de 43 años, agrega que su familia era muy pobre y por esos días su padre tuvo noticia de la Alianza para el Progreso y, por medio del desaparecido Instituto de Crédito Territorial, se inscribió «para acceder a una vivienda en el que se llamaría Barrio de Techo», en el suroeste de Bogotá.
La Alianza para el Progreso, un plan del Gobierno de Kennedy de cooperación con América Latina, se presentó en marzo de 1961, en plena Guerra Fría con la Unión Soviética, y aunque para algunos fue una acción intervencionista, para muchos fue una gran ayuda económica, como recuerdan los primeros habitantes de la antigua Ciudad Techo.
Por ser muy pobres y por contar con el mayor número de hijos, doce en ese entonces, a don Argelín le adjudicaron una parcela en la manzana piloto de ese nuevo proyecto de viviendas construido con créditos de la Alianza para el Progreso.
En esa parcela los Plazas recibieron la primera casa del nuevo barrio, cuyas escrituras les entregaron personalmente, el 17 de diciembre de 1961, Kennedy, su esposa Jackie y el presidente colombiano de la época, Alberto Lleras Camargo, durante una visita del gobernante estadounidense a Bogotá.
Aquel día de 1961 se encontraron las vidas de uno de los líderes más carismáticos de la historia de Estados Unidos y la de un humilde campesino colombiano que, junto a 20 familias más, recibió un terreno por el que pagaría mensualmente 11 pesos de la época, y además fue invitado a la Casa Blanca por ser el primer adjudicatario.
El viaje, que duró un mes, es un recuerdo que aún se percibe en cada una de las paredes de la familia Plazas, adornadas con fotografías con el presidente y cuadros traídos de Washington.
En la Casa Blanca, don Argelín fue recibido por Kennedy en el mismo despacho donde en su momento se enfrentó a los conflictos de Bahía Cochinos y de los Misiles en Cuba, y le narró sus vivencias como desplazado de la violencia en Colombia.
Después de ese viaje comenzó a construir su casa en el barrio de Techo, que planeado para 20.000 habitantes y hoy, llamado Kennedy, es el hogar de más de un millón de personas y un foco industrial y comercial de la capital colombiana.
En su casa, don Argelín montó su negocio y acabó de criar a sus 16 hijos, siempre acompañado de la fama que le dio el haber conocido a Kennedy.
Dos años después, el 22 de noviembre de 1963, llegó la noticia del asesinato en Dallas del presidente estadounidense que había hecho soñar a una nación y a un continente.
«Para mi papá fue muy duro cuando mataron al presidente Kennedy, porque él fue un hombre que cambió nuestras vidas», son las palabras con las que John F. Plazas recuerda el asesinato.
Al conocer la noticia del magnicidio, fueron los propios vecinos de Ciudad Techo quienes acudieron al Concejo de Bogotá y solicitaron el cambio del nombre del barrio, que pasaría a llamarse Kennedy en homenaje a su fundador.
Por la misma época, aparecieron otros barrios Kennedy en América Latina, como uno en el oeste de Buenos Aires y otro en San Pedro de Macorís, en la República Dominicana, que se construyeron en recuerdo del desaparecido presidente, pero ninguno con el orgullo de haber sido inaugurado por el mismo gobernante estadounidense. Bogotá, 21 nov (EFE) | Carlos Andrés Valverde Fernández