Tras ser el primer país en registrar brotes de covid y en sufrir sus efectos económicos, China se convirtió en uno de los pocos territorios a nivel mundial -y en la única entre las grandes potencias- en experimentar crecimiento económico en 2020.
Los datos oficiales sobre China arrojan un avance del 2,3 % del PIB durante el año de la pandemia, lo que supuso la peor cifra desde 1976 y, aún así, todo un éxito teniendo en cuenta el descalabro económico internacional que ha provocado el coronavirus.
Tras unas primeras semanas dubitativas, a finales de enero de 2020 las autoridades chinas decidieron decretar el confinamiento de la ciudad donde se acumulaban la mayoría de casos, Wuhan (centro-oeste), lo que se sumó a la llegada del Año Nuevo lunar -la principal época festiva del año en el país- para frenar casi en seco la actividad económica.
Salvo algunos rebrotes puntuales en el verano y, sobre todo, a finales de año, China puso bajo control la pandemia a partir del segundo trimestre, centrando la mayor parte del daño económico en el primero, en el que la producción industrial cayó un 8,4 %; los beneficios de las principales empresas, un 36,7 %, y el PIB, un 6,8 %.
CRISIS Y OPORTUNIDADES EN CHINA
El gabinete estratégico Tsingyan Research elaboró una lista de sectores más afectados en el país, entre los que destaca la manufactura, que no solo se vio afectada por el parón en la actividad sino también por las dificultades de muchos trabajadores migrantes para volver a sus lugares de trabajo debido a las restricciones a la movilidad.
Uno de los sectores que más agradeció que China recuperase la normalidad rápidamente fue el inmobiliario, ya que las promotoras cotizadas no tenían liquidez más que para aguantar otro trimestre sin actividad, según un informe de la consultora Capital Economics publicado en febrero del año pasado.
Otras industrias que sufrieron fueron la restauración -en el Año Nuevo lunar los restaurantes no solo no hicieron su agosto habitual sino que perdieron más de 65.000 millones de euros- o el entretenimiento: las salas de cine, por ejemplo, estuvieron cerradas casi medio año.
Las estrictas medidas de prevención de contagios también azotaron a un sector turístico en el que, durante el primer puente que se celebró con la pandemia controlada, el del Día del Trabajo, la facturación se desplomó un 60 % pese a que la duración de la época festiva fue de un día más que en 2019.
La sangría del primer trimestre se resume en una cifra: más de 460.000 empresas cerraron sus puertas en ese período, en el que el número de compañías creadas bajó un 29 % frente a la misma época del año anterior.
Las pymes fueron las que se llevaron la peor parte, y entre las principales compañías del país se vivieron algunas caídas importantes pasados unos meses, como la del conglomerado HNA, que pasó de gastarse más de 40.000 millones de dólares en adquisiciones a nivel mundial -entre ellas, Deutsche Bank o Hilton- a mediados de década a declararse en bancarrota después de que el virus lastrase su programa de eliminación de deuda.
No obstante, hubo sectores que no solo no se vieron afectados sino que aprovecharon sus oportunidades, como el comercio electrónico, el teletrabajo, la educación en remoto o el entretenimiento digital. En resumen, aquellos que registraron un aumento de la demanda debido a que la mayoría de ciudadanos intentaba evitar las salidas del hogar.
La propagación de la pandemia a otros países supuso, además, un espaldarazo a las operaciones de los exportadores de material relativo al trabajo en remoto -desde escritorios hasta ordenadores- y, sobre todo, de los productores de material médico como mascarillas o equipos de protección individual. En 2020, las ventas al exterior subieron un 1,9 %.
LA ESTABILIDAD, MANTRA DE PEKÍN
La estrategia del Gobierno de China, que todavía tenía en la memoria la crisis de otro coronavirus, el SARS (2002-2003), fue la de tratar de aplastar al virus antes de apostar por la recuperación de la actividad económica.
No obstante, Pekín lanzó una serie de ayudas e incentivos para proteger la economía, con el empleo como prioridad para proteger la estabilidad, concepto clave para las autoridades del país.
Según las cifras oficiales, el paro urbano había alcanzado el 6,2 % en febrero -en 2019, lo máximo había sido el 5,3 %- con casi 4 millones de empleos destruidos durante los peores momentos de la pandemia en el país, y, según algunos analistas, la tasa real podría haber sido del doble.
Uno de los planes estrella del Gobierno fue la emisión de los llamados «bonos anti-covid» por valor de 1 billón de yuanes (153.174 millones de dólares, 128.981 millones de euros), ya eliminados de cara a 2021.
También se apostó por seguir reduciendo impuestos -un total de 2,6 billones de yuanes (398.290 millones de dólares, 335.315 millones de euros)- y por la exención parcial o total de las contribuciones a la seguridad social para las empresas con problemas, mientras que los grandes bancos estatales efectuaron un 50 % más de préstamos a pymes.
Así pues, en la segunda mitad del año la mejoría fue notable en la mayoría de indicadores clave como la inflación, que acabó 2020 con un aumento del 2,5 % -el objetivo era del 3,5 % tras seis años marcándolo en el 3 %- después de la moderación de los precios del cerdo por el fin de la epidemia de peste porcina africana.
De cara a 2021, y para disgusto de muchos analistas, el Gobierno se ha vuelto a marcar un objetivo de crecimiento -de «más de un 6 %»- tras no hacerlo el año pasado, aunque es una meta conservadora y bastante por debajo de las previsiones de los expertos, que esperan que el PIB chino avance más de un 8 % este año. Shanghái (China), 9 mar (EFE) | Víctor Escribano
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