Carta al ciudadano: los peligros de una constituyente mal intencionada

Resumen: La activación del poder constituyente en Colombia plantea implicaciones políticas, sociales y académicas que deben ser analizadas. El Estado colombiano es el resultado de la confluencia de una población organizada, un territorio definido y un gobierno establecido, en el que todos participamos de alguna manera.

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A propósito de la muy sonada pretensión de algunos sectores políticos de activar el llamado poder constituyente, resulta ser un deber político, social y hasta académico poner sobre la mesa del ciudadano desprevenido de los asuntos públicos las implicaciones que esta intención, que hasta ahora es un discurso poco disimulado, traería para el Estado colombiano.

Lo primero sea recordarle que no existiría el Estado colombiano, sin la confluencia de una población organizada a la que pertenecemos usted y yo, un territorio conformado que nos separa de otros y que por fortuna incluye en nuestro caso importantes pulmones verdes y fuentes hídricas, y un gobierno establecido, el cual en últimas todos legitimamos mediante el ejercicio de la democracia; ya sea de forma activa (con el voto) o de forma pasiva (con la abstención). Es justamente esa conformación, la que hace imposible observar, leer o escuchar los problemas de Colombia pretendiendo no ser el receptor de ese mensaje, pues como lo pueden notar: ¡El Estado somos todos ¡.

Coincidimos tal vez en que Colombia no es un Estado perfecto, o bueno, no es lo que naturalmente el ciudadano quisiera que fuera, sin embargo, hay que reconocer que ese deseo se encuentra trazado por cada historia personal, según la cual, mientras algunos reclaman como regla general las políticas asistenciales, otros buscan legítimamente la prioridad en acciones que garanticen la iniciativa privada, lo cierto es que es a los Gobiernos a quienes les corresponde satisfacer los intereses de todos y, en la sintonía de que todos somos Estado, es que precisamente no es en este punto en donde necesariamente debemos estar de acuerdo, pues nuestros propios intereses también deben ser respetados.

Vale decir, que, aunque no somos un Estado perfecto, tampoco somos uno que al primer intento deba ser desechado.

Debemos recordar, que para llegar a lo que somos, muchos traspiés tuvieron que ser superados, especialmente los relacionados con los peores episodios de la violencia política y armada, en el marco de la cual, fue que surgió ese movimiento ciudadano nombrado por muchos que promovió la inserción de una séptima papeleta en las elecciones de 1990, es decir, una especie de tarjetón adicional con el que pedían que se convocara a una Asamblea Constituyente para la construcción de una nueva constitución, y pese a que para entonces no se le dio valor jurídico a esa manifestación ciudadana, si sería está, el caldo de cultivo para lo que luego seria la convocatoria que daría lugar a la Constitución de 1991 que hoy nos rige y protege, y que presenta como grandes conquistas entre otras; la acción de tutela, el desarrollo de los derechos fundamentales de los que hoy gozamos, la elección popular para algunos cargos que antes eran simplemente nombrados y la democracia participativa que nos permite hacernos parte en la toma decisiones, etc.

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Muchas personas, especialmente jóvenes y adolescentes, deciden día a día formarse para ser abogados, tal vez la primera formación que reciben, una vez en el aula de clase,  tiene que ver con lo que aquí les estoy relatando, inclusive, terminan sabiendo bien ellos, como quiero que lo sepa usted también, que nuestra Constitución solamente puede ser reformada por un acto legislativo, esto es, una especie de ley que se tramita ante el Congreso, por un referendo que requiere que se le consulte a la ciudadanía si esta de acuerdo o no con una reforma que se plantea y, por un mecanismo especial y reservado para momentos completamente excepcionales del que es protagonista el ciudadano y que por tanto debería limitarse a su iniciativa, conocido como asamblea constituyente, que como ya pasó en los 90, se trata de una reunión de personas que buscan construir una nueva constitución.

Cuando usted escucha que algunos sectores políticos vociferan convocando al llamado “poder constituyente” debe saber que lo están llamando a usted, porque de ese poder tan extraño, es dueño usted tanto como la totalidad de la ciudadanía, es decir, no es nadie más, sino el ciudadano concebido en conjunto, quien tiene la capacidad de constituir su propio Estado, para ello es precisamente que existe la posibilidad de convocar una Asamblea Nacional Constituyente; para construir inclusive una nueva constitución, un nuevo Estado.  Es necesario preguntar entonces: ¿será lo que queremos o necesitamos? 

Creo que hay una sensación que podemos compartir y es aquella que nos hace sentir que nuestra Constitución ha sido manoseada. En algunos momentos tal vez de forma bien intencionada, como podría verse; en el restablecimiento de la figura de la extradición, en la obligación de indemnizar cuando se presenta una expropiación, y en los múltiples asuntos sobre la garantía de derechos humanos, pero en otros, esa buena intención resulta ser un tanto más discutible, recuerde por ejemplo que, vía reforma por ellos mismos promovida, se habilitó la reelección de un par de presidentes, es decir, una reforma a la medida. Sin embargo, debe saber que ni siquiera esos cambios, materializaron el ejercicio del poder constituyente, es decir, de su poder, quiero que pueda echar de ver que ni siquiera con la importancia política que tenían esas reformas y otras que han acontecido, se pudo hablar de la activación del poder constituyente, porque ese poder, que como le digo esta su cargo, debe ser excepcional, especial y restringido a momentos históricos y sobre todo debe ser respetado. Con el poder constituyente no puede jugarse.

Si se pregunta en este punto sobre el porqué de tanta alarma frente la invocación permanente del poder constituyente en esos escenarios políticos, pues la respuesta es que no es para menos, porque conforme lo puede detectar en lo que vengo explicándole, una cosa es activar o hacer uso de un poder constituido o derivado como el que tiene además de otras instituciones, el Congreso mediante iniciativa propia, del gobierno o de un grupo de ciudadanos, para introducir leves modificaciones a la Constitución mediante actos legislativos o referendos, y otra muy distinta y poderosa, es activar mediante una Asamblea Constituyente el poder constituyente primario u originario que tiene usted como ciudadano, con el cual además de tener el alcance para cambiar por completo, sustituir o reemplazar integralmente la Constitución se puede inclusive refundar el Estado, que a juzgar por los argumentos de quienes hoy plantean esta opción, basados en que prácticamente nada de lo existente parece ser de su agrado,  se percibe como lo buscado.

Es importante que usted mismo, concluya entonces si es peligroso o no activar el poder constituyente mediante la convocatoria de una Asamblea, para ello creo que aquí le brindo tal vez no de la forma más ilustrada, pero seguramente si de la forma más sincera, elementos para que arribe a su propia conclusión, repase y tenga en cuenta para su posición por lo menos, los importantes poderes que se habilitan, pero, sobre todo, revise desde su propio juicio, si el Estado colombiano demanda ser sustituido por uno nuevo.

Muchos de nosotros, consideramos y defendemos la posibilidad de que, con el respeto irrestricto por la Carta del 91, y a través del uso de los demás mecanismos que ella misma y la ley nos otorgan, sin necesidad de una Asamblea Constituyente, se puedan garantizar a plenitud los derechos, contribuir al cierre de brechas, despolitizar la inversión social y avanzar hacia una sociedad más equitativa, que además de ser lo que la mayoría de los colombianos anhelamos es en esencia el verdadero cambio.

No se trata entonces de una defensa a la Constitución que disfrace una oposición al gobierno de turno, pues estos argumentos pueden permanecer en el tiempo, independientemente de los gobiernos que, aun con sus tendencias ideológicas tengan la fortuna de dirigir los destinos del país.

Sea consciente de su poder ciudadano, que es también un poder constituyente, y en la medida en que cómpreda que lo que tiene en sus manos determina la existencia misma del Estado, defina si quiere o no atender esa invitación que constantemente le hacen, y, sobre todo, si es esa la decisión mas prudente.

Finalmente, si por los azares del destino o de las redes sociales algún lector defiende la necesidad de una constituyente, quiero que sepa que respeto sus ideas, en esa medida le pido que tome entonces esta lectura, como un aporte mas que un ciudadano profesor en permanente formación, realiza para una discusión que dejó de ser de académicos, bibliotecas y simposios para convertirse en un asunto de ciudadanos en los barrios, las calles y en espacios de socialización, situación que merece ser aplaudida.

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Redacción Minuto30

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