Capítulo 13: Ferias, circo y encuentros en la plaza

Resumen: La feria, el circo, la plaza, las carnicerías, Don Gonzalo y el Día de las Velitas son fragmentos de un Uramita que sigue vivo en la memoria

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Los días de feria: un viernes esperado

Cada último viernes del mes, Uramita se transformaba en un hervidero de actividad con la llegada de los Días de Feria. Era el evento más esperado, tanto por los comerciantes como por los habitantes de las veredas, quienes bajaban al pueblo para vender sus productos, comprar provisiones y, por supuesto, disfrutar del ambiente festivo.

Las calles se llenaban de colores y sonidos: vendedores pregonando sus mercancías, campesinos negociando precios, niños corriendo emocionados entre los puestos. Para nosotros, lo más emocionante eran los juegos: tiro al blanco con un rifle, lanzamiento de anillos, tómbolas con premios sorpresa. Todo parecía mágico.

La feria no era solo un mercado, sino un evento social. Era el día perfecto para encontrarse con amigos, compartir historias y sentirse parte de algo más grande. En esos días, Uramita vibraba con una energía especial, y el pueblo, que usualmente tenía un ritmo tranquilo, se convertía en un verdadero centro de comercio y diversión.

La llegada del circo: días de ilusión

Si la feria era emocionante, la llegada de un circo al pueblo era un acontecimiento aún mayor. Desde el momento en que los camiones empezaban a descargar sus equipos y los artistas montaban la carpa, el aire se llenaba de expectativas.

Los espectáculos eran fascinantes: payasos que nos hacían reír hasta las lágrimas, acróbatas que desafiaban la gravedad y malabaristas con una precisión asombrosa. Pero lo que más me cautivaba eran las chicas del circo. Sus trajes brillantes, su destreza y su sonrisa me dejaban completamente hipnotizado.

Después de cada función, intentaba imitar sus movimientos con naranjas o piedras, y también me colgaba de los pies en un trapecio improvisado en un árbol de mi casa, soñando con convertirme en un artista de circo. Aunque nunca logré más que unos ejercicios torpes, la emoción de esos días quedó grabada en mi memoria como un recuerdo imborrable de la infancia.

La plaza de Uramita y las carnicerías

La plaza del pueblo era el corazón de Uramita, justo al lado de la iglesia. Antiguamente, tenía unos kioscos de cemento con techos de zinc que servían como carnicerías. Allí trabajaban personajes conocidos como Rosa Carnicera, Rosendo, Arturo “Cógela”, Saúl Londoño, Diógenes Higuita, Jesús Rua “Gallinazo” y Joaquín Borja.

Pero cuando las carnicerías estaban cerradas, esos kioscos se convertían en nuestro punto de encuentro. Eran el lugar perfecto para sentarnos a conversar, coquetear con las chicas, jugar y pasar el tiempo. En esos espacios se forjaban amistades, se enamoraba, se compartían anécdotas y se soñaba con el futuro.

Don Gonzalo y los motiladores del pueblo

Al final de estas carnicerías estaba la cantina de Don Gonzalo, un hombre muy conocido en el pueblo. Mi papá y él tenían una relación particular: se intercambiaban las motiladas, es decir, se motilaban entre sí.

Pero Don Gonzalo no solo era cantinero y peluquero improvisado; también era el padre de “los ciegos” del pueblo: Gonzalito, Ansisar y Yesid. Ellos me invitaban con frecuencia a su casa para escuchar los programas de radio, en especial Kalimán, un personaje que marcó la infancia de muchos.

Gonzalito, a pesar de su discapacidad visual, ha trabajado toda su vida organizando el transporte del pueblo. Desde que lo conozco, ha estado en el centro del pueblo buscando pasajeros para los conductores. Ansisar es el pregonero, y Yesid recorre las calles vendiendo productos comestibles. Todos se han ganado unas monedas con su ingenio y perseverancia.

El Día de las Velitas: una noche de luz y juegos

Cada 7 de diciembre, Uramita se iluminaba con el brillo de cientos de velas. El Día de las Velitas era una tradición esperada con ansias, pues no solo era el inicio de la Navidad, sino también una noche llena de juegos y diversión.

Uno de nuestros pasatiempos favoritos en esa fecha era La Candela del Diablo, un juego que consistía en calentar esperma de vela en una tapa y luego agregarle saliva, lo que generaba una llama gigantesca. Aunque ahora suena peligroso, en aquel entonces era solo otra de nuestras travesuras.

Esa noche, las aceras se llenaban de familias encendiendo velas, pidiendo deseos y disfrutando de la magia de la luz. Para nosotros, era un momento especial de unión y celebración.

Reflexión final

La feria, el circo, la plaza, las carnicerías, Don Gonzalo y el Día de las Velitas son fragmentos de un Uramita que sigue vivo en la memoria. Cada uno de estos recuerdos representa una época en la que el pueblo vibraba con vida, en la que cada evento tenía un significado especial y en la que cada rincón estaba lleno de historias.

Hoy, al ver cómo han cambiado algunas cosas, me doy cuenta de que lo más valioso de esos tiempos no era la feria en sí, ni el circo, ni los juegos de la plaza, sino las personas que los hacían especiales. Porque al final, lo que realmente perdura son los lazos que se forjan en cada una de estas vivencias.

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Redacción Minuto30

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