
Resumen: Un relato nostálgico que evoca la magia de la infancia en Uramita, un pequeño pueblo donde las visitas de forasteros abrían ventanas a mundos desconocidos. Desde las aventuras con jóvenes citadinos hasta la inspiradora llegada de un viajero japonés, estas experiencias tejieron sueños de exploración y aventura en el corazón del autor, marcando un camino de vida lleno de descubrimientos
En Uramita, las visitas de personas que llegaban desde otros lugares siempre generaban una mezcla de curiosidad y entusiasmo. Durante mi infancia y adolescencia, cada llegada de un foráneo representaba una oportunidad para descubrir algo nuevo y diferente.
Visitas memorables
Recuerdo con claridad cuando algunos muchachos de mi edad venían al pueblo a visitar a sus familiares. Queríamos que esos jóvenes citadinos se llevaran un buen recuerdo de nosotros, que nuestra compañía se grabara en su memoria como algo único.
En la casa de los Borja Arboleda, por ejemplo, llegaban de Pereira Carlos Eduardo y sus hermanos. Para ellos, visitar Uramita era una aventura, salir de la ciudad y explorar el campo. Pero para nosotros, escuchar sus historias sobre cómo era la vida urbana nos dejaba perplejos. Nos describían lugares modernos, cosas que nunca habíamos visto. En cada visita había una fascinación mutua: ellos disfrutaban nuestra cotidianidad rural y nosotros admirábamos su mundo desconocido.
Otra visita que dejó una huella especial fue la de Pedro Pablo Moreno, a quien apodamos “Piterpoll” o “Pipo”. Llegó a la casa de los Hurtado Moreno con un reproductor de CD Walkman Sony, una novedad impresionante en aquellos días. Pipo siempre estaba alegre, bailando y escuchando la música de Tecnotronic. Mientras bailaba, tarareaba una canción que entre sus letras solo entendíamos que decía: “Pipo, Pipo, Pipo”, de ahí nació su apodo. Su entusiasmo era contagioso. Pero más allá de la música, Pipo tenía un espíritu libre que le encantaba recorrer el pueblo montado en caballos que pedía prestados a los campesinos, causando risas y asombro por igual. Esos días de aventuras junto a él, disfrutando y divirtiéndonos como solo los jóvenes saben hacerlo, quedaron grabados para siempre en mi memoria.
Otro grupo que llegó al pueblo y con quienes también construí lazos de amistad fueron los hijos de la profesora doña Angélica: Jhon, Alex, Mario, Wilmar y Nando. Ellos también hicieron parte de nuestra infancia y se unieron al grupo de Scouts, una experiencia que nos enseñó sobre trabajo en equipo, supervivencia y, sobre todo, camaradería. Juntos explorábamos los alrededores del pueblo, aprendíamos técnicas de campamento y pasábamos horas jugando y compartiendo historias.
Inspiración desde Japón
Pero si hubo un encuentro que realmente marcó mi vida, fue el de enero de 1989. Yo era un adolescente cuando un japonés llamado Toshiaki Hirayama pasó por Uramita en una bicicleta llena de maletas y trebejos. Provenía de Japón y estaba recorriendo el mundo sobre dos ruedas. Para mí, aquello era inimaginable.
Nos tomamos algunas fotos en mi casa y, años después, para mi sorpresa, nos envió esas fotografías desde Japón. Aquella experiencia sembró en mí un deseo que durante mucho tiempo creí inalcanzable: recorrer el mundo en bicicleta. Yo pensaba que para lograrlo se necesitaba una bicicleta especial, mucha preparación o dinero.
Sin embargo, años después, ese sueño se ha materializado parcialmente. Ya he hecho varios viajes en mi caballito de acero, he pedaleado más de 20.000 kilómetros por muchos países. Han sido muchas emociones, retos y aprendizajes, pero al final, he venido cumpliendo aquel sueño que me nació desde la visita de Toshiaki.
Hoy en día, deseo poder encontrarlo nuevamente y, si el destino lo permite, compartir algunos kilómetros de carretera con él. Aquel hombre japonés no solo pasó por Uramita; dejó en mí una semilla de aventura y perseverancia que jamás se marchitará.
Reflexión final
Aquellos visitantes que llegaban a Uramita, cada uno con sus historias y formas de vida diferentes, contribuyeron a moldear mis sueños y mi forma de ver el mundo. En ese pequeño pueblo entre ríos y montañas, nacieron muchas de las aventuras que más tarde me atrevería a vivir.
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