La vía marítima y aérea que corre por el paralelo 10 es el canal privilegiado para el envío de toneladas de droga con destino final a Europa. El desierto y las islas del continente más pobre del mundo son los escondites favoritos de los traficantes latinos al otro lado del Atlántico.
Según un informe de la Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito (UNODC), en 2009 circularon 250 toneladas de cocaína, valuadas en 11 mil millones de dólares, por la vía caliente del narcotráfico mundial: la autopista A-10, como la llaman los expertos.
Por aire o por mar, a bordo de buques mercantes, pesqueros, veleros, avionetas o Boeings, los cárteles narcotraficantes sudamericanos despachan su producción hacia África occidental aprovechando la ausencia casi total de controles en las puertas de entrada al continente.
«Toda África occidental es una zona de tránsito. No hay ninguna seguridad marítima ni ningún sistema de radar serio. Son lugares que no controla nadie», aseguró a la agencia AFP Phillip Heyl, jefe de la Dirección de Planes y Programas Esratégicos del ejército estadounidense en el Africa Command.
Los cárteles transportan la cocaína a países como Gambia, Mali o Guinea Bissau, desde donde luego parte con destino a Europa a través del desierto.
Según Heyl, los narcotraficantes -sobre todo colombianos- comenzaron a operar de esta manera a comienzos de esta década, cuando el aumento de las fuerzas antinarcóticos estadounidenses en el Caribe dificultaron el envío de cocaína a los EEUU como nexo hacia Europa.
«La mayoría de la cocaína que transita por la A-10 atraviesa el Atlántico en embarcaciones nodrizas, especialmente modificadas para transportar cargamentos de varias toneladas. La droga es transbordada luego a barcos más pequeños frente a las costas africanas», detalla el informe de la UNODC.
Las numerosas islas frente a la costa occidental africana ofrecen escondites ideales a los narcotraficantes. En junio, más de dos toneladas de cocaína fueron halladas en una pequeña isla frente a Gambia, en un derrumbado hotel perteneciente a un holandés que dirigía una sociedad pesquera con personal venezolano.
El desierto también es tierra de nadie. En el Sahel, al sur del Sahara, se puede aterrizar un avión sin ser detectado. En noviembre de 2009, un Boeing 727 procedente de Venezuela apareció vacío y calcinado en el desierto de Mali.
«Cuando la comunidad internacional presiona a un país como Gambia o Guinea Bissau, los cárteles se adaptan rápidamente y encuentran nuevas rutas, porque no faltan los países vecinos que puedan servir de puerta de entrada», explica el experto francés Alain Labrousse, autor de Geopolítica de las drogas.
«Los puertos africanos son verdaderos coladores», resume Labrousse. Un punto de contacto ideal para la autopista A-10 de la droga.
Vía Infobae.com América