Hace 75 años fue asesinado Jorge Eliecer Gaitán. Con su magnicidio se sella el cruento destino de guerra en Colombia aún no superado. El preludio de una guerra bipartidista entre Cachiporros y Godos, apodos con el cual se les conocía a los liberales y conservadores a comienzos del siglo XX, desató una vorágine sangrienta que sirvió como combustible para incendiar el resto del país con el levantamiento armado de campesinos en los Llanos Orientales, Sumapaz, El Pato, El Guayabero y Rio Chiquito.

Primero fueron guerras entre partidos, luego, cuando se dieron cuenta que la rebelión campesina no se calmaría con el “pacto” del Frente Nacional, decidieron esos mismos partidos de banderas rojas y azules, desatar la ofensiva contra la población que exigía una verdadera solución a sus problemas más acuciantes: tierra, trabajo, pan, paz. A cambio, se obtuvo una guerra dirigida por el primer gobierno conservador del Frente Nacional, auspiciada con por el gobierno norteamericano, que arremetió con sus aviones cargados de bombas sobre la tierra de los Llanos orientales, la cordillera central y oriental que une al Huila, el Tolima, Cundinamarca y el Meta.

La guerra una vez más se imponía en nuestra historia. De los bombardeos en las selvas y cordilleras no quedó más que rabia y destrucción, pero también una conciencia de resistencia que supo defenderse con el poder de la pólvora y la metralla. Los campesinos pasaron a camuflarse y a cargar fusiles entre trochas y barro. Unos se internaron en la selva para defenderse, otros conmovidos en la ciudad por lo que sucedía en el campo, decidieron también tomar partido en la causa y se fueron al monte a asumir la situación. Sotanas, azadón y fusiles dieron paso una diversidad de modos de accionar contra la guerra, sumando más guerra.

La reacción del establecimiento no se hizo de esperar, combinando el poder legal con el ilegal, dio la orden de ejecutar con modos escabrosos, sustentado en todo tipo de vejámenes contra la población para dar una lección y “pacificar” a todo aquel que se levántese contra el poder. Un nuevo episodio en la guerra ingresa a la historia nacional: grupos armados autodenominados “Autodefensas”, sembraron con terror una amapola luctuosa que minó nuestros campos. Ya nadie quiso cosechar, el campo quedó deshabitado, las gentes despavoridas salieron a mendigar refugio en las ciudades. Nadie quería sembrar en tierra mala.

Después de Gaitán, generación tras generación no ha podido vivir un solo día de paz en la nación. Ayer las Bananeras, El Bogotazo, la Masacre de Estudiantes, hoy El Salado, Mapiripán, Tacueyó, La Gabarra, Trujillo, El Naya, La Comuna 13 y un largo etcétera que no termina de ocurrir.

Tenemos en nuestra memoria a las 6402 víctimas de la violencia más reciente del gobierno de “mano dura” que se ensañó contra la población, para castigar con su propia sangre la dignidad y la esperanza de un pueblo, que ha sabido enfrentar la violencia casi centenaria con la cual se ha ejercido el poder político en nuestro país.

Hace 75 años, también hubo una esperanza para ingresar a Colombia a una época de cambio, basada en la paz, la justicia social, la equidad y la democracia. Sea este un momento para no perder la oportunidad histórica de lograr el propósito de la PAZ TOTAL; sea este el momento para que la verdad, la justicia, la reparación y la no repetición de los crímenes desatados contra la población sean una verdadera garantía para la construcción de una nación, que permita que en Colombia la paz florezca.

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Redacción Minuto30

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